Había una vez una hermosa princesa que vivía en un enorme y lujoso palacio. Podemos pensar que lo tenía todo, pero no... La princesa vivía encerrada porque sus padres, los reyes, ni siquiera le permitían salir a jugar al jardín. La niña se sentía triste y sólo tenía como compañía un hermoso jazmín. A esta delicada flor le contaba sus penas y sus anhelos más íntimos.
– ¡Ay, amigo jazmín...! Siempre estoy aburrida entre estas cuatro paredes. En cambio, la hija del carbonero corretea por el jardín persiguiendo mariposas y sintiendo la hierba fresca bajo sus pies descalzos ¡Cuánto me gustaría salir a correr y jugar al aire libre!
La flor, que era mágica, sintió pena por la niña y quiso que cumpliera su deseo.
– Sal si quieres, querida princesa. Para que no lo descubran, yo guardaré tu voz mientras no estás.
La niña se puso muy contenta y salió de palacio esquivando a los centinelas de la puerta. Nadie se dio cuenta de que había salido.
La reina pasó un rato después por su habitación y llamó a la puerta.
¡Toc toc toc!
– ¿Hija mía, estás ahí?
El jazmín respondió imitando la voz de la princesa.
– ¡Sí, mamá, estoy leyendo!
La madre se fue tranquila, pero pasaron dos horas y la niña no bajaba a comer, así que subió de nuevo a su cuarto.
¡Toc toc toc!
– ¿Sigues leyendo, hija? ¿Estás bien?
– Sí, mamá, sigo leyendo, no te preocupes.
Pero la reina, extrañada de que su hija estuviera tan enfrascada en la lectura, decidió entrar sin pedir permiso. Allí no había nadie.
– Pero hija... ¿Dónde estás? ¡No te veo!
– Estoy aquí, mamá – dijo el jazmín desde su maceta.
La reina oía la voz pero no veía a su hija. Asustada, llamó al rey, quien a su vez llamó a los guardias.
– Querido, tú mismo comprobarás cómo en esta habitación se oye la voz de nuestra hija pero no hay ni rastro de ella – dijo la reina, consternada.
El rey hizo la prueba.
– Hija... ¿Estás aquí? ¿Dónde te escondes? Sal para que podamos verte.
– Estoy aquí, papá – contestó el jazmín con la voz de la niña.
La reina estaba mirando a la flor y se dio cuenta de que era ella quien hablaba.
– ¡Oh, no puede ser! – musitó espantada, llevándose las manos a la boca – ¡Esta flor está embrujada! ¡Ese jazmín habla como si fuera nuestra hija!
El rey, atónito, arrancó la flor de la tierra y se la entregó a un soldado.
– ¡Echen al fuego ahora mismo este jazmín! ¡Quiero que arda en la chimenea hasta que sólo queden cenizas!
Justo en ese momento la princesita apareció por la puerta suplicando.
– ¡Por favor, no lo hagas! Ese jazmín es la única compañía que tengo en mis días de soledad. Tan sólo quería ayudarme para que yo pudiera salir un rato a jugar.
El rey no dio su brazo a torcer. No iba a permitir que su querida niña tuviera una flor encantada ¡A saber qué hechizos o maldiciones podía hacer!
– ¡Ni hablar! ¡Eso ni lo sueñes! ¡Esa maldita flor va a desaparecer de mi vista ahora mismo!
La princesa hizo un rápido movimiento y le quitó el jazmín a un soldado larguirucho que lo sostenía pasmado mientras esperaba nueva orden. Abrió la boca y se la tragó.
A partir de ese momento, la flor vivió dentro de ella para siempre y cuenta la leyenda que todo el que se acercaba a la princesa, notaba un delicado aroma a jazmín perfumando su boca.
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Mis cuentos de Hadas
Short StoryLibro de cuentos de hadas, en el que cada capítulo se contará una hermosa historia sobre los Seres Mágicos que se esconden entre los bosques, los Reinos Mágicos donde habitan las brujas y las hadas.