Capitulo 4 - Los Indígenas

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CAPITULO 4

Los indígenas

Pregunté a Nou donde estaban los otros, y me contestó que habían decidido hacer una visita de inspección para intentar saber donde estábamos en realidad, pues no sabían si esta tierra era una isla ó ya parte del continente americano y con esa idea habían partido hace dos días, con la promesa de volver a por nosotros 

No volvió nadie y Nou y yo pensamos que los exploradores ó se habían perdido ó habían sufrido algún acontecimiento desafortunado, por ello decidimos ser nosotros los que debíamos indagar por nuestra cuenta, donde estábamos. Esos días me sirvieron para reponerme totalmente y recobrar todas mis facultades, así que cargamos con algunos víveres, con agua para cuatro días y con unos grandes cuchillos que a utilizábamos a modo de machetes. 

Nou estuvo contándome en esos días infinidad de historias de su pueblo, de sus gentes y costumbres  y de lo feliz que era en su tierra, hasta que aparecieron los tratantes y cazadores de esclavos. Tenía lo que se podría llamar cultura natural, una mezcla de sentido común y de conocimientos recibidos de sus antepasados que la experiencia había depurado y convertido en una especie de manual ó código de vida social, en cierto modo parecido a las constituciones de nuestros pueblos. 

Nos dirigimos hacia el Norte, sin dejar de avistar la costa. El terreno era muy fértil y si te adentrabas en él resultaba muy difícil de transitar pues la vegetación era selvática y muy tupida. Marchamos así durante tres días y el paisaje no cambiaba, así que después de abandonar la playa, las dificultades para avanzar se hacían casi imposibles de superar,  nos encontramos con que la selva se unía al mar mediante una zona de manglares y esa dirección ya resultaba imposible de seguir. Tuvimos que volver sobre nuestros pasos e intentar encontrar algún manantial o fuente de agua, pues aunque la obteníamos de las lluvias torrenciales que cada poco tiempo azotaban el lugar, esto podía llegar a faltar. 

Estábamos deprimidos, y hasta Nou que siempre se había mostrado alegre y parlanchín, permanecía callado y meditabundo. En el camino de vuelta nos encontramos con muchas huellas humanas que salían de la jungla, llegaban al mar y volvían a desaparecer nuevamente  a poca distancia nuevamente en  la selva. Esto nos puso en estado de alerta, e hicimos varias suposiciones, ninguna buena. 

Intentamos con mucha precaución seguirlas por la selva, pero pronto nos dimos cuenta de lo inútil y arriesgado de nuestro idea  y desistimos pensando que el mejor sería esperar a conocer quienes y que intenciones tenían esos hombres. 

Nou era un hombre acostumbrado a vivir en plena naturaleza, en los bosques africanos, que aunque muy distintos a una jungla tropical, si tenían puntos en común , en lo relativo a supervivencia, por ello fue él quien tomó el mando y las decisiones de preparar un campamento desde donde poder observar a cualquier intruso sin ser vistos. 

Nos internamos ciento cincuenta metros  hacía el interior de la jungla y  lo hicimos circulando en zigzag, para evitar dejar una huella clara. Una vez en el punto elegido limpiamos de maleza y matorrales un gran círculo de unos veinte metros de diámetro , en cuyo centro había una esbelta palmera de unos cuarenta metros de altura, juntos ella y a unos tres metros se alzaban otras tres algo más bajas, formando un cuadrado  que Nou midió concienzudamente y me explicó,  como  por medio de lianas y hojas de palmera que obtendríamos de la jungla podríamos construir una plataforma elevada de seguridad, desde donde otear a cualquiera que se acercara, animal o humano. 

Estuvimos trabajando toda la jornada en eso y en la construcción de lanzas, arcos y flechas que Nou insistió en tener a mano por lo que pudiera ocurrir. Aún nos quedaba agua de la que recogimos en la última lluvia tropical, pero nuestro siguiente trabajo era resolver definitivamente ese problema. Como comida disponíamos de dos tortugas y un lagarto que Nou había cazado antes de adentrarnos en la jungla 

Esa noche permanecimos expectantes al pie de la palmera dejando para el día siguiente la terminación de la construcción de la plataforma. 

Nou subía y bajaba de las palmeras con mucha facilidad, usando unas lianas con las que las rodeaba, el sistema una vez practicado era sencillo y hasta yo lo aprendí a utilizar con cierta soltura.

 A los pocos días teníamos perfectamente organizado nuestro campamento, con un sistema muy eficaz de recogida de agua, mediante unas grandes hojas y un circuito de cañas que desembocaba en un conjunto de cocos cortados como recipientes escalonados  que nos daban una capacidad de almacenamiento suficiente para más de cinco días, como sistema de emergencia también dispusimos de una recogida del agua del rocío, que hacíamos llegar a dos  botellas de cristal que antes habían contenido vino y que quizás por añoranza además de consolarme bebiendo el vino que contenían, yo había guardado  cuidadosamente. 

Estuvimos con paciencia más de ocho días esperando que se volvieran a acercar los hombres que habían dejado sus huellas en la playa, antes habíamos borrado cuidadosamente las nuestras mezclando las con las suyas. 

Un amanecer nos despertaron sus cánticos y el ruido de sus tambores, era un grupo de unos veinticinco indígenas ataviados con unos taparrabos de hojas y plumas, y el pelo negro recogido en coletas y trenzas sobre el que colocaban trozos de cabezas de animales en forma de gorros, que unidos a las pinturas y tatuajes que cubrían su piel, les daba un aspecto impresionante  y fiero que producía escalofríos .

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