Capítulo 38

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Leona.

Me remuevo un poco y abro los ojos, veo que todo está oscuro, debe ser tarde de la noche. Las luces están apagadas, pero por debajo de la puerta puedo ver que las del pasillo del hospital. Mi cabeza duele, aunque es soportable es muy incómodo. Tengo muchas cosas en qué pensar, estoy tan confundida, descubrir que Alfred había matado a mis padres y luego que ellos están vivos es una contradicción, hay mucho que asimilar, por último estoy embarazada. ¡JODER, ESTOY EMBARAZADA! Tendré un pequeño Max, o, ¿Quién sabe? Quizás una pequeña yo. No tengo idea de que será, pero algo si llevo muy presente y es que haré todo lo posible para que sea feliz, para que no le falte amor. No vivirá el calvario que tuve que soportar, jamás lo permitiría, de ahora en adelante ya no sólo debo avanzar por mí, sino por la criatura que crece dentro de mi vientre. Sonrío al recordar la cara de Max al decírmelo, había un brillo en sus ojos, ese que únicamente aparece cuando está tan feliz o cuando me mira, ya definitivamente tendré que compartirlo con alguien más y esa persona además de su madre y sus hermanas, es el bebé, nuestro bebé.

Trato de salir de la cama, me siento en la orilla del colchón y cuando voy a ponerme de pie caigo al suelo.

-¡Mierda! —escuché mascullar a Max—. ¿Estás bien? Joder, nena debiste quedarte en la cama, puedes hacerle daño al bebé.

-No creo que le haya pasado nada, logré poner las manos al caer —dije—. Aún tengo las piernas débiles, y tengo ganas de ir al baño.

Max me toma por los brazos y sujeta el suero—. Te ayudo, no estás en condiciones de andar sola.

Camina conmigo hasta el baño, abre la puerta. Llevo una intravenosa puesta en la mano derecha, Max trata de acomodar la bolsa del suero en el atril metálico de dos ganchos para facilitarme las cosas. Lentamente recojo la bata hasta mi cintura y me siento en el inodoro, se me escapa una risita y Max me mira extraño, pero luego también ríe.

-¿Por qué te ríes? —pregunta.

-Es extraño tenerte en el baño y que estés observándome mientras orino.

-Creo que debes acostumbrarte, me veré en la obligación de que si tengo que bañarte lo hago y no me va a importar, debo cuidar de ti, ese bebé no es sólo tuyo, recuerda que el trabajo fue cincuenta y cincuenta.

No puedo evitar estallar en carcajadas, sentí una punzada en el estómago y traté de no forzar mucho. Los golpes que había recibido dificultaban muchas funciones de mi cuerpo.

-¿Te duele mucho?

-Es soportable, no te preocupes.

-Ya no sufrirás más, no quiero que vuelvas a pasar cosas como esta —su cara se tornó triste.

-Hey, no fue nada, he aprendido que si no pasamos cosas malas jamás apreciaríamos los buenos momentos, y nos queda mucho que vivir y luchar. Seremos padres, y a pesar de que mi vida no fue la mejor, saber que tendré un hijo nuestro me hace olvidar todo eso.

-Envidio tu fuerza y tus ganas de luchar. Me recuerdas tanto a mi padre —me dijo— cuando tuvo su accidente siguió igual de feliz.

-Es que si nos llevamos de los problemas, Max, moriremos más rápido, porque a toda la carga le añadimos depresión. Así que olvídate de todo lo que pasó y ayúdame a ponerme de pie ya me está doliendo el trasero.

Sonríe. Me seco con papel higiénico y Max tira suavemente de mí.

-No sabes cuánto te extrañé —me abraza—. Hubieron días en que ni lograba dormir —besa mi frente.

-Yo también a ti, perdóname por haberme ido sin decirte, pero la vida de muchos que me importan, incluyéndote, estaba en juego —suspiré—. No quiero recordar eso, agradezco tenerte otra vez, te amo.

-Yo te amo más, Leona —y me besó.

Minutos más tarde, vinieron a chequearme, me sentí feliz al saber que iba mejorando, el doctor dijo que las heridas internas durarían más en sanar, que tenía que ser paciente, me hicieron una ecografía donde había visto mi bebé, se mostraba como una sombra pero es que aún no está formado. Estaba todo bien, era más que obvio que quería saber el sexo pero a penas es un puntito, pobre de mi bebé, la loca madre que le ha tocado.

-Bien señorita, Fitsher, por hoy hemos terminado, nos alegra saber que su recuperación va de lo mejor al igual que su bebé. Si promete portarse bien en dos días le daremos el alta —explicó el doctor—. No más hazañas de superhéroes.

-Está todo claro, doctor.

-Me alegra, ¿ya te diste una ducha?

-Sí, hace un rato.

-Perfecto, ahora sí me permiten me retiro, debo seguir mi recorrido.

-Muchas gracias, doctor —dije.

-No hay de qué, cualquier cosa llaman la enfermera.

Asiento y se va.

Miro a Max quien está muy lejos, está tan concentrado viendo por la ventana. Se ve tan sexy. Su aspecto ha cambiado mucho, su barba creció un poco y su pelo está algo crecido.

Lo abrazo por la espalda y sostiene mis manos.

-¿Te sucede algo?

-No, sólo imaginaba nuestra vida con un bebé —sonríe—, pasitos por el pasillo, las guerras de nosotros para quien le toque cambiarle el pañal todas las madrugadas.

Comencé a llorar de felicidad, él estaba tan entusiasmado, en un momento como este cuando crees que será el tipo de hombre que se aflige porque apareció un bebé en su vida, Max, es todo lo contrario, y es algo que me hace sentir más que amada, tener su apoyo y su amor me hará más fuerte de lo que ya me he convertido.

Gira y queda de frente a mí.

-Estás loco —le digo.

-Lo por ti, loco de amor —me besa.

-Cursi.

-Me amas.

-¿Sabes? Cuando desperté pensé que era de madrugada.

-Es que todas las cortinas estaban cerradas.

-Me di cuenta.

-Nena, no sé cómo tomarás esto, pero he recibido presión de todos porque quieren verte, y con todos me refiero a TODOS.

-Quiero ver a mis padres —se me humedecen los ojos—. Necesito a mis padres conmigo.

-¿Crees estar lista?

-¿Lista? Estoy ansiosa, necesito saber qué pasó realmente.

-Si así lo quieres, mandaré a Harry para que vaya por ellos.

Oh por Dios, vería a mis padres después de diecinueve años. Vivos.

Bajo Las Alas De Un Soldado©Where stories live. Discover now