Epílogo

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"...alma sin cuerpo, vagabundos, perpetuamente itinerando sobre la faz de la tierra, a veces con mala intención, a veces no".

"Toda persona tiene un periodo determinado de vida física, antes de que pueda regresar al mundo divino. Si la persona muere antes de tiempo (por suicidio, accidente, asesinato, etc.) tiene que permanecer dentro de la atracción de la Tierra y su atmosfera en su parte sutil conocida como el Kama-loka, hasta el último momento de lo que habría sido la duración natural de sus vidas."

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A fin de cuentas todo eso sobre la leyenda de un ser que vaga por el bosque no era ninguna leyenda, era una cruda realidad de la que jamás se olvidarán, pues el comprobarlo les costó la vida de su amigo, de su hermano, de Seungcheol.

Lamentable, ¿no?, era tan joven, tan lleno de vida... sí, alguna veces se comportaba como un imbécil, como un niñato, como un riquillo malcriado, pero eso era lo que era; pero también era un gran amigo, alguien en quien podías confiar, en quien te podías apoyar, era un bueno hijo –a parte de sus caprichitos jamás les dio problemas a sus padres-, era un buen estudiante –estaba en el top 5 de los mejores de su salón-, y sobre todo, era una buena persona –no de aquellas que sueña con cambiar al mundo, él soñaba con algo más pequeño, sin embargo, eso no lo hacía inferior o menos que otros; sí, mataba a las molestas moscas, así que con él no aplicaba eso de "no mata ni a una mosca", pero eso no lo hacía una mala persona-.

Claro está que dejó un gran vacío en los corazones y en las vidas de todos aquellos a los que conoció –incluso esos hipócritas que nunca faltan, que mientras estaba vivito y coleando lo maldecían por las pequeñas bromitas que le gustaba jugar, o simplemente por envidia, pues era un chico afortunado-. Dejó un gran vacío, pero también dejó muchos hermosos, graciosos, ridículos e inolvidables recuerdos.

El funeral había sido como cualquier otro: los familiares y amigos más allegados asistieron al cementerio más cercano a Seúl, todos vestidos elegantemente de negro. Su madre había llorado. Su padre había aguantado las lágrimas y reconfortado a su esposa. Sus once mejores amigos también habían soltado una que otra lágrima, estando todos ahí para reconfortarse los unos a los otros, quienes jamás imaginaron que unas simples y ansiadas vacaciones navideñas terminarían en tal desgracia.

Durante el entierro no había dejado de nevar. Los chicos sintieron como si ese común fenómeno meteorológico significara tanto –pues sentían que Seungcheol, o lo que quedaba de él, estaba ahí presente-, pero a la vez significaba nada –pues sabían que eran pensamientos románticos sin sentido, simples alucinaciones debido a la pérdida-, pero no les importaba, con tal de evitar e ignorar, todo lo que se pudiera, el hecho de que Seungcheol los había dejado.

La tarde en la que habían encontrado su cuerpo sin vida, aquella tarde de navidad, había sido una de las peores en sus vidas, algo que jamás olvidarían.

Se extrañaron al notar la tardanza de ambos chicos, quienes, se suponía, estaban buscando leña para seguir con la cena de Navidad; al principio no le dieron importancia –Seungkwan y Jihoon sí, pues les preocupaba que la cena no se terminara debido a la falta de fuego- pues cada uno estaba inmerso en sus respectivas actividades preparativas de la fecha.

Pasaron varias horas, y no habían rastros de Seokmin ni de Seungcheol, y pronto anochecería. Se dispusieron a adentrarse al bosque, divididos en parejas, para buscar a sus amigos, pero en esos momentos, un histérico Seokmin salía de entre los árboles de ramas secas; se veía totalmente desaliñado, con su frondosa chamarra llena de nieve caída por los hombros, totalmente despeinado, y con un moretón a un costado de su cara, sin aliento iba corriendo hacia ellos, como si un oso salvaje lo hubiera estado persiguiendo.

Les contó entre jadeos de angustia, debido a la carrera que había efectuado momentos antes, que no sabía dónde estaba Seungcheol, que ellos iban caminando, y sin saber cómo, algo lo noqueó, dejándolo tirado inconsciente sobre la nieve, había despertado después de un tiempo –no sabía cuánto- y al no ver a su amigo por ninguna parte corrió hacia cualquier lugar en su búsqueda, llamando su nombre agritos, al no obtener respuesta decidió regresar al campamento por ayuda –dijo que no supo ni cómo llegó, pero agradeció haberlo hecho, tal vez por instinto puro-.

Al finalizar su relato, los once chicos tomaron linternas y se adentraron al bosque, aprovechando los últimos rayos de luz solar que les eran proporcionados por la naturaleza, como si esta supiera que necesitaban de un poco mas de luz para poder encontrar a su extraviado amigo.

Después de buscarlo por todas partes y no dar con él, dieron alerta a los encargados del campamento. Debido a la oscuridad de la noche, un helicóptero despegó en busca de Seungcheol, apuntando a todos lados con un enorme y brillante faro de luz. No hubo ni rastro del pelinegro.

La búsqueda se suspendió hasta la mañana del día siguiente, y a la tarde, al seguir sin rastro del chico, dieron alerta roja a toda la villa. Después de horas sin parar de buscar –ya con media comunidad ayudando- el cuerpo fue hallado.

Cubierto completamente por un montículo de nieve, aquel chico había revivido la trágica historia que caracterizaba el bosque de aquella villa.

Para los habitantes de esa alejada comunidad ya no era extraño el hecho de que un joven haya desaparecido, sin embargo, seguía siendo frustrante e impactante, incluso atemorizante.

Los once chicos que quedaban regresaron inmediatamente a sus hogares, escoltados por oficiales y médicos, aún sin poder creer lo que acababa de suceder.

Algo que ellos no sabían era que Seungcheol no lamentaba su propia muerte, es más, le emocionaba.

Ahora ya no sólo era un chico, sino dos, los que vagaban por el bosque, tomados de la mano, disfrutando del infinito tiempo que tienen y tendrán juntos, corriendo por ahí, observando la belleza de la vida de la naturaleza pasar por sus múltiples facetas, cada una de ellas era realmente hermosa, lo cual ninguno de los dos había notado antes, debido al sufrimiento de uno, y la vida citadina del otro. No se sabe qué vendrá después, pero mientras estén juntos, todo estará bien.


«Cual torrente que arrasa un poblado, así la muerte se lleva consigo lo que atesoramos. Cuando ésta llega con todo su poder, hijos, parientes y amigos no pueden detenerla.

Ya que no es posible detenerla, curarla o escaparle, ¿qué nos queda?»

¿Cheonsa? [JeongCheol-SEVENTEEN]Where stories live. Discover now