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Martha no estaba felíz. Era cierto, anque ella nunca pensaba en esas cosas y cuando su cerebro la conducía a esos pensamientos, siempre se ponía a escribir historias que nunca le habrían podido pasar. Cada día se despertaba con su niña de dos años, María, una preciosa princesa rubia con ojos verdes. Se duchaban y esperaban que Teresa, su vecina, le trajera su pequeño Carlo, un hermoso hombrecito de año y medio. Martha cuidaba de los dos mientras el resto de la gente trabajaba en el mundo real. Ella había abandonado ese mundo desde el dia en que había nacido María, encontrando un refugio seguro en internet.
Siempre le había gustado leer y unos años antes había escrito su primera novela, pero solo cuando su niña tenía unos meses había encontrado el coraje para publicarla. Ese dia había entrado en un mundo del que antes ignoraba todo. El mundo de los escritores emergentes. Había conocido muchas personas y con algunos había empezado a administrar un grupo de literatura en internet. Con el tiempo había nacido una grande admistad con los otros cuatro administradores, Cinthya, Carla, Diego y Mauri. Eran tres escritores muy diferentes entre ellos que le habían enseñado muchas cosas y sobretodo que siempre estaban ahí para ella. Nunca se habían encontrado pero Marta los sentía mas cercanos de algunos amigos de toda la vida. Su marido era un hombre encantador. Se habian amado desde el primer momento que se habían mirado a los ojos. En ese período se veían y hablaban poco debido a su actividad en las redes sociales y al amor de él por los deportes. Pero él siempre había apoyado sus poyectos literario creyendo en su valor. Martha estaba tan concentrada en su nuevo mundo que non se había dado cuenta de que su vida se había convertido en una rutina sin fin, salvo por los momento en que se conectaba con su amigos virtuales.

***

Era un lunes cuando el destino había decidido de despertarla.

- ¡Hola! - dijo su marido Marcelo volviendo desde el gimnasio.

- ¡Hola! - ella le hizo poco caso. Estaba escribiendo su nueva novela.

-Martha- la llamó él.

-Mmm-ella nisiquiera había levantado la mirada de la pantalla.

- ¿ Me escuchas?

-Si, si...claro.

-¿Podrías dejar eso un momento y mirarme?

Ella suspiró y miró hacia él -¿Que pasa?

-Tenemos que hablar.

-Te escucho.

-No se como decirlo, así que lo diré y punto. Hay otra persona.

Martha lo miró confundida -¿Que quieres decir?

-Me he enamorado de otra mujer.

Martha sintió como si le cayera algo muy pensante encima, como si de repente se encontrara en un lugar desconocido -¿Otra mujer? ¿Que mujer?- preguntó con un hilo de voz.

-Una chica del gimnasio.

-Te has enamorado- repitió ella.

-Si.

-Me estás dejando.

-Si.

El silencio inundó la casa, María había ido al parque con Teresa. Martha se levantó y poniendose el abrigo dijo -Tengo que salir. María volverá en una hora. No me esperáis.

La fuerza de tus palabras (Editando)Where stories live. Discover now