Capítulo V

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"Los ritmos esenciales de la vida se corresponden así por fuera y por dentro; sería difícil imaginar una felicidad tan armoniosa".

-Julio Cortázar-

Un pequeño paraíso Cuentos completos/3

Los niños se habían marchado unos veinte minutos y Levi había resuelto en llamarla dentro de poco por motivo aún desconocido para ella. Sólo se disculpó y cortó la comunicación. Escuchar su voz después de algunos días... fue inquietante. «¿Qué es esto?» se preguntó, sintiéndose una adolescente que piensa en el chico que le gasta las energías y que se abstiene de calificarlo como enamoramiento.

Afortunadamente, era una mujer madura, consciente de sus emociones y de sus acciones.

—Bien, mientras espero su llamada será mejor que prepare todos mis informes —revisó los últimos vídeos y fotografías de la expedición pasada de osamentas. Agarró un bloc de notas para escribir algún dato que sea de importancia.

El teléfono volvió a sonar.

...

De lo más incomprensible para sí mismo: llamar a su aún esposa desde otro continente sin ningún motivo de fuerza mayor. Quizá sí comprendía y se exhortaba a no pensar en ello. Agitó la cabeza dejando el teléfono móvil en una mesa cerca.

—Señor Rivaille —dijo la asistente mientras entraba a la habitación sin antes haber tocado la puerta—, ¿estaba ocupado? Ya no hay tiempo para nada. Debe estar usted presente en la junta de accionistas a partir de las dos de la tarde —ella no se percataba de la molestia en el rostro de su jefe.

Solía ser una asistente intrusiva, muchas veces.

—Puedes esperar fuera mientras me visto —le dio la espalda y se dirigió al cuarto de baño.

—Como desee, solo no demore. En cuanto a la limpieza no se preocupe; el personal encargado llegara apenas se vaya. —Escuchó los murmullos de su jefe: «supervisaré su trabajo, aunque creo que solo conmigo es más que suficiente» ya lo conocía como para anticipar sus manías.

Salió de la habitación con la misma prisa que entró.

Mientras tanto, Levi estaba encerrado en el cuarto de baño. Inhalaba hondo y exhalaba despacio. Aquella vida no es como si fuera para él, un hombre negocios... le producía risa, aunque tuviera éxito y supiera moverse en ese ambiente aún sentía que no era a aquello que hubiera querido dedicarse; se vio forzado en heredar toda la fortuna de sus abuelos, tomando hasta lo que según el testamento pertenecía a su sobrina Mikasa, ella aún infante en aquellos años y que ahora después de adulta le hizo saber que no deseaba nada y que renunciaba a su parte, aseverando que con su trabajo de policía vivía moderadamente.

Necia e indisciplinada, rebelde como él.

Abrió los ojos y se dirigió al closet: muy amplio, cómodo y elegante. Tenía bien ordenadas todas sus prendas, dirigidas según la ocasión y de entre cada grupo: arreglaba según el tono del color de la tela. Una maravilla. Así se tranquilizaba. Y ni hablar de su fino calzado. Se metió a la ducha. El agua le refrescó la calentura de la cabeza. Dijo que solo se cambiaría y ahora estaba mojado. Se enroló en la salida de baño y una toalla para el cabello, buscó algo formal del closet. Se enfundó en un terno negro, se empolvó los pies con talco y se perfumó.

—¿Nos vamos ya, señor? —preguntó mientras que se levantaba, ahora tendría que decirle al conductor que le pagaba el doble si los llevaba a tiempo reducido.

𝑬𝒍 𝒔𝒂𝒃𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒅𝒖𝒍𝒕𝒆𝒓𝒊𝒐 |Levihan| [Finalizada]✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora