El castillo.

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Después de una divertida cabalgata, por fin llegamos a las altas puertas traseras del castillo, que a pesar de que no son tan increíbles como las de enfrente, tienen unas hermosas enredaderas y un grabado muy detallado de una mujer sosteniendo una rosa, mi padre dice que es su tatarabuela, pero no creo que tanta belleza se haya reducido al hombre que hoy tengo honor de llamar padre.
Siempre me pregunté por qué esta puerta tenía más detalles y estaba más decorada que la otra, pero creo que las respuesta llegó sola, pues solo personas de nuestro "nivel" han pasado por aquí y que más da darnos el lujo de poder ver esto todos los días, al fin y al cabo tenemos todo el oro del reino mientras la gente se muere de hambre fuera.
Los guardias nos saludan de la forma más cordial que pueden, al parecer nos odian, no los culpo, casi todos nos odian , pero ¿como no hacerlo? Prácticamente nos robamos el oro de todos, desde que lo supe me asco ponerme estás caras botas de piel, está chamarra con relleno de pelo de zorro, este anillo de oro puro y esta horrible espada que carga con un gran rubí en el mango con el que podría alimentar a una familia por dos generaciones y no puedo hacer nada, sólo resignarme a vivir de esta asquerosa forma.
Al entrar tenemos a Henry esperando con cuerdas en la mano para llevarse a los caballos en cuanto los desmontemos.
-¡Rápido, Rápido! Están a punto de empezar.- dice tranquilo pero con un tono de prisa.
-En eso estamos.- respondí.
Entramos por la puerta trasera, donde se encuentra la cocina y el lugar donde lavan la ropa, mi padre no le gusta que entre por aquí, qué pena que el este tan atareado. Paso corriendo y saludando a todos los que se encuentran haciendo cosas y ellos responden igual de atareados, a la primera persona que veo es a la señora Senda, es la mujer que se encarga de arreglar mis aposentos, aunque le dije que no era necesario ella insistió y me alegra que lo haga ella, por qué mientras arregla mis sabanas yo acomodo mi ropa recién lavada y entre todo esto hay una linda conversación sobre cómo nos fue en el día, mientras ella me cuenta como mató a una gran rata que se encontró en el establo yo le cuento mis fantasías y sueños.
Después se encuentran todos los demás ayudantes (que en realidad son sirvientes pero no me gusta llamarlos así) que si bien no recuerdo sus nombres, no me es un esfuerzo saludarles.
Sin decir palabra, salimos al campo de entrenamiento que es un lugar muy amplio en donde se solían hacer reuniones entre reyes de distintos lugares para hacer tratos comerciales o aveces concursos de habilidades físicas en los que demostrabas una capacidad y si sorprendías a mi padre te ganabas una gran cantidad de oro.
En el campo de entrenamiento (que por cierto fue muy ampliado) hay una multitud de hombres y mujeres muy fuertes a los que llaman guerreros, que están formados en veinte filas de aproximadamente diez personas cada una, todos están inmóviles y callados esperando una orden.
Artemisa se va del otro lado del campo donde se encuentran algunos caballeros y generales discutiendo, supongo que la dejaron estar aquí con la condición de mantenerse todo el tiempo con ellos.
De repente se abre la puerta que está detrás de todos ellos y sale mi padre, un hombre alto y viejo, con la cara llena de arrugas y una cicatriz debajo del ojo, trae consigo una espada muy igual a la mía, solo que está hecha con un material más lucido que la hace parecer más mortal, viste de una forma un poco menos ostentosa que la que suele traer, Henry viene a su lado recibiendo lo que pienso que son indicaciones, cuando el rey termina de entrar Henry sale disparado tras de él y cierra la puerta con el adentro.
El señor rey nos mira por unos segundos con una cara algo inexpresiva y nos dice:
- Bienvenidos sean a este lugar en el que se prepararan para lo que han nacido, se prepararan para enfrentar la traición en nombre de su reino, donde les quitaremos el miedo a la muerte, y así estén listos para morir por su reino, ustedes son el grupo espada (cuando dice eso me doy cuenta de que todos portan esa arma), por lo tanto deben saber combatir cuerpo a cuerpo, muchos de ustedes se han preparado toda su vida, otros se reclutaron para su reino y otros fueron obligados (siento que mi nombre está en las cabezas de todos), sea la razón que sea, están aquí y les agradezco por estarlo, sin ustedes este reino no sería nada y todo el trabajo de años se derrumbaría en segundos, sin embargo esto es una gran responsabilidad, ¿Están listos para tomarla?
-¡Si, su majestad!- dicen todos en coro como si llevaran todo el día esperando gritar eso.
-Muy bien.- prosigue- pues no perdamos más tiempo y que comience el entrenamiento.
Terminando su discurso se da la vuelta y se va por la puerta que se encuentra en su espalda.
En cuanto desaparece se pone en su lugar el padre de Artemisa, Víctor, que es el general de todos los grupos de guerra, desde pequeño se entrenó para servirle a mi abuelo, por lo tanto el y mi padre son buenos amigos.
-Como dijo el rey, ya no perdamos tiempo y empecemos con esto, pero antes necesito decirles a que nos enfrentamos, el Reino del Sur, decidió que sería buena idea conquistar nuestro territorio, rompiendo el trato que se hizo con la Unión de Reinos, por lo tanto no los dejaremos hacerlo, eso es traición y eso solo se paga con guerra , ahora ya saben a qué nos enfrentamos, aún no sabemos cuándo atacaran pero esperamos que sea en un par de semanas, mientras tanto unámonos como un gran equipo para derrotar a las fuerzas enemigas, su reino se los agradecerá.
Al terminar nos dividen en tres grupos; los expertos (son los guerreros del castillo y el reino en general), los medios (se reclutaron hace poco pero tienen experiencia) y los novatos o más bien el novato (soy el único que pertenece aquí, por qué aunque tengo habilidades con la espada, nunca me he enfrentado a cosas reales, me he limitado a que mi padre me enseñe algunos movimientos y que Víctor me haya dejado entrar a algunos entrenamientos). Al ver que estoy solo, Víctor me llama acercándose.

-Chico, se que sabes usar eso, pero tenemos que demostrárselo a los demás para que vean que eres competente.-Dice en voz baja.

-Claro, pero ¿combatiré contigo?

-No, no me lo permitirían, ya sabes por eso de dejarte ganar, pero te daré un buen contrincante.

Me doy la vuelta para quitarme el cinturón donde cargo mi espada y tomar uno de eso palos de entrenamiento cuando de pronto escucho como Víctor grita un nombre.

-¡Sebastian!

Me quedo helado antes de tomar el palo y me llegan a la cabeza todos los recuerdo de un tal Sebastian, ese chico que siempre intentaba dejarme en ridículo ante todos los niños de nuestro grupo de amigos, el que siempre tuvo una fuerza superior a la mía, el que siempre en el bosque me jugaba bromas muy pesadas en las que terminaba llorando, ese niño que me derribaba con un solo movimiento, ese niño que desde antes de nacer ya tenia como objetivo ser un caballero, ese niño que después de que cumplí siete años, no volví a ver. Pero ¿Como? ¿Que hace aquí? ¿No estaba en el Reino del Este con su madre? No importa, de hecho, tal vez no es ese Sebastian, tal vez es solo un guerreo promedio sin ningún conocimiento de mi infancia, si, solo me estoy preocupando de más, no es como si Sebastian fuera un nombre sagrado o maldito. Sin mas, volteo la cabeza solo para confirmar mi sospecha, un chico alto y fornido con la piel mas blanca que una los pétalos de una margarita, con las facciones extremadamente perfectas que al parecer a las damas las trae fuera de sus cabales y con un cabello muy rubio que a la luz del sol parece brillar por si mismo, se acerca corriendo hacia el general Víctor, mientras conversan el da un vistazo por encima del hombro del general y ahí estoy yo, con los ojos clavado en el y con tres tonos menos en la piel del rostro, el se percata de esto y suelta una risa burlona tan característica de el. Esto no podría ir peor.

Beautiful treason.Onde histórias criam vida. Descubra agora