Frenesí.

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Amy dio un paso hacia el frente, apartando a los pequeños, buscando la manera de salvarle el pellejo a Lucas.

—Conor —murmuró, extendiendo los brazos, observando el arma que temblaba leventemente en las manos del joven. —No tienes por qué hacer esto, podemos arreglarlo.

— ¿No? ¡No quiero que ames a alguien que no sea yo! ¿Lo entiendes? —preguntó acercándose a ella y pasando sus dedos por su mejilla derecha.

Londres, la ciudad más vigilada del mundo, ¿dónde estaba un policía cuando lo necesitaban? ¿Qué tenía que hacer? ¿Correr y saltar frente a las cámaras para llamar la atención de alguien?

—Mamá...—susurró Crystal con el rostro bañado en lágrimas.

—Cállate —ordenó su hermano en un tono muy bajo, colocándose frente a ella.

—Tú —comenzó señalando al joven— a ti te he visto en el café, ¿crees que por tener una cara bonita puedes quedarte con el amor de mi vida, eh? Odio a la gente como tú, solo por ser atractivos tienen todo más sencillo en la vida, ¡pero ve cómo estamos ahora! —exclamó con una sonrisa acercándose a él, esquivando a Amy que ordenó de manera silenciosa que corrieran a esconderse a sus hijos.

— ¿Crees que eres mejor que yo porque planeas matarme? ¿Crees que te va a amar si me matas o a los niños? Lo único que vas a lograr es que te odie... —Lucas le sonrió sabiendo que estaba presionando los botones que él más temía.

El odio de su amada.

Aunque ella no correspondía sus sentimientos, podía ponerlo a temblar con una sola mirada —podrías matarme, pero sabrás que ella siempre pensará en mí y en nuestros hijos.

Amy sintió la necesidad de golpearlo, no tenía que hacer las cosas más difíciles de lo que ya eran.

Sebastian tomó la mano de su hermana, y corrió siendo seguidos por su perro a tratar de buscar ayuda, a pesar de su poco léxico y miedo a que el Viejo del Costal se los robara por estar solos en la calle. Sus pequeños pies daban todo lo que podían.

¿Por qué tenían que pasar tantas cosas en tan pocos días?

Conor dio un paso al frente, tomando por el cuello de la camisa al sujeto, con sus delgados brazos, ¿qué tanto daño podría hacerle sin presencia de su navaja suiza en el bolsillo y la pistola que había conseguido hacía unos días?

No mucho, viendo que el chico era unos veinte centímetros más alto que él y lo sobrepasaba por unos veinte kilos.

La magia de un arma que ni siquiera estaba cargada.

—Amy, acércate a mí, ahora —ordenó apuntando el cañón a unos cuantos centímetros de la frente de Lucas. —Amy...

—Ni lo pienses, quiero que te vayas de aquí Amy y encuentres a un policía, ¿entendiste? —la voz que salió de la garganta de Lucas parecía ser de otra persona, mucho más grave y amenazante. —Amy —repitió él tensando los hombros, viendo como Conor sacaba una navaja del bolsillo de su pantalón.

—Yo que tú no haría eso, amor —las palabras le parecieron estar hechas de ácido y trató con todas sus fuerzas de que su cuerpo no se paralizara.

Movió un poco su vista, rogando que los niños estuvieran lo más lejos posible pero sintió como sus más grandes temores se hacían realidad, todos a la vez. Ninguno estaba... ni siquiera el perro.

—Lucas...ya no tiene caso, sabíamos que esto no podría funcionar ya —comenzó ella tratando de hacerlo captar sus planes con una mirada. —Los niños aún son pequeños y... pueden salir de tu vida.

Voto de Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora