Capítulo 18

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Dani estaba destrozado. Entre lágrimas preparó el almuerzo para su padre y le costó un mundo recuperar la compostura para llevárselo y darle de comer sin que él sospechara lo que estaba sucediendo.

Luego de lavar la cocina, incluso los pisos —lo cual no era necesario porque ya lo había hecho—, ordenar la sala de estar y quitar el polvo de todos sus muebles, se sentó en uno de los sillones sintiendo que el universo se hundía. Levantó sus ojos y se encontró con la jarra en que Jan había puesto las rosas luego de que el jarrón original se rompiera con el sismo... y se le volvieron a llenar los ojos de lágrimas.

—Jan... Jan...amor de mis amores... mi corazón es tuyo, yo te lo entregué junto con mi alma y con mi cuerpo entero —se decía en voz baja Dani—. Prometí no abandonarte nunca, pero ahora debo hacerlo, con todo el dolor que eso me produce, para que tú seas feliz. No me separaré de ti porque no te ame; lo haré... precisamente... por amarte tanto.

Cuando Gunnar y Jan volvieron a la posada, la encontraron en silencio, y como ya estaba oscureciendo, la encontraron en penumbras.

—¡Qué raro! —dijo Jan— Dani no ha encendido las luces.

Gunnar pensó que Marit ya debía haber hablado con Dani y eso era una señal de que le había ido bien. Probablemente Dani había aceptado renunciar a Jan y por eso se había deprimido.

Entraron en la posada y Jan fue de inmediato a encender las luces del corredor que da al frente, así como de la sala de estar. Inmediatamente se dirigió a la cocina, pero también estaba a oscuras y no había nadie; sin embargo tocó con cuidado la cocina y notó que aun estaba tibia. Pensó que Dani ya le había preparado la cena a don Manuel y seguramente estaba con él en su habitación.

—Fue una gran idea, Gun, el haber comprado la cena en el pueblo, así Dani no tendrá que molestarse por nosotros y todos podremos comer tranquilamente —dijo Jan, y fue para el comedor, donde vio que la mesa estaba lista, como siempre, pero el florerito y sus flores ya no estaban.

—Marit debe estar todavía en su habitación sumergida entre las tablas de datos, las fotos y los vídeos. Voy a subir a avisarle que ya volvimos —dijo Gunnar.

OK. Está bien —agregó Jan, y tan pronto Gunnar subió, Jan fue a la habitación de don Manuel donde suponía que debía estar Dani. Tocó suavemente la puerta, pero nadie contesto. La abrió despacio y aunque estaba bastante oscuro, notó que Dani no estaba y que don Manuel dormía. Hizo el recorrido general correspondiente, sin que le quedara ningún rincón de la posada sin revisar, salvo, obviamente, las habitaciones desocupadas. Los latidos se aceleraron y un velo oscuro cubrió su rostro.

«¿Dónde se habrá metido? ¿Qué estará haciendo?», se preguntaba. Cuando Dani desaparecía era un misterio que ya se había revelado, pero esta desaparición, era totalmente irregular. Jan le había comprado un par de enyucados que sabía cuánto le gustaban a Dani, y una lata de refresco gaseoso de naranja.

«¿Habrá tenido que ir al pueblo y nos desencontramos?», continuaba preguntándose.

—No, no lo creo —se dijo—. Al pueblo va para sus compras, y ahora no había nada que comprar. Pero y si fue al pueblo... ¿y si se encontró con el criminal ese que lo acosó y que evidentemente es el mismo que en la época de colegio lo agredió impunemente pateándolo en el suelo? Sentía que el corazón no solo latía desbocado sino que lo sentía en la garganta. Pensó devolverse al pueblo y peinarlo por completo si fuera necesario... hasta encontrarlo.

—Dani, mi amor... ¿dónde estás? —seguía preguntándose.

Cuando ya se disponía a salir disparado para el pueblo, bajan Gunnar y Marit.

La posada del Sol y la LunaWhere stories live. Discover now