SEIS:

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   La bufanda del señor Lee se queda a mi lado toda la noche. Esta vez no necesito de pastillas para dormir como una roca: sólo contemplo la bufanda hasta que se me cierran los ojos.
   Además de su actitud, me asombró que hubiéramos tenido una conversación, o algo que se le pareció mucho. No me maltrató; en cambio, se disculpó por haberme hecho daño. Todo eso me hizo cambiar un poco de parecer. Aún lo considero un demonio, pero... no sé. Algo se ha alterado en mí. Debo estarme volviendo loca.
   La alarma del móvil suena y yo ya estoy con los ojos abiertos. Desperté desde hace un tiempo y me quedé contemplando el techo, dándole vueltas a las palabras del señor Lee. Le creo cuando dijo que no suele disculparse. Eso es bastante sencillo de creer. Sólo hay que mirarlo bien para saberlo. Es arrogante, un idiota.
   Salgo de la cama, me ducho, me visto, me maquillo un poco y me paso el peine por el cabello a toda prisa, me lo ato en un moño y agarro el bolso y las llaves antes de meterme al ascensor. Esta vez me aseguro de llevar un abrigo. No quiero que vuelva a pillarme el frío.
   Cuando estoy en el auto, recuerdo que he dejado la bufanda del señor Lee sobre mi almohada. Espero que no me la pida de regreso. Enciendo el auto, piso el acelerador y conduzco como una loca hasta la empresa. El señor Lee no está en el ascensor esta mañana. Tampoco hay rastro suyo en la oficina. Dejo el bolso al lado de la silla y entro en su oficina. No hay nada que pruebe que ha llegado antes que yo. La mesa está despejada, el ordenador apagado y la silla junto al escritorio.
   Voy a mi escritorio y busco su número de móvil. Nunca antes lo he llamado a su número personal y se me hace raro estar haciéndolo ahora. Le marco y el teléfono timbra y timbra pero no lo atienden. Lo dejo, trabajo un poco y vuelvo a intentarlo. Nada. Llega la hora del almuerzo y él no aparece por la oficina. Vuelvo a marcarle y no responde. Bajo a la cafetería, como un poco y vuelvo a marcarle. Me envía al buzón de voz. No le dejo ningún mensaje.
   Regreso a la oficina después del almuerzo y termino el trabajo. Le marco una vez más y no obtengo respuesta. Dónde se habrá metido? Nunca antes había faltado al trabajo, por muy furioso que estuviera. Es posible que sea por mi culpa que no se haya presentado a la oficina? La idea es muy ridícula, por no decir descabellada.
   Las puertas del ascensor se abren y espero que sea él, pero sólo es un mensajero. Le firmo y recibo el paquete. Es para el señor Lee. Lo llevo a su oficina y lo dejo sobre la mesa. Tal vez venga más tarde, me digo, sin estar muy segura. Salgo y me siento en mi silla. Y si voy a buscarlo a su casa? Le parecerá muy atrevido? No sé dónde vive, pero es seguro que alguien en este edificio debe saberlo, no? También puedo googlearlo, eso siempre funciona. Y si nada de eso da resultado, le preguntaré a cada persona que vea en la calle. Muchos han tenido que escuchar de él; es casi una celebridad.
   Una vez más las puertas se abren y una vez más no es él. Es otro mensajero con otro paquete para el señor Lee. Firmo, recibo y llevo a su oficina. Qué pueden contener esos paquetes? Nadie le había enviado nada antes. Los agito con cuidado; no quiero que algo delicado y valioso termine hecho pedazos por mi culpa. Nada. Parecen simplemente papeles. Las cajas son muy delgadas como para contener algo más grueso que un libro. Podría ser? El señor Lee tiene muchos libros aquí. No entiendo los títulos porque están en su idioma, pero de igual modo son libros.
   Dejo las cajas y salgo. No quiero que accidentalmente llegue y me encuentre agitándolas como una niña curiosa un día antes de Navidad. Eso me haría ver patética. Y él podría enfurecerse. No, es seguro que se enoja.
   Pasan las horas y el señor Lee no da señales de vida. Y si le sucedió algo? Podría estar muriendo y nadie lo sabría. Decidida a hacer algo, cualquier cosa, busco entre todas las cosas de mis cajones hasta que doy con la dirección de él. Agarro el bolso y el abrigo y me meto al ascensor. Una vez en el auto, programo el GPS para que me lleve a la casa de Lee Yong Suk. El aparato salta a la vida y me dice que son dos horas de viaje. Dos horas? Dónde demonios queda la casa del señor Lee?
   Niego con la cabeza, pongo el auto en marcha y sigo las instrucciones. Giro cuando me dice, confiando en que me esté llevando por el camino correcto. Acelero en los tramos de carretera vacía, pisando casi hasta el fondo el pedal. Es impresionante la velocidad que puede tomar este auto. Es casi tan rápido como la luz.
   Mientras más conduzco, menos ciudad veo a mi alrededor. A la hora de viajar, el paisaje cambia drásticamente. Los edificios y las carreteras se han quedado atrás, y al frente todo se convierte en campos y bosques. Es extraordinario lo bello que es el paisaje fuera de la ciudad. Ya entiendo por qué el señor Lee vive tan lejos. Yo también querría alejarme lo máximo posible de la capital.
   El GPS me dice que doble a la izquierda en la siguiente intersección. Bajo la velocidad y pronto veo el desvío. Lo tomo. El camino se interna dentro de una especie de bosque. Enciendo las luces y conduzco despacio, pues no conozco la carretera y me da miedo atropellar algo o a alguien. Avanzo durante media hora hasta que comienzo a ver luces a lo lejos. Estoy llegando? Golpeo el volante con los dedos y observo mejor. El bosque va volviéndose menos denso mientras más me acerco a las luces. Finalmente me detengo frente a una alta verja de hierro forjado. Los portones deben medir unos cuatro metros de altura y están pintados de un vivo color azul. Son hermosos.
  Hay una garita con dos guardas de seguridad en ella. Uno la deja y se acerca a mi auto. Bajo la ventanilla.
   ---Buenas noches---lo saludo.
   ---Buenas noches---responde él, mirándome.
   ---Es esta la casa del señor Lee Yong Suk?---le pregunto.
   ---Quién quiere saberlo?
   ---Soy Verónica Maddox, la asistente personal del señor Lee---me presento, odiando decir mi nombre completo. Si le digo que soy Ronnie Maddox voy a tener que explicarme después.
   El hombre me mira con atención antes de alejarse de regreso a la garita. Lo veo decirle algo al otro hombre, quien se gira a mirarme mientras su compañero levanta el teléfono. Si esta es la casa, significa que sí está el señor Lee? De pronto me siento nerviosa.
   El hombre regresa.
   ---Sea bienvenida, señorita Maddox---me dice con amabilidad---. Puede continuar. El señor Lee la recibirá.
   ---Gracias---le digo. Ya me sudan las manos.
   Los portones se abren y piso el acelerador. El camino es largo y está iluminado a ambos lados por altas farolas, las cuales se asemejan mucho a las antiguas farolas de aceite que iluminaban las calles, antes del descubrimiento de la electricidad.
   El camino acaba y entro en una especie de patio enorme, con una rotonda que pasa frente a una casa. No es cualquier casa. Es más una mansión. Nunca he visto nada más maravilloso que esto.
   Desvío la vista de regreso al camino, evitando por poco llevarme un tiesto. El patio, que parece la unión de dos canchas de fútbol, está recortado y libre de hojas. El césped crece verde y sano. Voy siguiendo el camino y admirando las altas farolas, los arbustos recortados en forma de animales: un tigre, un dragón, un pez. Me pregunto por qué habrán elegido esos animales en específico.
   Freno a la entrada de la casa. Allí está el señor Lee, de pie en los escalones de piedra gris. La luz de las farolas más cercanas le arrancan destellos dorados a su cabello. Lleva una chaqueta y un abrigo, un pantalón de chándal y unas zapatillas negras. Tiene las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta y la vista en mi auto. Se ma acelera el corazón. Si con aquel traje blanco se veía guapo, con ropa de andar por casa se ve... admirable. Pero, qué estoy pensando? Sacudo la cabeza.
   Él baja los restantes tres peldaños de piedra, rodea el auto y abre la puerta. Una ráfaga de aire helado se cuela en el interior y me estremezco. El aire aquí es más helado y corta la piel con más facilidad.
   ---Señorita Maddox---dice él, inclinándose para mirarme.
   ---Buenas noches, señor Lee.
   ---Por qué has venido hasta mi casa?
   El viento juega con su cabello, revolviéndolo. Me arden las manos por el deseo de ser yo quien juegue con ese precioso cabello. Casi me siento celosa del viento.
  Qué estoy pensando? Qué me pasa?
   ---Yo...---por un momento me he olvidado de por qué estoy aquí---. Yo me pasé todo el día intentando dar con usted---respondo, recuperando la capacidad de pensar y hablar.
   Él no dice nada durante un minuto, sólo me mira. Fuego, seducción, cero furia. Ya estamos progresando. Otra ráfaga de aire frío me golpea y se me eriza el vello del cuerpo. Me cierro los botones del abrigo, tratando de conservar un poco de calor.
   ---Por qué?---pregunta, y sus labios forman una delgada línea.
   Aparto la mirada de su boca. Ya estoy teniendo problemas para actuar como una persona normal. Mirar su boca es... hipnotizante.
   ---Porque no llegó a la oficina, y tampoco dejó un mensaje. No sabía qué pensar acerca de su ausencia y su silencio---mi voz se escucha extrañamente acusadora.
   ---No sabes qué día es hoy?---me pregunta.
   Me descoloca su pregunta. Está de broma o qué?
   ---Sábado?
   ---Me refiero a la fecha.
   ---Veintidós.
   ---No te dice nada esa fecha?
   Otra vez me siento descolocada. Debería saber algo con respecto a esta fecha? Es importante? Es el cumpleaños de alguien? Nadie me había preguntado antes algo así. Hoy es otro día normal, no?
   ---Señor Lee... me temo que no lo comprendo---admito.
   Él baja la cabeza y cierra los ojos por cinco segundos. Ahora qué dije mal? Ya comienzo a sentirme preocupada. Lo he ofendido o molestado?
   ---Señor Lee?
   ---Espera---dice sin moverse.
   No se escucha enfadado, sólo... triste. El corazón se me hace un puño. Por qué iba a estar triste? Puedo soportar que esté furioso y me odie, pero la tristeza es diferente. Es nueva. No sé cómo tomarla.
   Miro la caída de su cabello y me muerdo las ganas de acariciarle la cabeza, como si fuera uno de esos cachorros a los que no te puedes resistir. Él es tan contradictorio que me causa vértigo. Un día es furia pura, al siguiente es peligro, y al siguiente es todo caballerosidad. Y ahora mismo es tristeza. No sé cómo manejar todos sus cambios. Son demasiado rápidos y me marean, me aturden. Me lían. Eso es. Lee Yong Suk me confunde. Y no sé cómo asimilarlo.
   Finalmente abre los ojos y levanta la cabeza.
   ---Ven. No quiero que te congeles a la entrada de mi casa---dice, se endereza y comienza a dirigirse al interior de la casa. De nuevo ha metido las manos en los bolsillos.
   ---Es tarde, señor Lee---digo---, y tengo que conducir de vuelta.
   ---No vas a conducir---él gira y me mira---. Vas a quedarte aquí esta noche.
   Qué? No puede estar hablando en serio. Él me odia, y no quiero quedarme a dormir aquí. Digo, tengo una tremenda curiosidad por ver el interior de su casa y todo eso, pero, quedarme a dormir? Eso está fuera de ámbito.
   ---Señor Lee...
   ---Baja del auto---me ordena, comportándose como el déspota de siempre.
   De nuevo tengo ese instinto asesino a flor de piel. Dónde está la tristeza que lo embargaba hace un minuto? Dónde quedó el hombre casi amable que me recibió? Este sujeto es tan voluble como una diva.
   Agarro el bolso, salgo, cierro el auto y me guardo la llave en el bolso. Tengo que darle una mirada más detenida a la fachada de la casa: madera, vidrio y roca, todo combinado en una arquitectura exquisita, de lujo. No quiero saber lo que costó esta casa, ya sea que la haya comprado o que la haya mandado construir. Cualquiera de las dos cosas requiere que se tenga mucho dinero. Es tan, tan rico el señor Lee? Me parece que debería comenzar a prestarle atención a los documentos con la información de este hombre que tengo en casa.
   Subo los peldaños de piedra y me detengo al lado del señor Lee. Estoy nerviosa.
   ---No va a molestarle a su familia que me quede a dormir?---le pregunto, abrazándome a mí misma. Veo su expresión de sorpresa y junto las cejas---. Qué?
   ---Señorita Maddox, es usted una caja de sorpresas---dice, y algo parecido a una diminuta sonrisa asoma en sus labios.
   Me siento mareada. Voluble es una palabra que se le queda muy corta a este hombre. Y a qué se refiere con que soy una caja de sorpresas?
   Lo miro, sin comprender.
   ---Vamos---señala la puerta.
   ---Señor Lee.
   ---Sí?
   ---No respondió a mi pregunta.
   ---Cuál pregunta?---ahora se escucha cansado.
   ---Sobre su familia.
   Él suspira y se pasa las manos por el cabello.
   ---No tengo familia---dice.
   Su respuesta me deja con la boca abierta. Lo miro. No parece una broma. Las personas no bromean acerca de ese tema. Dónde está su familia, sus padres? Tiene hermanos que viven lejos?
   ---Es decir que... vive solo en esta casa?
   ---Así es---él abre la puerta pero no se mueve.
   ---No se siente solo?
   ---La soledad es un estado. Vamos---señala la puerta y se hace a un lado.
   Doy unos pocos pasos y entro.

HECHO EN EL INFIERNO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora