❝Es importante recordar que todos tenemos magia dentro de nosotros.❞
-J.K Rowling.-
➳ Obra originalmente publicada el 30 de Julio del 2016.
➳ Obra terminada el 30 de octubre del 2018.
Harry Potter estaba en Hogwarts, todos lo sabían. Hasta hace algunos minutos se había enfrentado a Severus Snape y, claro, que éste huyó junto a los hermanos Carrow.
En ese momento todos se pusieron a festejar, eran libres, pero esa felicidad duró muy poco; un gran frío inundó todo Hogwarts, apagando la felicidad y cambiándola por la tristeza. En seguida, una voz empezó a hablar, y no era una cualquiera. Esa, a diferencia del resto, era alta y fría, como la de un monstruo, no se podía decir de donde provenía.
—Se que muchos de ustedes se están preparando para luchar —El murmullo empezó y varios estudiantes comenzaron a gritar—. Sus esfuerzos son inútiles, no podrán luchar contra mí. No quiero matarlos, tengo un gran respeto por los profesores de Hogwarts. No quiero derramar sangre mágica.
Todos estaban en silencio, un gran silencio.
—»Entregenme a Harry Potter —les dijo, la ahora conocida, voz de Voldemort—. Y no les pasará nada. Entregenme a Harry Potter y dejaré la escuela intacta. Entregenme a Harry Potter y serán recompensados.... Tienen hasta media noche —finalizó.
Miradas y murmuros fueron dirigidos al elegido, nadie decía nada, hasta que una chica perteneciente a la casa de Slytherin rompió el silenció.
—¡Allí esta!, ¡Potter esta ahí!, ¡que alguien lo agarre!
Poco a poco, los miembros parte de la Orden del Fénix y del Ejército de Dumbledore se pusieron delante de él, seguido por la casa de Godric Gryffindor y Helga Hufflepuff, para terminar con los Ravenclaw.
Harry Potter no estaba sólo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La batalla había comenzado. Cientos de estudiantes y profesores luchaban por lo correcto, peleaban para ponerle fin a esa guerra, querían ganar y lo harían ese día.
Cerca del gran comedor, los gemelos Weasley se cubrían las espaldas uno con el otro, corrían y lanzaban hechizos a cada mortífago que se les acercara.
—¡George! —exclamó Fred cuando se detuvo para agarrar aire.
—¿Qué pasó? —George también descansó un par de segundos, en lo que su hermano terminaba de recuperarse, no era fácil intentar derribar a miles de mortífagos que con un simple "avada kedavra" podían acaban con ellos.
