Alucinaciones.

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Amy tomaba limonada en el balcón de su nuevo y temporal apartamento, había recibido setenta y tres llamadas de Conor en las últimas doce horas. Debió notar que ella había dejado su antiguo hogar, sus padres se habían ido hacía veinte minutos desde que, Vanessa lograra —a base de compresas frías y su ayuda— erradicar la fiebre del joven Harries. Ahora, solo por cinco minutos, se había alejado del torbellino de emociones que le representaba el Pent-house del edificio.

Ese día Lucas Lerman la había invitado a salir pero lo rechazó, con todo el dolor de su alma, porque tenía que volver con Finn. No le importaba pasar de la invitación en todo caso, ese chico que apenas había dicho palabra en los últimos años se había vuelto "importante", aunque aún no sabía de qué modo. Pero no podía olvidar la conversación con Lerman.

—Está bien, si no puede ser hoy, ¿qué te parece este sábado? —preguntó Lucas recargado en un auto de color blanco frente al café.

—No lo sé... —dudó tratando de no sonar desesperada. —Tengo que trabajar en una escuela de música como recepcionista —informó apenada.

— ¿Enserio? Sería una lástima que me enterara cuál escuela es y fuera a "recogerte", ¿no? —insinuó arqueando una ceja.

Amy se sonrojó y no pudo evitar soltar una risita. Una risita de colegiala.

Maldita sea.

—No tienes que molestarte en hacer eso... puedo ir sola.

—Muy bien, entonces, ¿nueve?

—Está bien —respondió con un murmullo buscando que su voz no se quebrara.

Nervios incómodos.

— ¿Cena y un trago? No aceptaré un no por respuesta —espetó con una gran sonrisa.

Con un suspiro regresó a la realidad y corrió al elevador al darse cuenta que tenía más de treinta minutos sin vigilar a Finn. Con un libro en la mano y un recipiente lleno de lasaña que había cenado la noche anterior. Las puertas se abrieron y ella entró al elevador fijando su vista en las hojas de su libro.

En lugar de subir, los pisos descendieron hasta llegar a la primera planta, extrañada, presionó de nueva cuenta el botón para ir al Pent-house y todo comenzaba a quedar en quietud de nueva cuenta.

— ¡Espera! —gritó una voz. Una mano detuvo el elevador haciendo que las puertas se abrieran.

—Hola Amy —saludó con una sonrisa Zoe que llevaba una maleta en su mano derecha.

—Hola —respondió devolviendo el gesto a la chica.

—Él es Caspar —presentó ella a un chico con el cabello rubio muy alto que le resultó familiar.

El ascensor volvió a avanzar dejando la pequeña canción de fondo tocando solamente.

—Caspar Lee, mucho gusto —extendió sus mano esperando la respuesta de la chica que tenía frente a él.

Haciendo malabares con lo que traía, logró liberar su mano derecha y la estiró en busca de la del chico.

—Amy Collins.

Ding.

El pasillo del piso tres apareció permitiéndoles a los otros dos jóvenes avanzar hasta el departamento con el número "doce" en grandes números de acero inoxidable. En menos de treinta segundos el elevador se vació.

—Es amigo de Alfie, se quedará unos días con nosotros, nos vemos después Amy —exclamó Zoe mientras entraba a su hogar.

—Un gusto —dijo Caspar en el mismo tono alto de su amiga antes de desaparecer de igual manera.

Voto de Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora