ACTO I, ESCENA II

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HORACIO, MARCELO y dichos.

HORACIO.- Amigos de este país.

MARCELO.- Y fieles vasallos del Rey de Dinamarca.

FRANCISCO.- Buenas noches.

MARCELO.- ¡Oh! ¡Honrado soldado! Pásalo bien. ¿Quién te relevó
de la centinela?

FRANCISCO.- Bernardo, que queda en mi lugar. Buenas noches.

MARCELO.- ¡Hola! ¡Bernardo!

BERNARDO.- ¿Quién está ahí? ¿Es Horacio?

HORACIO.- Un pedazo de él.

BERNARDO.- Bienvenido, Horacio; Marcelo, bienvenido.

MARCELO.- ¿Y qué? ¿Se ha vuelto a aparecer aquella cosa esta
noche?

BERNARDO.- Yo nada he visto.

MARCELO.- Horacio dice que es aprehensión nuestra, y nada
quiere creer de cuanto le he dicho acerca de ese espantoso fantasma que hemos visto ya en dos ocasiones. Por eso le he rogado que se venga a la
guardia con nosotros, para que si esta noche vuelve el aparecido, pueda
dar crédito a nuestros ojos, y le hable si quiere.

HORACIO.- ¡Qué! No, no vendrá.

BERNARDO.- Sentémonos un rato, y deja que asaltemos de nuevo
tus oídos con el suceso que tanto repugnan oír y que en dos noches
seguidas hemos ya presenciado nosotros.

HORACIO.- Muy bien, sentémonos y oigamos lo que Bernardo nos
cuente.

BERNARDO.- La noche pasada, cuando esa misma estrella que está
al occidente del polo había hecho ya su carrera, para iluminar aquel
espacio del cielo donde ahora resplandece, Marcelo y yo, a tiempo que el reloj daba la una...

MARCELO.- Chit. Calla, mírale por donde viene otra vez.

BERNARDO.- Con la misma figura que tenía el difunto Rey.

MARCELO.- Horacio, tú que eres hombre de estudios, háblale.

BERNARDO.- ¿No se parece todo al Rey? Mírale, Horacio.

HORACIO.- Muy parecido es... Su vista me conturba con miedo y
asombro.

BERNARDO.- Querrá que le hablen.

MARCELO.- Háblale, Horacio.

HORACIO.- ¿Quién eres tú, que así usurpas este tiempo a la noche, y esa presencia noble y guerrera que tuvo un día la majestad del
Soberano Danés, que yace en el sepulcro? Habla, por el Cielo te lo pido.

MARCELO.- Parece que está irritado.

BERNARDO.- ¿Ves? Se va, como despreciándonos.

HORACIO.- Detente, habla. Yo te lo mando. Habla.

MARCELO.- Ya se fue. No quiere respondernos.

BERNARDO.- ¿Qué tal, Horacio? Tú tiemblas y has perdido el
color. ¿No es esto algo más que aprensión? ¿Qué te parece?

HORACIO.- Por Dios que nunca lo hubiera creído, sin la sensible y
cierta demostración de mis propios ojos.

MARCELO.- ¿No es enteramente parecido al Rey?

HORACIO.- Como tú a ti mismo. Y tal era el arnés de que iba
ceñido cuando peleó con el ambicioso Rey de Noruega, y así le vi
arrugar ceñudo la frente cuando en una altercación colérica hizo caer al
de Polonia sobre el hielo, de un solo golpe... ¡Extraña aparición es ésta!

Hamlet.Where stories live. Discover now