Cronómetro.

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Finn se ajustó la gorra, procurando que su cabello le tapara el rostro. Probablemente muchos no sabrían quién era, pero más le valía ser cauteloso.

—La oficina de tu tía está en el cuarto piso, para eso se ocupa una tarjeta especial. Clarisse, tienes que quitársela a la secretaria y dejarla en una maceta que hay enseguida de una máquina dispensadora —indició Luke, a través del auricular.

Ella solo rodó los ojos, notando como la asistente personal de Elizabeth Harries avanzaba con la vista fija en su iPad.

—¿Cuánto tiempo tienes aquí? No te había visto —inició él, mientras la mujer se acercaba con rapidez.

—Acabo de empezar —respondió, dando un paso en falso y derramando un poco de café en el suelo. —¡No, no, no! Es mi primer día y las cosas ya van mal —se quejó mientras se arrodillaba.

La mujer, notó como la chica de cabello rubio rojizo se sonrojaba ante su pequeño error de novata.

—Deja te ayudo —ofreció Jenna, asistiendo al joven y a la nueva, que parecían acomodar los pocos papeles que traía consigo.

—Uno era para usted —confesó —Diane Reynolds, primer día. Me dijeron que era tradición que los nuevos trajeran el café a sus jefes.

Jenna rió, Clarisse logró que ver el gafete de la mujer, que colgaba flojamente de su saco.

—Parece que te lo tomaste muy seriamente, pero ¡me encantan tus zapatos! ¿Dónde los has comprado? —preguntó.

Finn pasó levantando de un rápido movimiento la tableta de la asistente, no sin antes retirar la tarjeta de seguridad y guardarla en su bolsillo.

—Su iPad señora —dijo el chico del servicio al entregarle una de las cosas que contenía más información de su vida.

—Muchas gracias.

Luke continuaba gritándole, sabía que había desobedecido el plan. No estaba autorizado para actuar solo, pero Clarisse tardaba demasiado y el tiempo era oro.

—Amy está a unos diez metros lejos de ti, tienes que apurarte, ya.

Clarisse soltó un resoplido, dejando las bebidas en los distintos lugares, entregándole la del "director Lucas Lerman" a su secretaria.

La pobre tenía ocho meses de embarazo y el viernes siguiente tendría su permiso de ausencia por maternidad.

—¡Este niño me facilitaría la vida si dejara de obligarme a ir al baño cada cuarenta minutos! —los pasos resonaron con fuerza, dejando rastros de las palabras que murmuraba.

Colocándose los guantes, Finn apareció, ya en un saco tipo sastre entrando a la oficina de Lucas, la computadora tenía contraseña pero la chica no tardó más de unos segundos de entrar, eso y que Harries parecía tener fuego en las manos al poner los códigos en el sistema. Los guantes de cuero hacían un ruido que en otra situación resultaría gracioso pero ella le pareció prudente detenerse.

—Tienen veintidós segundos, Harries sal de ahí, ahora. Hay una ventana detrás de ustedes, tienes que salir por ahí, al rodear el edificio habrá unas escaleras de emergencia, tienes que volver al cuarto donde dejaste tu uniforme.

—Entendido.

Finn salió por la ventana, logrando que a Clarisse le latiera con fuerza el corazón, solo rogaba que no se resbalara, por lo que más quisiera, que todo saliera bien.

—En cuanto llegues, repórtate, necesito saber que no estás hecho huevo estrellado en el pavimento.

—Claro, solo déjame decirte algo, estar en el piso doce no es de mi agrado, todo por no esperar a Clarisse.

Voto de Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora