Capítulo VI

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Cuando Amor se escabulló detrás de una columna, vio que las tres personas que estaban paradas en la entrada principal de la Base no eran extraños que la habían seguido, eran sus amigas. La joven había estado un poco paranoica desde que había salido de su casa, volteaba cada cinco segundos para asegurarse de que nadie viera a la hija de Cupido fuera de casa en horas de la noche. Y ella tampoco quería que nadie la descubriera, ni siquiera su padre.

Intentó correr de la manera más delicada posible, para que sus pasos no hicieran mucho ruido. Sus amigas, al ver esta escena, se mostraron confusas y también preocupadas. Una vez habían acordado que las cartas urgentes eran para verdaderas emergencias y sólo las habían usado una vez cuando acabó la primera relación seria de Aquarius.

Así que Amor sabía que sus amigas comprendían, aunque fuera a medias, lo importante y urgente de haberlas citado allí.

— ¿Qué ocurrió? —susurró Gemny.

Amor pasó de ella, mientras arrastraba los dedos sobre el relieve de la puerta principal. Su dedo temblaba ligeramente, a medida que recorría el relieve central de la puerta y se acercaba a la cerradura.

Ella sabía, por experiencia y por enseñanza, que sólo Cupido y sus descendientes podían abrir aquella puerta, y todas las que estuvieran dentro de la Base. Era una especie de ley, como un encantamiento que protegía el lugar, aunque su padre lo había modificado hacía un tiempo para que sus empleados más especiales también pudieran abrir la puerta principal y sólo algunas de las que estaban dentro de la Base.

Amor tomó la delicada manilla de latón, empujó hacia abajo y luego hacia dentro. La puerta no rechinó cuando ella la abrió a penas unos centímetros.

— No entraremos por allí —dijo Junio.

Amor quiso lanzarle una mirada asesina pero se contuvo. Despacio, empujó la puerta hasta que había un espacio de medio metro, suficiente para que cualquiera de ellas pudiera pasar.

— Amor —susurró Gemny, cuidadosamente—, ¿por qué estamos aquí?

Amor esperó a que todas sus amigas entraran al edificio, luego se dejó caer al pie de la escalera y cubrió su rostro con sus manos. Sabía perfectamente que no le podía ocultar nada a sus amigas, y que si necesitaba algo, ellas siempre estarían ahí para ella. Por lo tanto, había acudido a las personas correctas para desahogarse.

Pero no se sentía como lo correcto. Aun así, habló.

— No he dejado de pensar en Jordan...

— Eso no amerita que estemos aquí —la interrumpió Gemny, Junio le lanzó una mala mirada para que se callara.

— Lo sé —Amor suspiró—. Es que no solo es él. Es mi padre también; lo noto extraño, y se comportó de una muy mala manera esta mañana conmigo. Y no lo sé, había extrañado mucho mi casa pero ahora se siente diferente —hizo una pausa—. Tengo instintos que creo que son acertados, aunque mi padre dice que son erróneos, pero yo no lo siento así.

Al ver la expresión de confusión de sus amigas, Amor intentó explicarse.

— Veo a algunas personas y siento el deseo de juntarlas o flecharlas, porque hay algo en mí que me dice que esas personas deberían estar juntas. Lo hice una vez, creo que todo salió bien y necesito seguir haciéndolo.

Aquarius se sentó a su lado y puso una mano en el hombro de Amor—. ¿Qué necesitas?

Gemny y Junio asintieron, mostrándose de acuerdo con Aquarius.

— Necesito que me ayuden a salir de aquí. Necesito estar allá, y ayudarlos a enamorarse.

— ¡Yo soy la indicada para eso! —Gemny sonrió, con orgullo—. Sé manejar el portal a la perfección.

La Promesa de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora