Capítulo 28. Mentiras.

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Melody Fransworth

   Él me perdonó y yo lo perdoné. Cuando volví de la cada de Halper, Walter, ya se encontraba calmado, estaba sentado en un pequeño banco, en la esquina más alejada de la puerta, tenía las manos sobre sus sienes y se las frotaba haciendo pequeños masajes, veía al suelo fijamente, como cuando se pierde la mirada entre pensamientos y recuerdos.
   No me había oído entrar, no había oído tampoco la llamada que recibí de Hanna. Tan perdido estaba que ni se daba cuenta que estaba parada a menos de dos metros de él.
   No sabía como comenzar con eso, quería pedirle perdón, ya no podíamos seguir jugando a los adolescentes inmaduros, somos unos adultos, y debíamos comportarnos como tales.

   Caminé un poco más hacia él, iba descalza, así que para llamar su atención dejé caer los pies más fuerte de no normal para que se oyeran mis pisadas. Levantó la vista como un ciervo asustado, me vio de arriba a abajo y comenzó a decir cosas que no entendí.
   —¿No iremos por la cena?
   —¿Qué? Yo quería hablar contigo... —musité confundida.
   —¿Sobre qué? —pregunto ladeando su cabeza y mirándome como un niño curioso.
   —Lo que pasó en la mañana —dije apenada.
   Hizo un gesto de confusión, se rascó su poblada barba, apretó los ojos fuerte, como si estuviera aguantando un repentino dolor y luego se llevó las manos a la cabeza nuevamente.
   —¿Qué te pasa? —me incliné hacia él y coloqué mis manos en su cabeza un poco más arriba de las suyas.
   Temí que apartara mis manos de él.
   —Me duele mucho la cabeza —dijo de forma seca.
   —¿Vamos al doctor? —sugerí.
   —No, no es para tanto —apartó mis manos—. Necesitamos hablar, ya no podemos seguir así —dijo cambiando de tema.

   En un momento hablaba sobre la cena y de un segundo a otro tomaba el tema que yo quería abordar, eso me preocupó.
   —Lo mismo pienso —confecé.
   —Sabes, yo, yo quería proponerte algo —habló con voz temblorosa.
   —¿Qué cosa? —pregunté interesada.
   —Me gustaría que nos fuéramos de nuevo a nuestra casa, la casa del campo, a mi no me gusta estar aquí en la ciudad, no importa si tengo que conducir más de la cuenta para ir al trabajo todos los días, solo ya no quiero estar aquí, este departamento se siente como —miró a su alrededor haciendo un gesto de asco—, como si tuviera malas vibras, me es imposible no recordar lo que pasó hace poco, ya sabes lo de...
   —Entiendo —lo interrumpí.
  
   No quería hablar de ese tema, y es que me dolía tanto hacerlo, y más con Walter, no podía mirar a Walter a los ojos para hablar sobre nuestra hijo muerto, no podía hacerlo porque meses antes habíamos hablado sobre el mismo bebé que estaba en camino. Yo no quería hablar del bebé que se había ido.
   —¿Y bien? —pregunto Walter sacándome de mis aterrados recuerdos.
   —Lo pensaré —tomé su mano y le besé la mejilla.
   Mentía, no tenía nada que pensar, yo no me quería ir, era estúpido de mi parte, lo es aún, pero quiero permanecer en esta ciudad y en ese departamento, dd alguna forma creo que me gusta sufrir, me gusta saber que yo tengo la culpa de la muerte de nuestro hijo y sólo aquí puedo recordarlo. Tenía miedo de olvidarme de él, por eso no me quería ir.
  
   Nos quedamos callados, tomados de la mano, míranos a los ojos, vi alegría en sus ojos marrones, esperanza y paz.
   —¿Me perdonas? —dijimos al unísono.
Echamos a reír, siempre que nos pasaba eso lo hacíamos, nos acostábamos de la primera vez que ocurrió.

   Una vez le hicimos una broma a papá y cuando el preguntó quien había sido el culpable ambos dijimos al mismo tiempo «yo no», siendo que estábamos solos nosotros tres en casa, así que o había sido Walter o había sido yo, a los pocos minutos le confesamos que fuimos los dos.

   Y así fue como nos reconciliamos, claro que eso no duraría ni seis horas ya que aún no sabía lo que Hanna estaba por contarme. Lo cuál le creí, pues esa vez sí era verdad.
Ya no estaba peleada con Walter, no sabía si ir con Hanna o no, no quería que lo que me dijera empeorara las cosas de nuevo, suficiente tenía con pensar en mi hijo muerto y en la infidelidad que cometí. Pero de todas formas fui, no pude con la curiosidad, no iba del todo confiada, Hanna ya me había mentido varias veces, incluso había hecho que perdiera mi bebé dándome de beber ese té.
   Le llamé a Hanna una y otra vez para saber dónde estaba pues en casa de nuestros papás no se encontraba. Decidí tomar eso como una señal, si ella no contestaba entonces me iría al departamento y olvidaría lo que quería decirme. Tomé un taxi para que me llevara de vuelta a casa, cuando casi estaba por llegar recibí un mensaje de Hanna escrito en mayúsculas. Sólo estaba escrita una dirección y nada más.
   Hice que el taxista se detuviera, me pasé para el asiento de enfrente, le mostré la nueva dirección a la que me dirigía y el tomó camino hacia el centro de la ciudad. Desde el momento en que vio la dirección su forma de actuar cambió y la sorprendí mirándome varias veces.
   —Llegamos —dijo el moreno taxista viendo mis pechos.
   Observé al rededor, no conocía esas calles, el taxista se detuvo a las afueras de un table dance, miré la dirección nuevamente creyendo que el chofer se había equivocado y le mostré de nuevo el mensaje de Hanna.
   —¿Está seguro que es aquí? —pregunté rogando que dijera que se había equivocado.
   —Muy seguro, conozco está ciudad más que el cuerpo de mi esposa —dijo entre risas depravadas.
   Me percaté de que me miraba mucho más, seguro creía que yo iba a trabajar a ese table dance.
   —¿Cuánto es? —pregunté incómoda y preparada para salir rápidamente por si el taxista se ponía de calenturiento.
   —No sé, ¿cuánto cobras tú? —se desabrochó el cinturón del asiento.— Te cambio el pasaje por un oral, ¿que dices? —pregunto colocando una mano sobre mi pierna.
Abrí la puerta y me salí del taxi enojada y temerosa.
   —Qué, no trabajas aquí?, no te hagas la santa, rubia —lo alcancé a oír decir.
Saque dinero de mi bolsa y se los arrojé por la ventana, no sabía cuanto costaba el viaje así que tomé lo que consideré necesario y me marché rápido de ahí. El taxista arranco entre fuertes pitidos de claxon.

¿Cuándo fue la última vez que la vi?Where stories live. Discover now