Capítulo 11: La partida.

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El viernes a las 4 de la tarde los tres integrantes del grupo se encontraron en la terminal de tres cruces para emprender su viaje.

Después de unos cordiales saludos, compraron algo para comer, los pasajes y se sentaron a hablar sentados a un lado del andén donde llegaría en bus con destino Piriápolis.

-¿Qué nos deparará este viaje chicos? (les preguntaba Ángel ansioso por partir)

-Solo espero que no llueva (contestó Marco)

-El pronóstico dio un pequeño veranillo con temperaturas de hasta 20 grados. Rarísimo para el invierno ¿No chicos? (exclamó Inna) 

-Odio el calor. (Dijo marco disgustado)

-Dejen el mal humor aquí por favor, ahí viene el bus. (Exclamó Ángel)

Subieron al bus y se sentaron en 2 filas consecutivas. Marco y Ángel juntos con Inna por delante sentada junto a una señora.

A pocos minutos de empezar el viaje Inna dormitaba con la cabeza apoyada en la ventana, mientras tanto los chicos conversaban detrás de ella.

-Fue hermoso lo que hiciste en el violín el otro día Marco. ¿Dónde aprendiste eso?

-Es una larga historia... Mi madre fue violinista, yo supongo que herede su amor por este instrumento y decidí aprender desde muy pequeño.

-¿Fue? ¿Ya no toca?

-Exacto Ángel ella ya no toca, murió el mismo día que me dio la vida.

-Siento mucho haber salado tus heridas. (Dijo Ángel dándole una palmadita en la espalda)

Se notaba que a Marco le había cambiado la cara. Aunque nunca se le notaba muy feliz, ahora se le veía mucho peor, al parecer las palabras de Ángel habían despertado algo dentro de él, algo había estado dormido por un largo rato.

-No importa ya esto más o menos acostumbrado. (Las palabras de la boca de Marco un poco decaídas sin ganas de ser pronunciadas.)

Ángel que nunca había sido muy empático por los demás siguió con su cuestionario, sin inmutarse por lo que había causado en su compañero de grupo.

-¿Quién te enseñó? Digo tu madre no pudo haberlo hecho.

-Sabes cuando estás solo y la única compañía que tienes es un instrumento musical tarde o temprano terminas aprendiendo. Yo no tenía a nadie por eso aprendí.

Un lagrimón se escurría por la mejilla del gordito. Escurridizo pero visible el lagrimón, denotaba una gran pena que guardaba dentro de sí.

Esto fue suficiente para una disculpa de Ángel y su arrepentimiento.

-Lo siento Marco, creo que pregunté más de lo necesario. Voy a cerrar la boca por un rato.


Estuvieron callados hasta llegar a destino. Bajaron los 3 del bus y con iniciativa de la adormecida Inna fueron a tomar un taxi hasta el hotel argentino. El mismo había sido fundado el de como el primer complejo hotelero del balneario.


En recepción los atendió una joven señorita, ella los los guío a su habitación ubicada en el tercer piso.

-¡Hermosa vista! (exclamó Inna mirando por la ventana de la habitación.)

-Supuestamente una de las mejores del país. (comentó Ángel)

Habían llegado justo al atardecer. El sol se estaba apoyando en el mar de una forma serena. Los colores rojos, anaranjados y amarillos del atardecer fusionaban cielo y mar en una sola amalgama fogosa similar a las cenizas de una hoguera al final de la jornada.


Llegada la noche no tuvieron mucho para hacer fuera del hotel, por eso se quedaron cantando al son de la guitarra de Ángel y el violín de Marco que se habían colado en el equipaje. Pero ya entrada la noche llegó una queja de ruidos molestos desde la habitación de al lado por lo que tuvieron que ir a dormir.


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