Capítulo 13: Lujuria.

38.9K 2.8K 364
                                    


Leonardo. 

Froto el tronco de mi nariz.

—¿Qué mierda estás haciendo conmigo cariño?

Ha pasado una semana desde que Fabián y yo nos besamos.

Siete días en los que he ido aprendiendo mucho sobre él. Lo que le gusta hacer cuando está solo por las tardes, lo que le desagrada al momento de conocer a una persona, cada uno de sus deseos más íntimos y los sueños que siempre ha tenido, como conocer Japón o andar en góndolas por Venecia. En este poco periodo de tiempo he comenzado a enamorarme con locura de él. De ese Fabián que parece existir solo cuando está conmigo. Alguien con mucho que dar, pero con miedo a dar demasiado y no recibir nada a cambio.

No sé a ciencia cierta cómo carajos es posible que, en tan poco tiempo, pueda sentir toda esta clase de emociones por un hombre pequeño, delgaducho, un tanto débil y miedoso, pero sumamente encantador. Podrá ser la conexión que nos une desde el instante en el que nacimos, un cordón rojo que ata nuestros meñiques. Prefiero creer que es otra cosa la que me hace enamorarme. Que es su verdadera esencia, la que me cautiva de tal forma de no poder vivir sin él.

En estos días, puede llegar a conocer a un Fabián distinto a lo que proyecta. Una persona que, durante gran parte de su vida, vivió encerrado en una burbuja con miedo a salir de ella. Temeroso, nunca se aventuró a salir de esa zona de confort en la que estaba. Esperaba en silencio un cambio, algo, cualquier cosa que le hiciera abrir los ojos y salir a un mundo desconocido. Hasta que ocurrió. Hasta que abrió los ojos, comprendió que no podía seguir sentado viendo la vida pasar, que tenía que ser él el protagonista de su propia historia.

Es tan diferente a mí en tantos sentidos.

Sus padres murieron cuando era pequeño, su hermana se hizo cargo de Fabián lo mejor que podía. Creo que es por eso que tiene el carácter tan retraído. Siempre le hizo falta una figura paterna en su vida que lo ayudara a comprender el camino por el que estaba pasando. Que le enseñara que no siempre todo lo que parece malo, en realidad lo es.

Aunque tengo que aceptar que me gusta esa parte de él. Es, en esencia, todo lo que yo no soy. Mientras él es un poco tímido, yo soy un cabrón seguro de sí mismo. Él es una persona que disfruta de la tranquilidad, leer algún libro bajo la sombra de un árbol o ver una película en una tarde lluviosa. Yo soy un hijo de perra que ama sentir como la adrenalina corre por mis venas, que no tiene miedo a lanzarse a la aventura sin sopesar en los riesgos. Fabián es alguien con pocos amigos, yo alguien que disfruta conocer a una persona nueva cada noche. Bueno, al menos así era antes de conocerlo. Pensar en meter en mi cama a un extraño, me hace querer devolver el estómago por el asco.

Por eso mismo se podría decir que estoy así, frustrado.

Han pasado casi dos semanas desde la última vez que follé con alguien. Mi lobo desesperado, aúlla por un poco de contacto con su pareja. En lo único que puedo pensar es en arrastrarme hasta su habitación, desgarrarle la ropa y hacerlo mío hasta que Fabián no pueda soportarlo más. Desde ese jodido día en el restaurante, he tenido un serio problema de bolas azules. Parezco un maldito púber masturbándome en la regadera todas las mañanas. Aunque por ahora me conformo solo con todos los besos que nos damos cuando tenemos oportunidad.

Fui yo quien insistió en querer mantener nuestra, si se podía llamar relación, en secreto por su propio bienestar. Al principio pareció dolido por mi suplica, pero logré convencerlo. Lo hago por ahora, para ganar un poco de tiempo antes de revelarle la verdad. No quiero que algún idiota arruine mi oportunidad con él, diciéndole mi secreto de forma accidental. No podría soportar ver como se aleja de mi lado, temeroso de llegar a conocerme mejor. He avanzado tan poco, que tengo miedo de mandarlo todo a la mierda por un error.

Prohibido amarme.Where stories live. Discover now