Días Felices

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 En el palacio de los reyes de Melapatán todo el mundo andaba de un lado a otro muy nervioso porque acababa de nacer la  cuarta hija de los soberanos.

-¿Será la nueva niña tan hermosa como Flor de Nieve, Luna de la Noche y Mariposa Azul?- se preguntaban los cortesanos, recordando los bellísimos rostros de las tres hermanas de la recién nacida.

Por desgracia, Sol de la Mañana no hacia honor a su nombre, pues era rematadamente fea. Los reyes estaban desolados.

-Aunque vuestras hermanita pequeña no sea tan hermosa como vosotras- dijo la reina a sus tres hijas mayores- no por eso debéis despreciarla. Tened compasión de la pobrecilla.

A pesar de tales palabras, Flor de Nieve y Luna de la Noche se inclinaron sobre la cunita, mas no besaron a la niña. Por el contrario, Mariposa Azul besó tiernamente su mejilla y prometió a la afligida madre que trataría de hacerla feliz.

Entonces se inundó de luz la estancia y apareció el hada Risueña, que hablo así a la madre:

-Tu hijita necesita de mi ayuda y procuraré igualmente hacerla feliz.

-¡Oh, gracias, gracias!- suspiró la reina madre.

Transcurrieron varios años. La reina  murió y su esposo partió a una lejana guerra, de modo que las princesas quedaron bajo el cuidado de los fieles servidores del palacio. En éste habían sido prohibidos los espejos, para que Sol de la Mañana no descubriera lo horrible que era. Pero, cierto día, se inclinó sobre un estanque y , al ver su rostro reflejado en el agua, huyó aterrorizada, como si acabara de ver un monstruo, yendo a buscar refugio en los brazos de su hermana Mariposa Azul. 

Aquel mismo años llegó al palacio el príncipe Brunildo, con la intención de elegir esposa, siéndole presentadas las tres hermanas mayores, pues Sol de la Mañana era aún una niña. Y el gallardo príncipe se decidió por Mariposa Azul, cautivado por su dulzura. ¡Cómo sufrió Mariposa Azul al saber que tenía que separarse de su hermanita Sol de la Mañana! Temió por ella, pues las otras dos hermanas no le amaban. Pero la pequeña le dijo:

-No te preocupes, mi buena hermana.Cuando me falte tu cariño, me ampararé en el de "Pluma de Oro", el maravilloso pavo de nuestro jardín, que tanto se alegra cuando me ve. Anda, abandona el palacio sin pena ninguna. No me sentiré muy sola.

¡AH, sí que sintió muy sola cuando su hermana se marchó con su esposo el príncipe! Además, las otras dos hermanas descargaron en ella su malhumor debido a haber sido despreciadas. Llegaron a proponerla que se fuera a vivir a uno de los pabellones más alejados del palacio, solamente para que no fuera vista por los visitantes. Flor de Nieve y Luna de la Noche se avergonzaban de ella.

Para evitar escándalos, la propia princesita fea se fue a vivir al pabellón por su propia voluntad.Allí, en medio del bosque aprendió a hablar con los pájaros y conoció la existencia de la gente del campo. Los pastores le referían viejas leyendas, y siempre iba de un lado a otro acompañada por su fiel pavo "Pluma de Oro". Al cabo de algún tiempo, comenzó a efectuarse en ella una verdadera transformación.

Cierto día, sonaron por aquellos lugares unos cuernos de caza y poco después llegaba el príncipe Raphael al frente de su comitiva, y solicitó un vaso de agua. Había oído comentarios acerca de la fealdad de la hija pequeña de los reyes de aquel país, pero al ver a Sol de la Mañana descubrió que todo habían sido falsedades, pues halló a la princesa verdaderamente hermosa.

   Sol de la Mañana le explicó por qué se encontraba viviendo en aquel pabellón, y Raphael tuvo ocasión de admirar otra virtud de ella: la de la bondad.

-Volveré, no lo dudes- le dijo el príncipe, cuando llegó la hora de marcharse.

Al verle alejarse, las lágrimas asomaron a los ojos de Sol del a Mañana...

Por aquellos días, la esposa de uno de los campesinos tuvo un hijo y al feliz acontecimiento asistió el hada Risueña, que refirió a los presentes la siguiente historia:

-Hubo una vez un príncipe muy orgulloso y de duro corazón, que llegó a negar una limosna a una pobre anciana que se la había solicitado; además, la golpeó. Aquella anciana era un hada, que castigó al príncipe convirtiéndole en pavo y destinándole a acompañar a una princesa triste. Sólo cuando ésta princesa se enamore el orgulloso recobrará su perdida figura.

El momento había llegado. "Pluma de Oro" se convirtió en un príncipe y regresó a su reino, y cuando regresó el rey de la guerra, desterró a sus dos hijas orgullosas y nombró heredera a Sol de la Mañana, que, poco después, se casaba con el príncipe Raphael.  


Mis cuentos de HadasWhere stories live. Discover now