1. Yo

660 65 28
                                    

El suelo quemaba en mi espalda, pero cuando miré a Edipo no parecía importarle el calor.

-Eh, Nico -pronunció, como siempre, con lentitud.

Yo me giré hacia él.

-¿Qué mierda quieres?

-¿Te queda? -la lengua humedeció sus labios, y el acto me produjo una arcada.

-Tienes mala pinta -susurré, volviendo a mirar el sol. El mismo sol que me abrasaba el alma, era el mismo que me hacía seguir con vida- ¿seguro que quieres más?

Sus ojos desorbitados me dieron la respuesta, y mis movimientos se limitaron a ser un estiramiento de brazo para entregarle la bolsita a mi compañero.

-Me da asco que me mires -el chasqueo de mi lengua produjo un ligero bote en el sitio de mi amigo, el cual ya estaba relamiendo sus dientes.

Sus ojos inquietos se posaron en mí.

-¿Qué?

-¡Que no me mires, cerdo! -el sonido de mi palma contra su mejilla resonó en toda la azotea.

-Eres un idiota.

-¡Tú lo eres! -un bufido salió de lo más profundo de mí, y rodé los ojos con desesperación.

-Venga, no te enfades -su aliento con olor a gasolina cayó en mi rostro como una lluvia. Una lluvia dorada.

Y yo no hice otra cosa más que arrugar la nariz con asco.

-Hueles a alquitrán -las palabras salieron con rabia, pero él no pareció entenderlo- quítate.

-Vamos, Nico -canturreó, haciéndome odiar cada vez más esa forma que tenía de llamarme.

-Nicolás.

-Vamos, vamos... -sonrió, y unas gotas de sangre empaparon mi mejilla. Su mandíbula no se estaba quieta; parecía estar masticando chicle- déjate hacer.

Por pura casualidad, por el azar mismo de la vida, nuestras pupilas chocaron.

Y al encajar mi rodilla en su estómago, el drogado comenzó a toser en busca de aire de una forma algo desesperada.









-Media hora, Edi -musité, mirando mi reloj imaginario- ¡media hora llevas fingiendo que te mueres! Para ya, que pareces tonto.

-Hay alguien ahí -alcancé a escuchar, con cierta dificultad. Y no le hice caso hasta que no sentí más de una mirada puesta en mí.

-¿Quién coño es? -me apresuré a preguntar, asomándome junto al moribundo.

-Y yo qué sé -escupió con rabia, divisando el frente.

Imité su gesto y únicamente diferencié algo dorado. Algo dorado que me observaba. Hasta que noté lo mismo, pero a centímetros de mí.

Mis dedos se incrustaron casi de inmediato en los ojos cercanos que me veían.

-¡Bestia!

-Te dije que no me miraras.

Don't stare at me |The Puppeteer| [Gay]Onde histórias criam vida. Descubra agora