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La mañana siguiente se despertó a las once y se dio cuenta de que no había nadie en casa. Un bigliette de su madre en la cocina le decía que habían intentado despertarla pero no lo habían logrado, así que se habían ido a la playa sin ella. No acordaba que la hubieran llamado, pero no le sorprendía. Al final, se había acostado tarde, porqué había hablado con Diego en la noche. Con los mensajes se descubrían. Cada cuento, cada palabra, le decía algo de él que todavía no conocía. No tenía gana de ir a la playa, sólo tenía gana de ver Diego. De disfrutar de ese sentimiento nuevo. Encontró unos mensajes del hombre en su móvil, donde le decía que se había levantado temprano para ir a correr.
- Claro, ese cuerpazo no llega porque si- pensó ella. En otros mensajes le decía que estaba en el trabajo. Abrió facebook, mirando que le pasaba al mundo. Bueno, al mundo que ella conocía. Encontró una foto que no le gustó. Ana había etiquetado Diego. Arriba había escrito "Listos para correr, como todos los días" había varios comentarios de gente que decía que estaban bonitos, uno escribía "que parejita" también. No le gustaba, no le gustaba nada. Vio el perfil de esa perra, no tenían ni una foto juntos en el pasado. Así que lo había hecho de propósito. La muy pu...
- No, Martha. No digas eso, podría ser una coincidencia. Y sólo han ido a correr..pero porque no me ha dicho que van juntos.
Tenía que confiar en él, pero se dio cuenta que, gracias a Marcelo, no era tan fácil volver a confiar en otro hombre. Suspiró. Estaba tan enfadada, no podía llamar Diego, u habrían discutido. Llamó la primera persona que le vino a la mente.
- Hola cariño, ¿que tal?
- Hola Raúl.
- ¿Que pasa? - se conocía desde poco, pero él ya conseguia entender lo que pasaba sólo escuchando su voz.
Ella suspiró y le contó todo - Que tengo que hacer? Estoy tan molesta que si lo llamo, voy a discutir. Es tan difícil...yo tengo miedo que me engañe.
- Cariño no todos los hombres son iguales. Él no te va a engañar sólo porque Marcelo lo hizo.
- Lo se...pero... - suspiró - Esa tía, no me gusta.
- Martha, piensalo bien. Ayer Diego le dijo que está contigo y esta mañana ella publica esa foto.
- Tu también piensas que lo hizo de propósito.
- Claro que quería molestarte cariño, pero no tienes que caer en su trampa. Ella quería crear una pelea entre vosotros.
- Entonces la ignoro y sigo adelante.
- Si, eso sería muy maduro, pero...
- ¿Pero?
- Podrías hacer tu jugada.
- ¿Que entiendes?
- Te pones el vestido que te regalé, vas a esa agencia y haces una sorpresa a tu hombre, y vais a almorzar juntos.
- Mmm, no sé...
- Cariño, ¿cuanto te gusta ese hombre? Tienes sólo que decidir si te gusta tanto para luchar por él.
- Vale
- Piensalo, ahora tengo que ir, tu hija me quiere enterrar bajo la arena.
- Gracias...no le digas nada a mis padres.
- Tranquila.
Volvió a mirar esa foto. Su atención estaba concentrada en la cara de Ana. En su sonrisa tan linda, que escondía un alma mala. Se levantó para prepararse. Esa mujer no sabía donde se habia metido.

****

Encontrar la dirección de esa agencia fue muy fácil. Cuando llegó, encontró una secretaría.
- Buenos días, ¿puedo ayudarla? - le sonrió.
- Si, estoy aquí para el señor Pérez.
- ¿Tiene una cita?
- No hace falta - sonrió Martha - Soy su novia.
La chica se quedo callada, mirándola sorprendida.
- Yo... voy a llamarlo.
- ¿Está sólo?
- Si, pero tengo que llamarlo antes de...
- No, así será una sorpresa mejor - se fue hacia el pasillo que la chica había mirado perpleja. Vio una puerta con el nombre de Diego escrito arriba, se arregló un poco y llamó a la puerta. La voz de Diego hizo nacer una sonrisa en su cara. Entró, pero él no la miró, siguiendo con sus cosas.
- ¿Que pasa Lola? - dijo, pero cuando no respondió, él levantó su mirada. Se quedó inmóvil con una sonrisa tonta, pero felíz. Se levantó y muy de espacio se acercó a ella, cogió su rostro con las manos y la besó tiernamente.
- Tenía que averiguar que no te estaba soñando - le dijo.
- Vamos a comprobarlo mejor - ella lo besó, pero esta vez la dulzura se fue apagando, dando vida a la lujuria. Exploraron sus bocas, y se pararon con fatiga. Él puso su frente sobre la de Martha, suspirando.
- Mi dulce Martha, sólo Dios saba que gana tengo de ti.
Ella se sonrojó, sonriendo.
- Lo siento - dijo la chica - sólo había venido a invitarte a almorzar conmigo.
- Preciosa, yo haría de todo contigo - se fue a su escritorio, cerró una ventanas, apagó el odenador y se puso su chaqueta. Se acercó a Martha y la besó, quedandose a uno centímetros de ella - Todavía me parece un sueño.
En ese momento, entró Ana, que quedó boca abierta, mirando la chica.
- ¡Hola Ana! - dijo Martha sonriente - ¿Que tal?
- ¡H-hola! - Ana parecía haberse quedado sin palabras.
- Vine por una sorpresa a mi Diego. Te juro que te lo devuelvo después del almuerzo.
- Mejor me tomo una tarde libre - sonrió él, mirando su amiga.
- Vale - dijo la mujer, mirandolos como fantasmas, mientras salían de la puerta.
Martha se sintió felíz y satisfecha. Además de haber conseguido tiempo con Diego, ahora esa mujer había entendido que ella también conocía ciertos trucos. Empezaba la guerra, y Martha no tenía la intención de perder. Él era su Diego.

La fuerza de tus palabras (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora