El Secuestro del Alma

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La lluvia parecía estar embravecida como si hubiera perdido el control sobre sí misma y el viento seguía tan pasivo como si simplemente no existiera, la penumbra de la noche apenas era previsible por unos cuantos rayos de luz que alcanzaban a atravesar las inmensas capas de nubes que cubrían el desaparecido cielo. Debajo de todo aquel desencanto de ambiente se seguían besando una pareja dentro de un llamativo choche rojo como si el mundo fuera a acabarse en ese momento, nadie ni siquiera con la mejor visión en todo el mundo podía ver con exactitud lo que ocurría detrás de esos empañados vidrios pero quizá alguien con buen oído se hubiera dado una idea.

Camila había perdido la razón sobre sí misma, el encanto de los besos y el desencanto de la ausencia de Lauren solo parecían estar jugando con su mente. Por otra parte, Alexander jamás se había sentido tan completo y apacible como lo hacía en ese momento y por eso rezaba una y otra vez que no fuera un sueño y que jamás terminara. Cuando Camila se vislumbró así misma con un pequeño parpadeo sobre el reflejo de la ventana fue cuando despertó de aquel hechizo que más que mágico parecía un conjuro maléfico. Esta se apartó rápidamente de Alexander y lo apartó con tal brusquedad que no le quedo ni siquiera el mínimo intento por reintentar tomarla.

-Alexander... Yo... -zigzagueó Camila antes de pensar siquiera en lo iba a decir.

-Fue mi culpa Camila, yo no debí...

-¡Alexander!

Camila lo miró como cuando se regaña a un niño de cinco años al haber hecho una fechoría inocente.

-No quieras tomar la culpa en esto, yo fui la única culpable... Esto no debió haber pasado, nunca.

-Para que esto sucediera fue por parte de los dos, yo también te respondí cuando realmente debía haberte detenido.

-Será mejor que me vaya, yo... Esto no significa nada, ¿de acuerdo? –Lo miró tan fijamente como si quisiera metérsele dentro de su mente para dejarle claro aquellas últimas palabras-. Realmente lo siento.

Camila abrió rápidamente la puerta sin importar que fuera de ese pequeño y perfecto lugar se estuviera derrumbando el mundo.

-¡No!, al menos deja que llamé a Rafael.

Alexander intentó tomar de entre algún lugar del automóvil el celular que había perdido de las manos por los motivos que lo habían llevado a ese momento. Sin embargo, todo fue en vano, pues cuando logró encontrar el celular Camila ya había desaparecido haciendo caso omiso a su petición. Aquel chico solitario en aquel coche rojo solo se golpeó un millón de veces así mismo con la mirada y su propio juicio que en cuestión de segundos desapareció del estacionamiento maldiciéndose todo el tiempo.

Camila se sentía tan abrumada y no podía creer lo que había hecho hace apenas unos minutos. Se sentía tan abrumada y con unas ganas profundas de reflexionar sobre lo sucedido, por lo que se decidió irse directamente a la habitación de Lauren y evitarse las preguntas que seguramente Ally le tendría al instante de cruzar la puerta, además, su mundo cambiaría y regresaría a la normalidad si al abrir esa puerta estuviera Lauren. Cuando llegó no volvió a encontrar nada, las cosas estaban tan iguales como las había dejado y no había rastro de alguien que hubiera querido regresar por algo. Los ánimos de Camila volvieron a bajar por los suelos y de alguna manera aquella culpa por lo ocurrido con Alexander era el único sentimiento que habitaba en todo su cuerpo y la mantenía consiente de sus actos.

Camino directamente hasta el baño y se quitó toda la ropa de una manera tan rápida y fácil que solo se ameritaba aquello a un acto de magia. Cuando el primer chorro de la regadera salió era frío como la misma lluvia de afuera y quitó rápidamente la mano con la que estaba probando la temperatura, a pesar de eso no se esperó a que el agua saliera al menos lo más mínimo tibia para soportarla sino que se metió con la única idea de tener un castigo físico por lo ocurrido esa noche, su castigo no duró demasiado y en menos de un minuto el agua comenzó a caer tan caliente que tuvo que regularla. Estaba tan pasmada que no sabía si debía enojarse o si tenía que llorar hasta que sus lágrimas frías se mezclaran con las del agua caliente, en aquel momento tenía todo el tiempo justo para reflexionar sobre lo que había hecho y aunque su confusión llegaba a alturas devastadoras solo tenía una respuesta que le pasaba una y otra vez por la cabeza.

CAMILA PRINCESA... LAUREN PRÍNCIPEحيث تعيش القصص. اكتشف الآن