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(T/N) bostezo, mientras seguía tomando apuntes de la clase. Era la ultima materia y, el cansancio, se sentía. Ya nadie hacia bromas, ya nadie hablaba entre si y, mucho menos, nadie armaba el acostumbrado barullo de las primeras horas. La voz de la Morsa, profesor de Historia del Arte, actuaba como una anestesia, haciendo que varios cayeran dormidos o cabecearan. Ella se quito las lagrimitas que salían de sus ojos y siguió escribiendo. Le dolía la mano por tanto tomar apuntes, pero, debería hacerlo, si quería llegar bien al examen. El timbre, por fin, sonó, rompiendo el encantamiento de sueño. El profesor cerro el libro del cual estaba dictando y, sin mas, casi escapo del salón. La joven guardo sus pertenecías con tranquilidad y espero a que todos los demás salieran del aula. Hoy Marina no había asistido a clases y se podía decir que (T/N) extrañaba escuchar su voz y los chistes que hacia, logrando que las clases no fueran tan pesadas.

Salio del lugar lentamente, mientras se fijaba en su teléfono. Debería llamar a su padre, pero esa noche, no, ya era muy tarde. Soltó un suspiro y se alejo unos cuantos pasos de la entrada del Instituto, mientras observaba la calle. Al parecer su Daddy en turno se había retrasado. Desde que habían comenzado con aquella relación, siempre había alguien que la llevaba a los lugares que necesitaba ir. Jamas se quedaba del todo sola, a menos que ella así lo dijera y, esto, usualmente, era cuando debía estudiar. Miro a ambos lados de la calle, al mismo tiempo que los últimos estudiantes se alejaban. Con una de sus manos saludo a un par de compañeros de su clase, que luego se alejaron hasta perderse de vista. Al menos no hacia frió, no tanto. La primavera estaba avanzada, de hecho faltaba un mes para el verano, pero, aun, seguían apareciendo noches y mañanas frías. Estaba a punto de sacar su celular para ver la hora, cuando unos golpecitos en su hombro la interrumpieron.

—Disculpa— menciono una voz masculina y (T/N) se giro sobre sus talones, ofreciendo una sonrisa que se borraría al instante. Pudo jurar de que su corazón dejo de latir, para luego comenzar a bombear de manera desmesurada. Algo frió, como si le hubieran puesto un cubito de hielo en la espalda y, ahora estuviera helando su piel al derretirse, bajaba por espina dorsal.

—Federik...— pudo susurrar. El hombre rubio sonrió. Si antes aquella mueca le hubiera parecido increíblemente masculina y bien parecida, hoy por hoy, solo transmitía locura. Miles de recuerdos pasaron por su mente, al mismo tiempo que el estiraba una de sus manos, hasta acariciar el rostro de la mujer. (T/N) se sintió repugnada, ¿como, luego de tanto, podía tocarla así?

—Mi dulce caramelo... Eres, ya, toda una mujer. Estas preciosa— susurro el individuo. Como acto reflejo, ella trato de dar unos cuantos pasos hacia atrás, pero la mano libre de el, atrapo la otra mejilla, con dureza y tiro, haciendo que la joven tuviera que quedar a escasos centímetros . Habia pensado que ya estaba curada, que todo había sido guardado por su mente en un baúl bajo siete llaves. Que no le molestaría verlo de nuevo. Pero allí estaba, temblando como un chihuahua nervioso. Los antebrazos habían comenzado a dolerle, al igual que sus muslos. Sabia porque, pero no tenia ganas de recordarlo. Cada vez que lo hacia, la bilis laceraba su garganta. Trago fuertemente, tratando de darse valor y, a la vez, rogando que pasara alguien y que no los confundieran con una dulce pareja que, claramente, no eran.

—¿Q-que haces aquí?— pregunto. ¡Bien! Su voz no había salido tan temblorosa como había pensado. Tal vez, tan perdida, no estaba. Federik sonrió, dándose cuenta de que su gatita lo estaba desafiando. No importaba, no importaba, pronto las cosas volverían a ser como antes.

—Vine a buscarte claro. Era raro que, siendo un pueblo tan pequeño, no me hubieran llegado antes los rumores de que te habías trasladado a la ciudad para estudiar. Así que le pregunte a tu padre y...—

—Yo no te necesito. Ya no mas— le interrumpió, (T/N), notando la ira que se esparcía por su cuerpo. AL parecer no había cambiado. El contrario, arqueo una de sus cejar, sin perder esa sonrisa hipócrita. Ella deseaba arrancarsela a arañazos.

—Ah si, lo se— la sonrisa petulante se borro del rostro masculino y la joven volvió a tener miedo. Esos ojos, café, que destilaban violencia y rabia, hicieron su aparición. De repente, ya no se sentía tan fuerte—. Ahora los tienes a ellos— y, diciendo esto, golpeo la mejilla izquierda de la chica, con tanta fuerza que ella callo al suelo. Dejo salir un jadeo ahogado cuando noto como la parte afectada, ardía como mil demonios. Hacia tiempo que no sentía ese tipo de dolor, tanto así que, creía, se había astillado el hueso, aunque, claro, solo estaba exagerando. Con el paso del tiempo en esa relación enfermiza, había aprendido a simplificar las cosas, al parecer, habia perdido la costumbre. Como pudo, tratando de no darle importancia al golpe, se trato de levantar, pero algo, punzante, clavado en su gemelo derecho la hizo dar un grito de dolor. Con rapidez, bajo la vista hasta ese lugar, encontrándose con el tacón de madera de las botas tejanas que aquel hombre llevaba.

—¡Quítate!— exclamo, en un momento de valía, al mismo tiempo que buscaba quitar la extremidad inferior del rubio, con sus manos. El no se inmuto, mas, sin embargo, cogió un poco de su cabellera y tironeo de ella. (T/N) volvió a gritar el dolor e impotencia.

—¿Como es que los llamas? Ah si... "Daddy". Me bastaron pocos días para saber que te has convertido en una puta— cada palabra destilaba veneno, aunque no sabia que era lo que mas le dolía, si los jalones de cabello o que todo era completamente verdad—. ¿Es que andas con todos a la vez? ¿Lo saben?— diciendo esto, soltó, bruscamente las hebras, haciendo que la cabeza de ella se fuera hacia atrás y pegara contra el muro de la escuela. Soltó un quejido, notando como la, oscura, imagen de aquel hombre se volvía borrosa. Su vista se lleno de puntitos negros y blancos que bailaban y no la dejaban ver bien.

Federik se aparto del cuerpo de la joven, con la respiración agitada. Hacia tiempo no se sentía tan bien. Exactamente, desde que su relación había terminado. ¿Porque había terminado? No lo recordaba, seguramente habían sido tonterías de ella, pero, claro, eran sus tonterías. Le hervía la sangre cada que recordaba como la vio llegar en autos y se despedía con un cariñoso beso de ese hombre que, en todas las ocasiones, era diferente: rubio, moreno, asiático, cejudo, enfundado en una bufanda a pesar que el calor se presentaba. Volvió a acercarse a ella, sin, siquiera, notar como un vehículo doblaba en al esquina alejada. Sin mas, pateo el costado del torso de la muchacha, quien soltó un grito al sentir el cuero duro de la bota impactar contra su piel. Se inclino y la tomo, sin piedad, del cuello, asfixiandola lentamente. Ella coloco sus manos en las ajenas y araño la piel, notando como esta cedía ante sus uñas, pero el hombre parecía implacable.

—¿Tu padre lo sabe? ¿Tu hermano lo sabe, mi dulce caramelo? ¿Que dirán si se enteran?— pregunto, sonriendo, o al menos eso podía captar la chica, por su vista le comenzaba a fallar. Federik estaba a punto de volver a arremeter contra (T/N), cuando sintió un puño impactar contra su mandíbula, haciéndole perder el equilibrio.

¡Petite!— exclamo una reconocida voz para la muchacha. Sonrió, victoriosa que la situacion no hubiera pasado a mayores y si hubieran quedado allí, solo en golpes. El aroma a perfume de hombre, combinado con el de miles de especias que utilizaba en la cocina, le transmitieron tranquilidad. Manos grandes la arroparon y, pronto se pudo sentir contra el pecho de Francis, quien trataba de tomarla con cuidado. A unos metros, Alfred seguía golpeando el rostro de aquel hombre, como si no hubiera mañana. El galo creyó ver sangre en el piso, pero no le presto demasiada atencion.

—¡¿Como te atreves a siquiera tocarle?!—exclamo el rubio de anteojos, sin dejar de asestar golpes contra el rostro del agresor. Era su culpa, toda su culpa. Si hubieran llegado antes, esto no habría ocurrido. Si no se hubiera entretenido diez minutos, mas, mirando ese estúpido programa de talentos, la hubiera podido salvar. Un puñetazo y un espeluznante sonido llego, con goce, a los oídos del país, quien sonrió de manera cínica.

—¡Alfred! ¡Ya vamonos!— exclamo el mayor. Habia puesto a la chica en el siento trasero, tratando de que estuviera lo mas cómoda posible. ¿Como le iban a explicar a Alemania lo que había sucedido? Peor, ¿como le iban a explicar a Italia que su bellezza había sido atacada? El alemán no era nada comparado con el latino y sus peligrosos desviarios. Con un gruñido, América se levanto y, luego de patearle en la entrepierna, se alejo del cuerpo del hombre, quien profería quejidos y sollozos. Tal vez le dolía mas el orgullo que otra cosa. Federik pudo escuchar un portazo y luego las ruedas del auto rechinar contra el asfalto, mas tare, la nada. Se habían llevado a su dulce (T/N), pero haría lo que sea para que volviera con el. Escupió sangre y, como pudo, se levanto. Tenia la nariz rota, un corte en su ceja y su cara dolía horrores, pero una leve satisfacción estremecía su cuerpo. Habia podido tocar a su dulce caramelo y, con eso, bastaba.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz