2. Invocación

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No puedo concentrarme. Ni siquiera puedo hacer que mis ojos viajen a través de las líneas del texto que tengo enfrente.

El día de mañana tengo que presentar un examen muy importante, y no he podido estudiar nada en lo que va de la semana. No he podido hacer otra cosa más que estar atenta al lazo que me mantiene viva, y que no había dado señales de movimiento hasta hace unos días. Ni siquiera sé porqué me siento así de alerta al respecto. No es como si significase algo... ¿o sí?

Desde la noche en la que sentí el tirón en él, no ha vuelto a dar señales de vida. Ahora mismo dudo de haber sentido algo realmente. He tratado todo este tiempo de convencerme a mí misma de eso. He pasado toda la semana tratando de olvidar el incidente.

No he querido decírselo a nadie en el Aquelarre. No quiero alarmar a las brujas con las que vivo. Ni siquiera estoy segura de que haya pasado, así que no planeo preocuparlas. No cuando todo ha ido tan tranquilo en nuestras vidas últimamente.


— ¿Bess? —La voz de Daialee me saca de mis cavilaciones y me hace pegar un salto en mi lugar.

Mi vista viaja a toda velocidad hacia la puerta abierta de mi habitación, y la imagen de ella de pie en el umbral de mi habitación, envía una oleada de alivio a mi sistema.

— ¡Dios!, ¡no hagas eso! —Digo, al tiempo que trato de inhalar profundamente para aminorar el golpeteo intenso que hay en mi corazón.

El ceño de la bruja se frunce ligeramente.

—Creí que me habías sentido —dice. La confusión es palpable en su tono y una punzada de vergüenza me asalta. Por lo regular, soy capaz de percibir la cercanía de las personas; sobre todo si se trata de seres sobrenaturales. En esta ocasión, sin embargo, estaba tan absorta en mis pensamientos, que ni siquiera fui capaz de detectarla.

—Estaba muy concentrada en esto —mascullo, al tiempo que cierro el libro que descansa sobre mis piernas.

Su gesto escéptico me hace saber que no me ha creído en lo absoluto, pero no lo hace notar demasiado. Se limita a cruzarse de brazos antes de decir—: Como sea. Niara y yo trataremos de hacer contacto en el ático. ¿Vienes?

Un agujero se instala en la boca de mi estómago en ese momento y, por un instante, me siento un tanto nauseabunda. Odio cuando tratan de comunicarse con seres paranormales. Por lo regular, no se van en días y no dejan de acudir a Dinorah o a mí durante ese tiempo. Con el paso del tiempo, he aprendido que estas criaturas tienden a buscarnos debido al lazo que compartimos con las personas que nos trajeron de vuelta. Es como si pudiesen percibir que no pertenecemos a este plano del todo. Como si supieran que tenemos un pie dentro del plano espiritual y otro en el terrenal.

Son bastante insistentes. Siempre quieren ser escuchados. Quieren que alguien les explique cómo pueden marcharse por completo. Las ganas de trascender son tan grandes para ellos, que se aferran a cualquiera que sea capaz de percibirlos para pedir algo de ayuda. Lamentablemente, no siempre puedes hacer algo por ellos.

De hecho, casi nunca puedes hacerlo. Dinorah siempre ha dicho que los muertos pertenecen al mundo de los muertos y que, por mucho que queramos ayudarles a descansar, debemos dejarlos cerrar sus ciclos por sí mismos.


—La última vez que estuve en una sesión de Ouija con ustedes, dijiste que yo le quitaba lo divertido —apunto con aire aburrido, pero en realidad trato de encontrar una excusa para no acompañarla.

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