Capítulo 7: Lujo

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Fabián. 

Si pudiera describir lo que veo con una sola palabra esta sería, hermosa

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Si pudiera describir lo que veo con una sola palabra esta sería, hermosa.

Bajo del taxi con asombro, María a mi derecha. La veo de reojo, tiene la boca abierta y los ojos como platos. No es para menos, cuando mi hermana me hablaba por las noches para contarme todos los detalles de su nueva vida, olvidó mencionar sobre esto. Una de las casas más hermosas e impresionantes que he tenido la oportunidad de ver. Techos de tejas rojas con formas variadas e irregulares, piedra caliza decora la fachada principal. Puertas de madera tallada, pomos dorados, a ambos lados de la entrada dos enormes macetones de barro cocido, con pequeños árboles en ellos. Desvío mi atención de un lado a otro de la mansión. No alcanzo a divisar los extremos.

Cientos y cientos de ventanas reflejan la luz del sol.

—¿Aquí vive tu hermana?

—Eso parece.

—Es impresionante. ¿En qué dices que trabaja?

—Marketing —respondo soltando el aire—, venga ya entremos.

Tomo mis maletas del suelo. María un paso atrás de mí, los dos subimos por los escalones de piedra hasta la entrada principal. Una puerta doble de madera tallada y vidrios decorados. Suspiro profundamente. ¿Por qué no había mencionado nada de esto Patricia antes? ¿A qué se dedica su futuro esposo? Dios tan solo espero que no esté en malos pasos. La fama de los italianos es... al igual que la del mexicano, un tanto peculiar.

Dejo mi maleta en el suelo. Me limpio el sudor de mis manos con la tela de mis vaqueros negros. Me da miedo tacar al timbre, pero al mismo tiempo una corriente de adrenalina me orilla a hacerlo. ¿Qué puede esperarme al otro lado de la puerta? Veo la perilla dorada con curiosidad, mi reflejo se observa en la superficie. Todo huele a limpio, a nuevo. María camina hasta mi lado, arrempujándome con diversión. Su cabello negro bailando por una suave brisa.

—¿Listo?

—¿Qué puede salir mal?

—Exacto...

Toco el timbre con una sonrisa, esperando ver a mi hermana de pronto.

Se suponía que Patricia y Arno nos estarían esperando en el aeropuerto cuando llegáramos, pero tras dos horas de una tediosa espera en una sala llena de niños pequeños que no dejaban de llorar, ancianos con sus carros eléctricos y libros de vaqueros, madres que gritaban en italiano para intentar acallar los gritos de sus propios hijos, María y yo decidimos que lo mejor para ambos era aventurarnos por cuenta propia. ¿Qué podría salir mal? Un par de días perdidos en Italia no serían tan malos como pudieran parecer. Por fortuna había anotado la dirección de mi hermana en mi celular, solo en caso de emergencia.

Patricia tiene la maravillosa cualidad de ser una mujer muy olvidadiza en ciertos aspectos. Cuando se sumerge de lleno en su trabajo, o en algún otro tema de su interés, no hay arma humana que puede distraerla. Es como si el mundo entero a su alrededor simplemente desapareciera en ese momento. Por eso, cuando vi que los minutos continuaban moviéndose en mi reloj y que ella no aparecía por ninguna parte, decidí arriesgarme a la aventura. Un calor sobrehumano llenó mi cuerpo, mis manos temblaban de la emoción.

Prohibido amarme.Where stories live. Discover now