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—Entonces... ¿Ella sería algo así como nuestra hermana mayor?—comento, en una pregunta, Feliciano, sin dejar de observar el semblante, tranquilo, de (T/N). Luego de que ella se desmayara, quisieron llevarla a un hospital, pero Argentina les dijo que, probablemente, fuera por el estrés que le causo aquella noticia. Confiando en su título de médico, la habían llevado a la casa de los hermanos y, antes de que pudieran evitarlo, tenían a, prácticamente, parte del Mediterráneo, metidos en una habitación. Veneciano no los culpaba, el también estaba absorto con la noticia. Que supieran, pocas veces se habían encontrado reencarnaciones de países y jamás se les decía nada a aquellas personas.

—Si... No... ¡No lo sé, maldición!— exclamo, Romano, haciendo sobresaltar a su gemelo— Solo sabía que había algo extraño en ella desde el momento en que la vi— balbuceo, recorriendo, con la mirada, el cabello del la mujer. Si, definitivamente era ella, no cavia duda. El menor se quedo, mortificado, pensando si era, o no, incesto. No quería casarse con su propia hermana. Por un momento, recordó las veces que hizo el amor con la muchacha... ¡Que pecado! Estaba a punto de lanzarse por la ventana, directo al confesionario, pero lo detuvieron pequeños golpes en la puerta. Sin esperar respuesta, esta se abrió, dejando ver a Grecia, con sus gatos, como era normal.

—Buenos días— saludo cordialmente, con una vaga sonrisa plasmada en su rostro para luego entrar en la, ya, poblada habitación—¿Es... cierto? ¿Es ella?— susurro, acercándose a la cama, sin prestarle demasiada atención a los demás países que se encontraban allí.

—¿Cómo es que entraste?— pregunto, Sadik, quien ingresaba, nuevamente, en el cuarto—. Creí que había dejado la puerta cerrada—

—Por la... ventana— comento, como si fuese cosa de todos los días, sin siquiera mirar al mayor. Se dedico a observar a la mujer que seguía durmiendo, ajena a todo lo que pasaba a su alrededor. Grecia arqueo sus cejas y, sin más, se acostó, dejando su cabeza en el vientre de la chica. Inspiro profundamente y dejo salir todo el aire—. Si. Es Bizancio. Ella solía hacer esto luego de que Turquía me molestara— murmuro. Feliciano no pudo evitar sentirse incomodo por la cercanía del país con su chica, pero, sobre todo, el rostro soñador de aquel hombre, como si estuviera recordando miles de cosas con (T/N).

—G-Grecia... ¿T-te importaría apartarte de (T/N)?— balbuceo, tratando de no sonar brusco. El susodicho asintió con su cabeza y allí termino el tema, puesto que, al parecer, el helénico no iba a quitar su gigantesco cuerpo de ella. Turquía no pudo evitar soltar una pequeña carcajada.

—Aun recuerdo cuando Egipto hacia lo mismo cuando me acercaba demasiado a ella— exclamo, sonriendo. Una mirada del moreno, junto con un bufido, hizo que se callara completamente. No quería hacer enojar a su amiga. No le convenía hacer enojar a su amigo. Carraspeo levemente y aparto la mirada de las intensas iris ajenas. Sadik no sabía que hacía, exactamente, allí. No es como si Egipto hubiera sido demasiado apegado a ella, pocas veces lo había demostrado a base de celos, pero nada más. A veces se preguntaba qué es lo que estaba pasando por la mente de este.

Arabia Saudi, veía aquella conversación de miradas, desde el fondo de la habitación. No le gustaba, demasiado, interactuar con los demás países. Años y años de vida, junto con traiciones, le había enseñado a no fiarse demasiado, pero, aun así, no pudo evitar entrometerse en la casa, cuando Turquía juro y perjuro que aquella chica era la reencarnación de uno de los más grandes Imperios. Viendo que todo el mundo estaba distraído, el hombre de túnica blanca y barba, se acerco hasta la cama. Se inclino levemente, contemplando el rostro de la mujer. Aun seguía algo escéptico. ¡Era demasiada casualidad! Chasqueo su lengua. Estaba a punto de apartarse, cuando observo algo que lo dejo pasmado. Con cuidado, quito la sabana que cubría el hombro izquierdo de la mujer. Allí había una cicatriz bastante larga.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora