Decisiones

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- Siento decirte que aún hay algo que debes saber... - comentó mientras se volteaba con la cabeza a gachas buscando su mirada – Gilliel... tu hermana... a muerto...-

La respiración se le aceleró abruptamente, estaba en shock.

- Mi hermana, mi querida hermana muerta y yo aquí lejos, lejos sin siquiera poder despedirme de ella - comenzó a castigarse, tan lejana, tan distante como el mismo horizonte, la vida de su familia se le había ocultado como el ocaso de cada día.

- ¡¿Cuándo fue?! – Preguntó envuelta en lágrimas - ¡¿Cómo pasó?! – Los nervios le hicieron caer de rodillas al suelo, Elrond se agachó a su altura tomándole las manos. Sabía que él comprendía su dolor, pero aun así necesitaba respuestas antes que consuelos.

- Calma Gilliel... - le susurró al oído

- ¡No puedo calmarme, acabas de decirme que mi hermana a muerto! Y siquiera me dices que fue lo que pasó – Continuo llorando desconsoladamente - ¿Cómo esperas que sea capaz de calmarme? -

- Tu hermana falleció hace ya mucho tiempo... - Respondió sin soltarle las manos – ...falleció en batalla contra los trasgos en la región de Gundabad... ­- Continuó el – Elliel y Thranduil debieron enfrentarlos para defender el bosque... pero ella no lo logro... el rey sufrió mucho la pérdida de su reina, pero no permitió que eso lo desanimara... ni a él ni a su hijo... -

- ¿Hijo?, siquiera me dijeron que tenía un sobrino... - Continuó su fatídico pesar llorando, jamás pensó que recibiría tales noticias. Alejarse de allí había sido su decisión, era un riesgo que había estado dispuesta a correr, pero nunca quiso ignorar las vidas de los suyos - ¿Por qué nunca me lo dijiste?, soy su hermana, soy tía, y soy tu amiga. ¿Por qué? – Reclamó, aunque ahora un poco más calmada.

- Peticiones del rey Thranduil... cuando el emisario del bosque llego a Rivendell, aclaró que no se te debía informar... no hasta que fuera necesario... y yo creo que el momento finalmente ha llegado... El que puede ser el final de la tierra media está cerca y tú no puedes seguir sin saber que sucede... - Respondió él con la mirada baja – Me siento terrible por no haber podido hablar antes, pero entiendo sus razones... el al igual que tú, también necesitaba olvidar... -

- Pero soy su hermana, debió permitirme ir a despedirme... debió dejarme conocer a su hijo... - Aun sollozando un poco, comenzaba a entender cuan tremenda había sido su decisión, irse de allí, solo había hecho que evitara el problema, cuando en realidad, lo que más necesitaba era enfrentarlo. Calmada y de vuelta en pie, comenzó a comprender que ya era tiempo propicio de volver a casa. – ¿Hay algo más que deba saber? –

- El hijo de tu hermana, tú sobrino llamado Legolas, vendrá al concilio de Rivendell en dos días, fungiendo como representante del bosque en la desición del futuro del anillo. – Respondió mirándola a los ojos – Gilliel, ve a recostarte, piensa un poco y recuerda... pase lo que pase, Rivendell es tu segunda casa y siempre serás bienvenida. – Elrond la abrazó como si fuera su padre, extrañaba a su familia y más ahora que era consciente de que casi estaba sola.

- No necesito pensarlo demasiado, mandaré un mensajero al bosque para avisar de mi regreso, en dos lunas... antes de irme quiero poder ver al fruto de mi hermana... y Thranduil... - Saludó a Elrond y volvió a su cuarto a preparar todas sus cosas.

- Que espíritu... - Suspiro Elrond.

Su sobrino llegaría al concilio en dos días, las expectativas estaban al tope, aunque la verdad era que estaba sumamente asustada y preocupada. Luego de tantos años, ella era una completa extraña para él, alguien de quien quizás jamás había escucho hablar, luego de saber por qué se le había ocultado la muerte de su hermana y el nacimiento de su sobrino, no sería de asombro cuestionarse si conocerlo y presentarse como su pariente fuera una idea pertinente.

Thranduil desde pequeño fue un elfo de carácter firme, sus padres siempre habían sido claros respecto a su futuro y a cuán importante era tener buena determinación para gobernar. Luego de las malas experiencias con los enanos y los notorios errores de la avaricia de los hombres, era entendible la magnitud de sus actuales decisiones, aunque aún así no las justificaban. Los días parecieron volar, Arwen fue la primera en volver con el portador en su regazo, luego le siguió el mago blanco y poco a poco los emisarios de cada pueblo comenzaron a llegar, un hombre de Gondor, una pequeña compañía de enanos, otra de elfos junto con su sobrino y finalmente el montaras con otros hobbits.

El estado del portador era sumamente delicado, por lo cual, verlo fue casi una travesía. Era un dulce y pequeño hobbit de la comarca, con rizos obscuros y tez blanca. Descansaba en una cama en la que dado su tamaño, quizás entrarían todos sus amigos. No era la primera vez que ella conocía a uno, de hecho, era muy buena amiga de su tío Bilbo, quien le conto de lo fascinante de sus costumbres y peculiares vivencias, criaturas alegres que prefieren el calor del hogar que el deseo de viajar. Él sin dudas había sido la completa excepción y pesar de su notable buen humor, los años se hicieron notar, ya sin el anillo, últimamente se le notaba algo deprimido y no podía llamarle más que una sombra de lo que alguna vez había sido.

Ya todos los huéspedes estaban en las inmediaciones, descansando y recuperando fuerzas. Sabia muy bien que Arwen y Aragorn estaban juntos. Sin mucho que hacer comenzó a caminar sin destino alguno mientras el ocaso comenzaba a ocultarse y decidido quedarse a observarlo. Estuvo sola hasta que de pronto, una voz que no le resultaba familiar menciono su nombre.

- Gilliel...- se escuchó tras de sí.

Tal fue su sorpresa al verle a él, que se quedó estática en su lugar. El joven era igual a su padre, la viva imagen, con carácter en la mirada y fortaleza en su postura, pero al mismo tiempo, también tenía algo muy dulce en su ser que le recordaba a Elliel....

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