ACTO I, ESCENA VII

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LAERTES, OFELIA.

Sala de la casa de Polonio.

  LAERTES.- Ya tengo todo mi equipaje a bordo. Adiós hermana, ycuando los vientos sean favorables y seguro el paso del mar, no tedescuides en darme nuevas de ti.

 OFELIA.- ¿Puedes dudarlo? 

 LAERTES.- Por lo que hace al frívolo obsequio de Hamlet, debesconsiderarle como una mera cortesanía, un hervor de la sangre, unavioleta que en la primavera juvenil de la naturaleza se adelanta a vivir yno permanece hermosa, no durable: perfume de un momento y nada31más. 

OFELIA.- Nada más. 

 LAERTES.- Pienso que no, porque no sólo en nuestra juventudse aumentan las fuerzas y tamaño del cuerpo, sino que las facultadesinteriores del talento y del alma crecen también con el templo en queella reside. Puede ser que él te ame ahora con sinceridad, sin quemanche borrón alguno la pureza de su intención; pero debes temer, alconsiderar su grandeza, que no tiene voluntad propia y que vive sujeto aobrar según a su nacimiento corresponde. Él no puede como unapersona vulgar, elegir por sí mismo; puesto que de su elección dependela salud y prosperidad de todo un Reino y ve aquí por qué esta eleccióndebe arreglarse a la condescendencia unánime de aquel cuerpo de quienes cabeza. Así, pues, cuando él diga que te ama, será prudencia en ti nodarle crédito; reflexionando que en el alto lugar que ocupa nada puedecumplir de lo que promete, sino aquello que obtenga el consentimientode la parte más principal de Dinamarca. Considera cual pérdidapadecería tu honor, si con demasiada credulidad dieras oídos a su vozlisonjera, perdiendo la libertad del corazón o facilitando a sus instanciasimpetuosas el tesoro de tu honestidad. Teme, Ofelia, teme queridahermana, no sigas inconsiderada tu inclinación; huye del peligrocolocándote fuera del tiro de los amorosos deseos. La doncella máshonesta, es libre en exceso, si descubre su belleza al rayo de la luna. Lavirtud misma no puede librarse de los golpes de la calumnia. Muchasveces el insecto roe las flores hijas del verano, aun antes que su botón serompa, y al tiempo que la aurora matutina de la juventud esparce sublando rocío, los vientos mortíferos son más frecuentes. Conviene,pues, no omitir precaución alguna, pues la mayor seguridad estriba en eltemor prudente. La juventud, aun cuando nadie la combate, halla ensí misma su propio enemigo. 

 OFELIA.- Yo conservaré para defensa de mi corazón tus saludablesmáximas. Pero, mi buen hermano, mira no hagas tú lo que algunosrígidos Pastores hacen mostrando áspero y espinoso el camino delCielo, mientras como impíos y abandonados disolutos pisan ellos lasenda florida de los placeres; sin cuidarse de practicar su propiadoctrina. 

 LAERTES.- ¡Oh! No lo receles. Yo me detengo demasiado; pero allí32viene mi padre, pues la ocasión es favorable me despediré de él otravez. Su bendición repetida será un nuevo consuelo para mí.  

Hamlet.Where stories live. Discover now