Capítulo 3

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La mañana siguiente amaneció esplendorosa. En estas zonas tropicales, durante la temporada de lluvias, las mañanas usualmente son despejadas, soleadas y muy cálidas, tomando en cuenta que en realidad, es el verano astronómico, aunque la gente le llame «invierno».

Esas mañanas de cielos despejados no presagian en modo alguno lo que sucederá alrededor de la una o dos de la tarde, cuando aparecen unas nubes cargadas de agua de no se sabe dónde, que cubren el cielo en cuestión de media hora y como al toque de una trompeta inaudible todas a una dejan caer lo que resulta ser casi una versión local del diluvio universal.

Dani se había levantado muy temprano para tener listo el desayuno, pues ese es uno de los servicios, obviamente, de un establecimiento como La posada del sol y la luna. En la noche anterior ya había pensado, como era costumbre, disponer de algunas frutas, como bananas, piña, sandía y papaya; además, huevos, jamón, pan fresco, tortillas de maíz, queso, natilla, arroz blanco, frijoles negros y plátanos maduros fritos. Para beber, café, leche, té y algún jugo o batido que podía hacerse al momento con las mismas frutas que ya se habían seleccionado. Era una ventaja haber tenido suficientes recursos disponibles para atender a los huéspedes inesperados, lo que evitó que tuviera que haber salido a realizar compras de urgencia.

La mesa del comedor lucía mantel limpio, en esta oportunidad rojo liso con sobremantel blanco, rematado por un sencillo florerito orgulloso de portar flores blancas y rojas recién cortadas. Para eso, Dani trajo el que tenía en su habitación personal, pues no era costumbre de la posada poner esos detalles estéticos en las mesas.

La primera en bajar, a eso de las nueve pasadas, fue Marit, quien luego de saludar a Dani se dirigió al comedor. Se sentó y eligió un plato de frutas frescas para desayunar. Dani, cortésmente le preguntó si había pasado bien la noche, a lo que ella contestó que había dormido profundamente, que la cama era muy cómoda, el ambiente agradable y que incluso no le molestó el calor.

A los pocos minutos bajó también Gunnar y llegó directamente al comedor. Le dio un beso chiquito en la boca a Marit saludándola tiernamente, como el buen novio que era.

Cuando Dani se acerca y le indica el menú, Gunnar elige huevos revueltos con jamón y, mostrando curiosidad por la papaya, que nunca había probado antes, pidió también un poco de esta fruta como postre. ¡Ah! Y té con leche.

Ya terminados de desayunar, Marit decidió ir a despertar a su hermano, quien aún no daba señales de vida. Tocó la puerta varias veces y al fin apareció un Jan todavía medio dormido y algo tambaleante.

―¡Qué cosa más espantosa es que no lo dejen a uno dormir en paz! Definitivamente las hermanas tienen la función universalmente asignada de venir a este mundo a no dejar dormir a los hermanos menores ―le dijo en son de broma matutina y apoyado al marco de la puerta como para no caerse.

―Venga, Jan, levántate, que la mañana está muy linda y no vale la pena que te la pierdas durmiendo.

―¡Nooooo...! Déjame dormir un poquito más...

―Nada. Y de aquí no me muevo hasta que salgas, pues de lo contrario seguramente te vas a volver a acostar; ya lo sé.

Sin embargo, el delicioso aroma del café recién preparado y que provenía de la cocina cercana, fue suficiente para estimularlo a levantarse y desayunar. Se lavó la cara, se puso su camisa sin abotonar ―como había decidido tener por costumbre mientras estuviera en el trópico―, pantalones cortos tipo bermuda; y descalzo y sin peinar la acompañó al comedor.

Dani se acercó entonces a la mesa y antes de que pudiera ofrecer el menú, Marit recitó de memoria las opciones mientras miraba a Dani a la espera de una sonrisa que reflejara la sorpresa por lo rápido que se lo había aprendido... pero la sonrisa no apareció.

La posada del Sol y la LunaWhere stories live. Discover now