Capítulo 16

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Observé el papel frente a mí, en el escritorio con los nervios a flor de piel

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Observé el papel frente a mí, en el escritorio con los nervios a flor de piel. Lo odiaba, odiaba cada palabra que contenía, aunque aún no haya leído.

Entonces... lo tomé en mis manos y lo abrí.

"Parece que tu padre se quedó por más tiempo y no te lo dijo.

¿No te interesa saber lo que está haciendo?

Regresa a la casa de tu padre y termina de revolver entre su porquería, te sorprenderá lo mucho que tiene oculto.

Si no lo haces, te obligaré a hacerlo,

Anónimo".

Perfecto.

Simplemente perfecto.

Y era enserio, no podía ser más perfecto.

Pero, ciertamente, ¿porque mi padre no llamaba ni se contactaba de alguna otra forma? Habían pasado días, semanas, y el aún no se contactaba, ¿para qué fue, siquiera? ¿Qué hace y en dónde? ¿Por qué no vuelve? Tantas dudas y tan pocas respuestas. Pero, en parte, eso me beneficiaba, podía terminar de descubrir lo que papá ocultaba y luego pedirle la verdad.

Todavía surgía un miedo en mi interior, ¿y si a papá le había pasado algo? ¿Qué tanta probabilidad había de que eso hubiese pasado, y aún peor, que anónimo tuviese que ver?

Tiré más fuerte de mis mechones rojizos.

Me senté de golpe y lancé la carta junto a la hoja antes de dejar caer mi cabeza sobre el escritorio.

¿Por qué aquello no terminaba? ¿Por qué no podían dejarme en paz?

Observé la carta en el suelo. Mi respiración se volvió errática, no podía dejar de observar. Oí golpecitos en la entrada e intenté calmarme, pero parecía imposible.

Retuve el nudo en mi garganta y corrí hasta donde estaba la carta junto a fotos desparramadas. Caí de rodillas e ignoré la punzada de dolor en ellas. Quien estuviese del otro lado de la puerta, seguía con los golpecitos.

―Estoy... ―Tragué el nudo en mi garganta y la aclaré intentando sonar firme―. Estoy ocupada.

Cogí las fotos como si fuesen una reliquia y las llevé a mi pecho reteniendo las lágrimas, con las manos temblorosas sujetando las imágenes con fuerza, con horror.

―Mi mamá... mi mamá... ―gimoteé ―. Ella no... Mi mamá no... ―hipé. Verla allí, en esas fotos era desgarrador. Era horrible verla allí, postrada en aquella camilla con tubos y máquinas a su alrededor. Pero ella no tuvo cáncer. Todo era falso. ¿Qué hacía allí entonces? ¿Qué le hicieron a mi mami? ¿Qué le hicieron?

Lágrimas caían libremente, recorriendo mis mejillas ya empapadas de cristales salados, mientras que, con los ojos empañados, procuraba ver a mi mamá, a mi mami. Mis dedos temblorosos acariciaron su rostro pálido con delicadeza, como si pudiese tocarla a ella.

El infiltradoWhere stories live. Discover now