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Tenía demasiada hambre, anoche no cenamos juntos a pesar de que bajé hacia la cocina para observar que tal estaban mis hermanos.
Pero nada.
Ni nadie.

¿Es esto algo preocupante que debería dejar pasar?

Cuando llegue al primer piso escuché un par de sollozos, asustada corrí hacia la cocina para encontrar a mi hermano más pequeño, ese dulce albino que ahora reposaba su cabeza entre sus brazos en el desayunador.

¿Adrien? —Pregunté suavemente, él levanto su rostro asustado, pero al ver que se trataba de mi su expresión se relaja.

—Noe... Ayúdame —Estiro sus brazos hacia mí, analice sus manos, se veían... Llenas de gérmenes, dude sobre si corresponder ese abrazo, pero al notar las lágrimas en su rostro y sus ojos hinchados acepté, lo tomé en mis brazos brindándole apoyo, como si se tratara de mamá.

¿Sucede algo? —Pregunté, él sólo seguía llorando.

Espere un par de minutos, hasta que logró tranquilizarse, lo aparté un poco de mí para mirar su rostro, limpie los rastros de lágrimas secas debajo de sus ojos con mi pulgar y arregle su cabello, ahora esperaba una explicación.

—Tengo miedo, nunca me ha dolido tanto, nunca de esta forma, es incómodo —confundida fruncí mi ceño, al parecer entendió mi gesto—. Aquí...

Al ver como apuntaba su espalda, lo dejé en el suelo, él se volteó, bajo la camisa del lado de su hombro. Mi rostro palideció, al notar la misma marca de extraño color rojizo que tengo yo, me agaché a su altura para apreciar de mejor manera su cicatriz.

¿Alguien lo sabe?

—Ciel. Anoche fui a su habitación, era el único despierto —Su voz apagada me indica que esta situación no le agrada para nada.

No te preocupes, Adrien. Yo estoy aquí para ti.

Lo abracé como si mi vida dependiera de ello.

Noelle ©  | Libro #7 |Where stories live. Discover now