1. Una promesa

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"Intentando arduamente no caernos de camino a casa, tu intentabas desgastarme...".

Recuerdo que su risa siempre fue mi canción favorita, tal vez porque amaba la música o quizás porque lo amaba a él. Pero bueno, era algo que no podía evitarse de cualquier modo, después de todo por algo éramos los mejores amigos. Sin embargo, aunque era mi canción favorita es triste recordar como fui privado de ella conforme pasaban los años, hasta que solo tuve el sonido de su llanto. Y yo odiaba saber que él lloraba.

Tal vez sea por eso que ahora lo escribo todo con tanta precisión en mi libreta de canciones —aunque con tantas ideas entre sus páginas, será difícil saber que es historia y que es parte una canción—, porque mientras soy el único sentado en el triste suelo del pasillo de este hospital y los recuerdos de aquellos tiempos vienen a mi tan claros como si recién los viviera, necesito desahogarme con alguien. O sino seré yo quien se ponga a llorar.

Es curioso como funciona el amor. Primero surge lenta y cuidadosamente, de la misma forma en la que creas una canción. Primero están esas pequeñas notas, momentos que son únicos pero que a su vez parecen tan poca cosa, pero que luego se superponen unos con otros hasta formar esos preciosos acordes que guardas en lo más profundo de tu memoria. Esos acordes, recuerdos de lo que pasé con él, se convierten en una música que lleva el ritmo de tu vida. Que con cada latido encuentran su paso, que te elevan pero también te destrozan por dentro, y que te hacen sentir todo lo que alguna vez creíste que se trataba de un sueño.

Hasta que entonces ocurre, la canción llega a su cúspide y te das cuenta de que la música no puede seguir siempre sola, entonces te lanzas y la haces tuya. Una caricia, un abrazo, un beso. Esas acciones que se convierten en letras, letras que crean una historia que tu música vuelve tuya.

Sería difícil explicar cuando comenzó nuestra historia y, en estos momentos, rezo por no encontrarme frente al final. Aún así, ahora vienen a mi esos recuerdos. Y creo poder ser capaz de contarles algo de nuestra historia.

Si bien no es el principio —porque siendo sincero ni siquiera recuerdo un principio, puesto que incluso desde mis primeros recuerdos, siempre estaba él allí—, es quizás el recuerdo más vivido que atesoro de nuestra infancia.

Siempre solía ir a la casa de Matthew cuando no teníamos escuela. Era como una especie de pacto secreto que existía entre los dos, porque si ni padre llegaba a vernos holgazaneando siempre se le ocurría alguna tarea con la que mantenernos ocupados. En cambio el padre de Matt nunca se molestaba porque jugáramos, al menos no en esa época, y su madre... bueno, en ese entonces, no sabía porque nunca estaba.

Matt vivía en uno de los primeros vecindarios creados durante la fundación de la ciudad, el "vecindario azul", como solíamos llamarlo, a causa del pequeño predio que llevaba el padre de Matt junto a otros hombres de la zona en el que se dedicaban a reparar botes y embarcaciones. El lugar se llamaba Blue Reparations, lo cual era curioso porque lo único azul que podías encontrar era la vista del océano, pero solo si te subías al tejado de la oficina donde el padre de Matt guardaba sus herramientas. Y, claro está, si lograbas sortear con tu vista el kilometro y medio de espesura de arbustos y hierba reseca que separaba el vecindario de la costa. Aunque viéndolo por el lado bueno, todo aquello le daba la apariencia de una pequeña sabana.

De cualquier manera, aquel lugar era lo más llamativo de los alrededores. Las casas de la zona no eran la gran cosa aunque todas tenían su toque característico, como la madera podrida del pórtico de los Seims, o la vieja veleta chirriante que giraba aunque no hubiera viento por encima del tejado de la señora Arklow. De la misma manera todas las casas tenían su sello, muy diferente a la mía, que se encontraba en otro vecindario a poco más de un kilometro del hogar de Matthew. Allí todas las casas eran iguales y eso, además de aburrido, era algo triste, porque solía extrañar mi vieja casa en el vecindario azul. Pero no tenía caso querer volver, desde la muerte de mamá papá no podía soportar seguir viviendo en el mismo lugar que siempre traía su recuerdo a su memoria y, aunque yo la extrañara mucho, no quería verlo triste.

Wild | Saga Blue Neighbourhood [#1]Where stories live. Discover now