Hora de entrenar.

42 6 1
                                    

Sentado en una roca, el sol naciente ilumina mi rostro aunque la brisa otoñal no me deja apreciar del todo el calor que se propaga en mis mejillas, es una sensación inexplicable, como cuando recibes un abrazo de tu madre, pero fuiste concebido sin amor, sin embargo la hermosa vista hace que me olvide de todo.
Recuerdo cuando era un niño, sin problemas, sin preocupaciones, solía venir aquí con mis pocos amigos antes de que anocheciese, jugábamos a ser fuertes guerreros, cada uno con un imperio imaginario diferente, inventándonos espadas y arcos con ramas secas y piedras, escondiéndonos detrás de las grandes rocas y simulando que eran altas murallas, trepando en los árboles que parecían ser torres de arqueros y haciendo escenas trágicas en las que jugábamos a morir, que buenos momentos aquellos, lastima que para mí ya no será un juego.
Continúo apreciando el sol, que cada vez se hace más y más grande, mientras tanto las aves comienzan a cantar haciendo una atmósfera mañanera muy agradable que me hace sentir seguro y libre, el aire fresco recorre todo mi cuerpo y el color verde tenuemente grabado en cada hoja de cada árbol que poco a poco se va obscureciendo por la época, toda esta combinación me hace sentir feliz y fuerte, vivo.
Siempre he tenido la fantasía de irme, tomar mis cosas y un caballo, despedirme de todo, alejarme del reino y comenzar a vivir por mi cuenta, tal vez construir una cabaña en frente de un río lejano y cosechar, pescar he incluso criar animales, viviría tranquilo y a mi manera, qué pena que solo sea una fantasía.
Ya han pasado algunas horas desde que
salí del castillo, es raro que mi padre no haya mandado a alguien a buscarme, pero, ¿Que más da? Yo creo que con todo lo que está pasando ni siquiera tiene tiempo de pensar en su hijo.
E imaginar que apenas hace unas semanas estábamos en el auge de nuestra relación padre e hijo.
De hecho, uno de esos días, me obsequió el arma que ahora porto, con el escudo de la familia Rutherford grabado justo en la hoja de la espada. En ese momento pensé que era un simple presente de su parte, como para fortalecer la relación, pero vaya que no.
Solo me dio una gran responsabilidad más, de una manera muy sutil, como suele hacer todo, siento que aveces es mejor ser directo pero ese término es algo que no está en su lenguaje.
De repente escucho algunas ramas tronar detrás de mi, lo más seguro es que sea Henry con el mensaje de mi padre mandándome a que regrese, así que no le tomo mucha importancia pero los pasos se escuchan cada vez más rápido, trató de voltear pero alguien ya me estaba sosteniendo el cuello y empujándose contra mí para derribarme de la roca, trató de tomar mi espada pero ya estoy en el suelo con un cuerpo encima de mi espalda y un pie pisando mi arma.
-¿Demasiado para ti principito?- dijo una voz dulce pero altanera.
-Oye, no todo el tiempo me puedo estar cubriendo la espalda, para eso estás tú.- respondí con esfuerzo y la mitad de la cara aplastada contra el suelo.
-Eso es correcto, pero hay que estar atentos todo el tiempo.
-Está bien, ahora, ¿puedes quitarte de encima? Creo que en mi boca hay más tierra que saliva.
Se levanto de mi espalda y después procedió a ayudarme a levantarme.
-¿Que haces aquí Misa, no deberías estar practicando con los demás arqueros?- le pregunte.
-Me tome el día libre para venir a verte, después de todo nunca cae mal alguien con quien hablar.
-Te lo agradezco mucho, pero tengo entrenamiento ¿no lo recuerdas?
-Lo se, por eso tu padre me mandó aquí, fui al salón a buscarte y no te encontré, después le pregunte a Henry donde estabas y supuso que estarías aquí, pensaba esperarte ahí, pero Henry está muy ocupado y decidí venir yo misma.
-Muy bien, ¿y por qué Henry está tan atareado?
-Pues, no solo el, de hecho toda la servidumbre está manos a la obra afilando espadas con el herrero y otros haciendo flechas, Henry está coordinando todo, es completamente comprensible que tu padre esté preocupado por eso.
-Lo entiendo, ¿ya es hora de irnos?
-Lamento que si.
Artemisa tomó su arco que estaba detrás de la piedra de la que me tiro y caminamos hacia dónde dejamos a los caballos.
-¿Preocupado?- dijo ella.
-No sé qué sentir.
-Todo saldrá bien, eres bueno con esa espada, con decirte que yo no me metería contigo aunque fuera un gran espadachín y no lo digo por decirlo.
-Gracias, pero apuesto que con algunas flechas y tú arco podrías derrumbar un ejército entero.
-Jaja, no soy tan buena, pero contigo, somos un gran equipo.
-Eso tenlo por seguro.- le asegure con una sonrisa tierna.
-¿Y que haremos después del entrenamiento?.- dijo ella.
-Podemos ir a cabalgar al lago.- propuse.
-Me parece buena idea.
-¿Y en donde estarás mientras entreno?
-Oye, no me perdería tu entrenamiento por nada.
-¿Estarás ahí? Pero mi padre no permi...
-Shhh.- me interrumpió- Siendo la hija del general y tu mejor amiga tengo ciertos privilegios.
-Nada se te escapa.- dije haciendo un chasquido.
Llegamos con los caballos y nos dirigimos hacia el castillo, ella tenía razón, es bueno tener alguien con quien hablar.

Beautiful treason.Where stories live. Discover now