Capítulo 3

749 129 35
                                    

Nunca aprendí magia de mi padre, ni siquiera al cumplir once años dí muestras de tener algún talento para ello.
Ahora sé que el pánico que le tenía inhibía toda gota mágica en mi sangre.
Era frustrante escuchar sus gritos y amenazas mientras agitaba la varita de mi madre con desesperación, tratando de balbucear hechizos que no recordaba, mientras Morfin se destornillaba de risa en el suelo, babeando y graznando en parsel que era una squib sin remedio.
Recuerdo pasar la mayor parte del tiempo tratando de ser invisible, adelantándome a los deseos de mi padre, incluso de mi hermano, para evitar sus regaños y burlas.
Ni siquiera un elfo domestico trabajaba tan duro como yo.
Aún así mis esfuerzos eran en vano, cualquier cosa que faltaba en nuestra pobre casa parecía ser siempre mi culpa, y se me golpeaba y reprendía a menudo por las cosas más absurdas.
Aprendí a alejar mi mente de los momentos más horribles, lo que estoy segura colaboraba a darme un aire soso que mi papá confundió prontamente con estupidez.

Morfin, en cambio, aprendía a gran velocidad, incluso inventaba hechizos que probaba en las serpientes que venían al jardín atraídas por sus cantos, cuando lo creía oportuno también los probaba conmigo sin ninguna represalia.
Muchas veces los cortes o efectos duraban días enteros antes de que mi padre accediera a ayudarme, creía que lo tenía merecido o pensaba que aquello ayudaría a liberar mis poderes , la magia que ha sido brindada a nuestro linaje y que una estúpida paria como yo, la vergüenza del mismísimo Salazar, estaba arruinando.

Los únicos momentos que anhelaba a mis 13 años, era cuando me enviaban al pueblo a vender las verduras de la huerta, eran pocas, pero de gran calidad debido a que mi padre había hechizado la tierra.
Los muggles del pueblo odiaban a mi familia, en especial  a mi hermano al que creían culpable de varios incidentes y robos, aunque nunca podían comprobarlo, sin embargo no podían prescindir de nuestra pequeña cosecha.
Debido a la mala reputación de mi padre y Morfin, era yo la encargada de ir al pueblo, jalando con todas mis fuerzas la pesada carretilla.
No me importaba la larga caminata por el camino rocoso, pues era un momento de tranquilidad.
Tampoco me importaban las miradas desdeñosas de los muggles del pueblo y el tono de burla, particularmente alto, con el que hablaban de mí las chicas de mi edad.
"¡Dios mío, yo jamás saldría vestida con esos harapos!", "...que es incluso más fea que su madre...", "Cada vez que le pago ¡no sé a qué dirección mira! La pobrecita..."

Siempre fui consciente de mi apariencia diferente, de mi larga nariz y mis ojos hundidos de mirada estrábica, de mi piel pálida y mi cabello negro deslucido.
Nunca me importó la ropa desgastada, ni mi andar tímido o mi balbuceo nervioso cuando hablaba con extraños.
¡Éramos los parias del pueblo, los indeseados! ¿Qué caso tenía el esmero cuando nunca nadie iba a querer conocerme?

Pero cuando cumplí 15 años lo ví, en la plaza del pueblo, y de pronto, todo lo que no importaba, importó...

*********************************************************************
Queridos lectores, espero que les guste éste Fanfic tanto como a mí me gusta escribirlo.
Siempre pensé que Merope merecía más que unas líneas y eso me motivó a hacer este relato.

Gracias por llegar hasta aquí, espero continuemos juntos hasta el final.

MEROPE GAUNTWhere stories live. Discover now