Cap. 2: La vuelta a casa

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N/A: Les traigo un nuevo capítulo, esta vez más largo. Lo siento por eso, no me pude evitar explayar esta vez. ;w; Intentaré moderarme con eso. Que disfruten. ♡

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La pregunta sacó de sus pensamientos al militar nato, dando paso a un leve suspiro. —No mucho, realmente. Sabes por demás la importancia de tu participación en el Proyecto "La última cuenta atrás". Incluso tú mismo le diste el nombre—. Hizo una pequeña pausa, su voz era más tranquila que de costumbre. —La Armada Roja no está bajo ningún tipo de amenaza por ello, pero tú, probablemente, sí.

El joven lo observaba con detenimiento, por más que se notara en su mirada el cansancio y la amarga derrota. —Ya corrí el peligro, padre, nada podrá detenernos en la próxima; eso te lo puedo asegurar.

—Detenerme, querrás decir.

Los ojos se le abrieron como platos, aunque de ambos solo se viera uno. Se le hizo un nudo en la garganta, y el tiempo pareció detenerse un segundo. No, no podía ser cierto lo que oía. —¿A qué te refieres con eso?

—Lo que oíste, Tord. No puedo dejar que un miembro como tú vulnere el Proyecto, o a sí mismo, por caprichos que exceden los intereses de la Armada Roja. Sabías muy bien cuál era el plan, y aún así lo echaste a perder. —Su nuevo tono al hablar aseveró las palabras pronunciadas. Sin embargo, era franco consigo mismo, no le era fácil dar el comunicado de aquella manera.

El castaño intentaba no alterarse, pero le era imposible. ¿Cómo era capaz de hacerle eso a él? ¡A él! Quien aportó todas sus ideas a la organización, pudiendo haber elegido actuar por su cuenta. No, imposible, inaudito. Apretó la quijada con fervor, si pudiera se abalanzaría contra aquel hombre y sus mugrosas insignias.

—¡Eres un desalmado, un patético hombre de escritorio! No sabes todo lo que perdí estos años por seguir tus órdenes. ¡No sabes de lo que pude haber sido capaz!

—¡Cállate! —gritó el Líder Rojo, poniéndose de pie por la rabia de no poder zarandear a aquella lagartija para que entrara en razón—. Fuiste consumido por el poder, eso lo sé muy bien. Antes no eras así, Tord. Te desviaste del camino, te pusiste en peligro y te atreves a querer posicionarte encima de mí. —Comenzó a caminar lentamente hacia la puerta, sin lograr verlo a los ojos, esos desorbitados ojos, otrora pertenecientes a un chico brillante y prometedor.

—Eso, vete, como el cobarde que eres. —Se oyó incluso más débil que antes, por gritar instantes atrás. Él no le quitaba la vista de encima, como un león moribundo que se niega a perecer. Con aquella bravura observaba, enfurecido, al hombre que ahora le daba la espalda, y parecía presumirle el signo de la Armada Roja que estaba impresa en la chamarra bordó.

Detuvo sus pasos a un metro de la puerta, negando con la cabeza. —Justo a esto me refiero. En cuanto te recuperes, volverás a casa. Considérate oficialmente "retirado" de la filial del Ejército Rojo en el Reino Unido.

Y, sin más, el Líder se marchó, cerrando nuevamente la puerta tras de sí, y dejando a un colérico Tord con las palabras incrustadas en la garganta. Literalmente temblaba de la bronca, refunfuñando insultos de lo más repugnantes, a la vez que sentía todo el dolor volver al alterarse de aquella manera insana. Cerró sus ojos y los apretó con poca fuerza, jurándose a sí mismo que volvería y pondría todo en su lugar. Como fue de esperarse, las palabras, tan crudamente ciertas, de su padre no hicieron efecto en él, no lo volvieron en sí, ni mucho menos lo calmaron; aquellas palabras rebotaron en él como si fuera inmune a la culpa, y le hicieron pensar que él sí tenía la verdad en aquel asunto.

Lamentarlo no es arrepentirse『 #1 』Where stories live. Discover now