Capítulo 24: Firework.

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Fabián. 

El tiempo no existe para mí.

Aquí dentro es imposible saber cuánto tiempo ha pasado desde aquella última vez que pude ver el sol con mis propios ojos. Sé que no estoy muerto, no puedo explicar cómo o porque, pero simplemente lo sé. Aunque no podría decir que estoy vivo del todo. Me encuentro en un delicado estado entre la vida y la muerte, debatiéndome entre qué lado del acantilado debería caer. Si dejarme arrastrar por ese pozo sin fondo a mi derecha, o saltar a la seguridad de la tierra a mi izquierda. Intento mover mi cuerpo, pero estoy petrificado en el lugar. No puedo ni siquiera levantar la mirada al cielo estrellado.

Algunas veces es así. Una imagen hiperrealista de una montaña, estoy seguro, que vi hace algunos años en la televisión. Era un documental sobre los picos nevados más altos en el mundo. De alguna manera u otra, mi mente se las arregló para construir toda una alucinación a su alrededor. Sé que estoy alucinando, que posiblemente, aún me encuentre dormido en la cama del hospital por la anestesia. El problema es que no logro encontrar una forma de poder despertar. Por más que me agito, intento moverme o hacer cualquier sonido, no logro despertar. Es como si estuviera hecho de piedra.

Otras veces todo a mí alrededor se transforma. En momentos estoy en un inmenso desierto de arenas amarillas y doradas. Dunas y dunas hasta donde alcanza la vista. El calor va trepando por mi cuerpo hasta que llega a ser insoportable. De nuevo, es como si algo me aferrara los tobillos y me impidiera moverme. Lo que parecen segundos se trasforman en días, y los días enteros en más que milésimas de segundo. Me quedo, la mayoría del tiempo, parado sin poder moverme, viendo como el sol cruza el cielo a mi cabeza.

Pero sin duda la alucinación más común de todas, y la que con más preguntas me deja, es aquella que pasa cuando despierto de un largo periodo de oscuridad. Me descubro en medio de un cuarto extraño, sin ventanas y con una sola puerta verde de metal al fondo. Ahí sí puedo moverme, aunque no sirva de nada. Me quedo encerrado durante lo que parecen milenios, esperando cualquier cosa, pero nada ocurre. He intentado abrir la puerta tantas veces, sintiendo que la salida está tras el otro lado, pero cada vez que me acerco el metal se calienta a tal extremo que no puedo tocar la perilla sin salir quemado.

La lógica parece no existir aquí dentro. Sé que duermo, de alguna manera es que puedo saberlo, pero aun así lo que no debería existir en mis sueños, se las arregla para existir desafiando toda razón o creencia. El dolor, el calor, el frío, la desesperación, el cansancio entre otras muchas cosas, se escurren como larvas por entre las grietas de mi cabeza hasta que llegan a lo más profundo de mi subconsciente. Es extraño pero eso, lejos de incomodarme, me da la esperanza de saberme vivo. Aún respiro, aún estoy haya fuera, aunque no del todo.

Tengo que encontrar una manera de salir de aquí. Tengo que regresar con Patricia, María, Arno y sobre todo con Leonardo, que sé me está esperando. No he dejado de pensar en él un solo momento desde que esta pesadilla comenzó. Siempre que estoy a punto de rendirme por la locura que me asecha desde cada esquina, su imagen se las arregla para aparecer frente a mí. A veces de manera completa, su cuerpo, su sonrisa, me dan fuerzas para seguir soportándolo todo. Otras más solo como un lejano susurro que llega hasta mis oídos. No dejo de pensar que no me ha abandonado un solo segundo.

Necesito aferrarme a eso desesperadamente.

El mayor problema es que he estado mucho tiempo aquí dentro como para buscar una salida, pero no hay nada que me indique el camino que tenga que tomar para regresar a sus brazos. Cuando estoy en el desierto o en la montaña, mi cuerpo se paraliza de tal manera que no puedo más que esperar a que la fantasía desaparezca y me lleve a otra parte. He intentado hallarle sentido a lo que pasa, pero nada parece tener lógica. No comprendo que es lo que eso significa.

Prohibido amarme.Where stories live. Discover now