Capítulo 7: Espero que volvamos a vernos

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El agua fría recién salida del grifo hizo un vano intento por despejarle al chocar contra su rostro. Salpicó hasta el espejo, llenando de gotas la superficie reluciente del cristal. No se lo podía creer, ni que ese fuese su último día ni que de verdad hubiese sido tan tonto como para olvidarse de que sus prácticas se acababan. ¿En qué demonios estaba pensando? Aunque al menos el calendario en su mesilla con el día treinta rodeado en rojo ya tenía sentido.

Su corazón latía con rapidez y sentía los nervios a flor de piel. Irse significaba muchas cosas, y ninguna de ellas le resultaba especialmente agradable. Significaba la entrega de informes, la preparación de trabajos y la presentación a exámenes finales, pero eso no le importaba. Para él, ese trabajo ya estaba hecho, esos exámenes ya estaban aprobados con la más alta de las notas. También estaba el futuro, el qué hacer con su vida tras acabar la carrera. ¿Debía hacer un máster? ¿Un doctorado, tal vez? ¿Entrar de inmediato a trabajar? ¿Estudiar otra carrera? No lo sabía, no tenía ni idea. Y aun así, esas importantes dudas seguían sin ser lo que realmente amenazaba con ponerle varios órganos internos del revés. No, el grueso de su preocupación, lo que realmente le causaba un fuerte nudo en el estómago, residía en el hecho de tener que abandonar el hospital. Que fuese el último día de las prácticas implicaba que debía marcharse. Debía dejar de ver a Munakata.

Y otra realidad le golpeó. Él no sabía nada. Claro, Fushimi no le había dicho nada porque, inmerso en la nebulosa de su enamoramiento casi adolescente, no se acordaba. El que dijo que el amor hace idiota a la gente sin duda tenía mucha razón. Pero ¿cómo se tomaría el profesor que de pronto llegase y le soltase: oye, que este es mi último día de prácticas, es posible que no nos volvamos a ver en la vida? Mal, seguro que mal. A nadie le haría gracia esa noticia. Saruhiko temía su posible respuesta. ¿Se enfadaría? ¿Le gritaría? ¿Le recriminaría no habérselo dicho antes? Oh, ¿y si no reaccionaba? Pensar que Reisi podría no darle importancia a su marcha le hacía sentirse todavía peor. ¿Y si realmente él no le importaba? ¿Y si reaccionaba positivamente? En ese caso todas sus ilusiones se verían destruidas una vez más, como siempre pasaba.

Dos, tres y hasta seis veces se mojó -o se golpeó con las manos húmedas- la cara. Hacerle frente a los obstáculos nunca había sido su fuerte pero por una vez debía intentarlo. Por una vez debía ser fuerte y no indiferente, por mucho que eso no entrase dentro de los ajustados parámetros estipulados por su retorcida personalidad. Por una vez debía dejar de hacer en su mente montañas de un grano de arena que de cara al público tacharía como molestas y diría que no eran cosa suya. Por una vez debería intentar ser él mismo y no un personaje indiferente al que se le escapaba la vida en cada bufido.

Con algunos mechones negros todavía goteando y humedeciendo el cuello de su uniforme, salió del baño. Aquel era su último turno y también su ultima visita a Munakata. Tenía que mantenerse firme. Tenía que hablar y explicarle la situación. Y, sobre todo, tenía que convencerse de que él no se enfadaría, de que encontraría el valor suficiente para hablar.

Por hallarse en la misma planta llegó demasiado rápido al cuarto del que sin duda era su paciente predilecto. De haber podido, habría dado vueltas al anillo de su padre alrededor de su dedo. Desde que heredó aquella sortija, había adquirido también dicha costumbre, que muchos tildarían de tic nervioso. No pudo, porque nunca llevaba joyas al trabajo. Ignoraba si estaba o no permitido pero al tratar con pacientes le gustaba tener las manos totalmente libres. Era como uno de esos artistas que a la hora de pintar no se permiten a sí mismos accesorio alguno.

Sin necesidad de llamar, entró al cuarto. Las luces estaban apagadas y sólo los rayos del sol que se colaban por la ventana iluminaban el cuarto. El atardecer estaba tiñendo las blancas paredes de naranja y el cielo de violeta. De alguna forma, esa escena contaba con cierta bella desazón, una amargura que en su pesadez resultaba hermosa. En la cama, con un libro abierto boca abajo sobre su regazo, Munakata dormía. Sus gafas descansaban tiradas de cualquier manera sobre la mesilla, junto a las últimas flores con las que le habían obsequiado. Eran campanillas chinas, un delicado ramo azul que parecía armonizar con la personalidad tranquila y regia del docente. Con los párpados bajados, su sosegado rostro perdía dos o incluso tres años. Por dentro de su tórax, el corazón de Fushimi latió con fuerza. Fue un único y doloroso golpe, lo que muchos llaman un vuelco. La sangre recorrió sus venas con la misma fuerza de la pulsación, propagando a través de su cuerpo todo ese dulce dolor del que al mismo tiempo ansiaba más y que se detuviese. Los postreros rayos del atardecer teñían también el semblante durmiente de Reisi, haciendo que por un momento Saruhiko se sintiese desesperado. No supo determinar la causa de esos sentimientos, pero tampoco lo intentó. Sólo supo que verle le dolía.

Cuando te vuelva a ver [ReiSaru AU] (K Project fanfic yaoi)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum