DIECIOCHO:

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   ---Voy a matarte!---grita ella, tirando el bolso al piso en un arranque de cólera que la hace ver como la niña mimada que en realidad es---. Lo haré ahora mismo!
   ---Hazlo---levanto la cabeza a pesar del dolor y la miro a través de las lágrimas---. Esté muerta... o viva..., Yong Suk... no te querrá... jamás.
  Hay sangre en mi boca, me duele la garganta y todo lo demás. Uno de los gorilas me ha golpeado sin piedad la cabeza y el costado por atreverme a burlarme de Shin Hyen. Casi no puedo respirar, y creo que tengo rota una costilla. El dolor es tan fuerte que me he echado a llorar. Shin Hyen es peligrosa, pero no me ha tocado. Sus gorilas son quienes me han lastimado; son ellos quienes hacen el trabajo sucio, mientras la perra asiática mira.
   Escupo sangre al piso y la miro. He dejado de sentir los brazos desde hace ya un buen tiempo. No creo que eso sea normal, pero no hay nada que yo pueda hacer. La correa está alrededor de mi pecho y vientre, y no puedo mover más que los hombros, aunque eso duele cuando lo hago. Y quiero ir al baño. Mi vejiga está llena. No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que hice pipí, y mataría por ir al baño ahora mismo.
   ---Desátenla---ordena ella.
   Casi me caigo de la silla en cuanto desaparece la soga. Mi pecho queda libre y respiro hondo por primera vez en un largo tiempo, pero me duele la costilla y tengo que dejar ir ese preciado aire y respirar más lento. Muevo las manos, o al menos lo intento, pero no responden. Es como si no estuvieran pegadas a mi cuerpo. Simplemente no las siento.
   ---Libérenle los pies.
   He estado tanto tiempo en una misma posición que he terminado por no sentir la mayor parte de mi cuerpo. Las piernas no me obedecen. Si tuviera que ponerme en pie, no lo lograría.
   ---Bien---dice ella, recupera el bolso del piso, le sacude el polvo con cuidado y lo abre. Un objeto plateado llama mi atención en cuanto saca la mano. Es un arma. Una tan pequeña que resulta ridícula, pero viniendo de ella, es potencialmente peligrosa---. Esto es lo que querías, no es cierto?---pregunta, volviendo a tirar el bolso al piso. Sostiene el arma en alto y me apunta a la cabeza con ella.
   Mi primer impulso es subir las manos, pero ya que mis brazos continúan atados tras mi espalda, me quedo quieta y la miro.
   ---No estás asustada, Ronnie?
   Es la primera vez que me llama por mi nombre. Trago saliva, aunque duele mucho. Me siento más nerviosa de que diga mi nombre que de que me esté apuntando a la cabeza con esa arma tan pequeña.
   ---Debería?---le pregunto, fingiendo que no lo estoy. Mi cuerpo tiembla por dentro y la cabeza me va a mil.
   ---No lo sé. Hay un arma apuntándote directo a la cabeza.
   No tiene que señalar algo tan obvio. Puedo ver con mis propios ojos que esa diminuta arma apunta a mi cabeza.
   ---Al menos... sabes cómo... disparar?
   Ella sonríe. Una sonrisa fría, calculada, perversa. Desvía un poco su mano y dispara al piso, justo al lado de mi pie izquierdo. Trozos de hormigón saltan por los aires. Una capa de polvo se levanta y me causa tos. Duele toser. Hay muchos músculos involucrados en esa acción, y a mí me duelen todos y cada uno de ellos, hasta aquellos que no sabía que existieran.
   ---Te convence?---me pregunta.
   No respondo. Vale, parece que sí sabe usar el arma. Y ya puedo mover un poco las piernas.
   ---Por qué... no lo haces... y ya?---le pregunto.
   Por qué esperar tanto? Sea cual sea el final que tenga esto, en ninguno de los casos Yong Suk va a quedarse con ella. Si me mata y lo descubren, será enviada a la cárcel. Si me mata y nadie lo descubre, de igual modo él nunca se casará con ella. No hay un final feliz para Yoon Shin Hyen en esta historia.
   ---Por qué tanta prisa, Ronnie? Quiero hacerlo lento y muy doloroso para ti. Sería el único modo de que yo lo disfrute.
   Los segundos pasan. La sangre vuelve a mis piernas y me hace sentir mejor. No sé lo que voy a hacer. La mano de uno de los gorilas está en mi hombro, y si me muevo, él me detendrá. Tengo que pensar bien. Podría terminar con una bala en el cuerpo en cualquier momento. Mi instinto de supervivencia grita que espera que esa bala destinada a mi cabeza tarde en llegar.
   Se supone que debería estar más nerviosa? Se supone que debería pedir por mi vida? Estoy nerviosa, pero sé cuándo estoy en desventaja, y el hecho de tener un arma apuntando a mi cuerpo no me ayuda mucho a pensar con claridad. Y pedir por mi vida me parece una gran pérdida de saliva y tiempo que en realidad no tengo. Ella va a acabar conmigo, ya sea ahora o después. Soy un obstáculo, y la mejor manera de quitarlo para siempre de ahí es deshacerse de mí. La muerte es lo único que no tiene vuelta atrás. Si muero, ya nada podrá interponerse en su camino.
   ---Qué crees... que pasará... cuando acabes... conmigo?---le pregunto, tratando de ganar algo de tiempo. Tengo que pensar. No puedo sólo quedarme sentada en esta silla y esperar que ella me mate tan fácil.
   ---Yong Suk se casará conmigo, por supuesto---responde, arrogante.
   Es estúpida o qué? Es que no se da cuenta de que eso no va a suceder ni en un millón de años? Él no la quiere, no la soporta.
   ---Por qué se... casaría contigo?
   ---Porque es lo que se espera de él---responde, girando el arma en su dedo índice---. Mi abuelo y su abuela lo acordaron cuando éramos niños. Hemos estado comprometidos desde siempre.
   ---Por lo menos... lo amas?
   ---Quién ha hablado de amor, niña estúpida?---espeta, acercándose un par de pasos---. El amor es para los idiotas que no tienen nada en que creer. Yo creo en el dinero, y necesito el de Yong Suk para sacar adelante el negocio de la familia. Sus vagos intentos de arruinarme han fracasado, aunque eso me ha costado mucho dinero.
   ---Me das lástima---le digo.
   ---Es recíproco, querida---asegura---. Eres tan ridícula, llorando por un hombre que está comprometido con otra. El amor es sólo para los libros y las telenovelas; en la vida real, lo importante es el dinero. Lee Yong Suk tiene demasiado dinero, y eso es lo que necesito de él. Si me ama o no, me da igual. El sentimentalismo no es lo mío. Nunca lo ha sido---se acerca dos pasos más y me mira---. Los hombres son sólo un juego, una diversión. Son un trofeo. No son para quererlos.
   Está muy mal de la cabeza. Ni siquiera lo pienso mucho cuando salto hacia adelante, liberando el hombro del agarre del gorila, y la golpeo a ella con las pocas fuerzas que me quedan. Las piernas apenas me responden, pero me empujo con fuerza y la embisto directo al estómago, como hacen los jugadores de fútbol americano.
   Ella grita por la sorpresa, y un disparo resuena en el lugar. Todo mi cuerpo protesta por el esfuerzo de moverme de ese modo, pero lo ignoro. Casi de inmediato siento que me agarran por detrás. Apenas tengo tiempo de ver a Shin Hyen cayendo sobre el culo y rodando a un lado. La tomé por sorpresa y nunca vio venir mi ataque. Me siento feliz de haberla golpeado.
   Los gorilas me sientan en la silla y me atan nuevamente con la soga, apretándola más de lo debido. Ahora va a costarme mucho más respirar. También me duele el costado y la cabeza me palpita con la fuerza de un martillo.
   Shin Hyen se levanta del suelo, se sacude el polvo de la ropa y me apunta a la cara con el arma. Hay sangre en sus rodillas y en el codo izquierdo.
   ---Eres una maldita perra!---me grita, y su mano derecha aterriza en mi rostro, golpeándome la nariz con el puño---. Por qué la dejaron levantarse?---le reclama a sus gorilas, totalmente furiosa.
   Tengo una reacción tardada. Grito al sentir el dolor en mi nariz, sintiendo la sangre caliente bajando por mis labios y la barbilla. Escupo. Veo puntos negros al cerrar los ojos, se me saltan las lágrimas y me tiembla todo el cuerpo mientras lloro. Sólo quiero que todo esto acabe. No quiero sentir más dolor. No quiero sentir nada más.
   ---Hazlo!---le grito, con la garganta en carne viva---. Mátame ya!
   Ya no lo soporto. No es necesario que alargue más esta agonía. Dejo caer la cabeza y siento la sangre, bajando hasta caer sobre mi ropa, humedeciendo las perneras de mi vaquero. Estoy cansada del dolor. Ya no hay una sola parte de mi cuerpo que no me duela. Estoy cansada de este juego de poder. Quiero cerrar los ojos y no volver a abrirlos. Quiero... descansar.
   ---Mátame---le pido entre lágrimas de dolor y desesperación---. Ten piedad... de mí.
   ---No, Ronnie---canturrea ella---. No lo mereces.
   Apenas puedo respirar a causa del dolor; la sangre no deja de salir de mi nariz; me palpita la cabeza como si tuviera un tambor dentro; cada vez me duele más el golpe del costado y me cuesta mantener los ojos abiertos. Es agónico. Es una tortura, y ya no lo soporto.
   ---Estoy... cansada.
   ---Aún puedes soportar más, Ronnie---asegura ella con voz gentil---. Quiero que él te vea destrozada antes de matarte.
   Apenas puedo entender sus palabras. Se escuchan cada vez más lejanas. Y después me envuelve la oscuridad; simplemente me dejo ir, agotada.

HECHO EN EL INFIERNO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora