Capítulo 17

749 40 3
                                    

                                     CAPÍTULO           17

 

Llegamos al piso de Christian en un suspiro, era un conductor temerariamente rápido, aunque con una gran seguridad. Al bajar en el parking de su edificio se empeñó en subirme en volandas, al parecer no era “saludable” que fuera descalza por las partes comunitarias del edificio.

-¿Va a ser siempre así, vas a ganar tú todas las discusiones? -Él sonrió ampliamente mientras me cogía en brazos y sin el menor esfuerzo me subía por las escaleras hasta el último piso. -¿Acaso un asesino a sueldo de élite no se puede permitir un edificio con ascensor? -Mi tono era inhumanamente bajo, no quería arriesgarme a que sus vecinos conocieran su ocupación laboral.

-Claro que tengo. -Definitivamente le encantaba verme irritada. En parte era liberador, ya que él me hacía sentir cosas, cosas que hacía décadas que no sentía, aunque fuera irritación. Le dediqué una mirada llena de ira que le hizo sonreír más. Por dentro yo también disfrutaba, como si me sintiera humana de nuevo. Cuando estábamos juntos ambos nos volvíamos humanos, como cuando nos envolvía la lluvia en el parque, nunca antes, ni siendo humana, había sentido algo así, eso no tenía por qué ser humano, pero no lo cambiaría por nada. En cambio me habían mojado las gotas de lluvia, a no ser que fuera una gran cantidad de agua, no conseguía mojarme, pero al estar en contacto con Christian me había vuelto más humana, como Blade con mi contacto.

Entramos en su impecable apartamento, estaba tal y como lo recordaba; pulcro, elegante y sin excesos. Me percaté de que el sillón tenía la tapicería limpia, aunque era la misma, seguía teniendo quemaduras. Christian se percató de mi atención después de haberme dejado en el suelo.

-Quería guardar el recuerdo. -Se encogió de hombros y se fue hacia su cuarto. La verdad era que yo había sufrido encarecidamente después de haber huido aquella primera noche que ambos compartimos, pero no pensé en lo que él debió sentir, la culpa se adueñó de mí instantáneamente. Fui hacia su cuarto y comprobé como sacaba un kit de primeros auxilios de un cajón del armario empotrado que estaba frente a su cama.

-¿Lo has tenido que usar mucho?

-Alguna que otra vez, se podría decir que mi especialidad es coser. -Lo dijo en un tono bromista, para quitarle hierro al asunto, pero a mí se me encogió el corazón.

-Supongo que más antes, en tus comienzos, que no ahora que tienes más experiencia. -Intenté consolarme.

-Lo cierto es que los encargos cada vez son más poderosos, por lo de los excesos de energía. -Aquello me preocupó encarecidamente. Eso era lo malo de encariñarte con alguien, que cuando a esta persona le ocurría algo, a ti también te afectaba. - Ven. -Me espetó sin darle importancia al dato que acababa de desvelarme y todo lo que ello conllevaba. Me senté a su lado en el borde de la cama. Me cogió cuidadosamente la muñeca y la observó con atención. Al poco sonrió.

-¿Qué pasa? -Estaba completamente confundida.

-Deberías darte una ducha. -Miré mi muñeca y me percaté de que estaba llena de barro, no se reconocía qué era morado y qué era barro.

Me volví a sonrojar y fui hacia el baño, la verdad era que me apetecía una buena ducha. Me miré al espejo y reí desconsoladamente al ver mi espantoso aspecto, Christian debía de estar oyendo mis risas desde su cuarto, no me imaginaba que estaría pensando. Me metí en la ducha después de quitarme la chaqueta que Christian me había prestado. Abrí el grifo y dejé que la tibia agua cayera sobre mí arrastrando capas y capas de barro. El agua que caía era marrón, pero poco a poco, a medida que mi piel se libraba del barro, el agua era cada vez más cristalina. Utilicé un champú de limón para el pelo y un gel de frutas exóticas para la piel, lo cierto era que Christian tenía una gran gama de productos para la higiene corporal en la ducha, seguro que era  para las invitadas que “nunca tenía”, no me puse celosa al pensarlo, ambos éramos ya “mayorcitos”,  éramos libres de ciertas normas sociales. Salí de la ducha, cogí una toalla y me miré al espejo, mi aspecto era el de siempre, pero más radiante, tenía los ojos con más vitalidad, el pelo mojado caía ondulado por mi espalda aportando un aspecto sexy y salvaje. La inconfundible sensación de la energía revoloteando a mí alrededor me hizo sonreír, le permití entrar y le dediqué una traviesa sonrisa a mi reflejo, ambas sabíamos lo que venía ahora.

Incandescente PUBLICADAOù les histoires vivent. Découvrez maintenant