Capítulo 31

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La débil sonrisa de Chris le indicó que él pensaba que había ido con un hombre; cuando, en realidad, había ido con Anahí.
Mientras ascendían las escaleras que conducían a la puerta de la casa, el miedo se le agarró a la garganta. No podía echarse atrás. Tanto si le gustaba como si no, allí estaba, dependiendo de aquel hombre.

El interior de la casa era extraordinario: fresco, espacioso y aireado. En otras circunstancias, le habría encantado.
Al llegar y mirar a la fachada, Dulce se había dado cuenta de que la casa tenía tres pisos, el primero más grande que el segundo y el segundo más grande que el tercero, como una tarta nupcial.
Las paredes de la fachada era color crema y terracota; sin embargo, las del interior, eran todas blancas. Los únicos toques de color procedían de los cuadros, jarrones y cojines de los sofás, también blancos.

Era una decoración minimalista y masculina, aunque no por completo. De vez en cuando, se notaba el toque de una mujer. En el piso bajo, había un inmenso salón y una cocina de ensueño; el comedor, en la parte posterior, daba a una terraza desde la que se veía el mar y también había un pequeño cuarto de estar.

Christopher: ¿Qué te parece lo que has visto? —preguntó mientras subían la amplia escalinata de mármol.

Dulce: Está... muy bien —reconoció.

Él arqueó las cejas.

Christopher: ¿Sólo eso? ¿Muy bien?

Ella se encogió de hombros.

Dulce: Es precioso todo. Me gusta que no hayas llenado el espacio de muebles.
Christopher: Al contrario que tu casa, ¿eh?

El comentario no fue ofensivo y ella no se ofendió.

Dulce: Mi casa entera cabría en tu salón —admitió con una irónica sonrisa. Sin embargo, tienes que admitir que mi casa era acogedora, al contrario que ésta.

Christopher: Supongo que tienes razón —concedió,— Pero espera a ver los dormitorios.

Dul sintió un temblor en todo el cuerpo, pero no dio muestras de ello. Y cuando Ucker abrió una puerta, que ella supuso era la del dormitorio de él, le sorprendió ver las amplias proporciones de la estancia.
Una vez más, las paredes, el suelo, las cortinas y la colcha eran blancos, la única excepción era el cabecero de la cama, que era negro.

Dulce: Te gusta el blanco, ¿verdad? —preguntó con curiosidad.

Fue entonces cuando notó otros toques negros en la habitación: marcos de cuadros y un par de estatuillas.

Christopher: Le di a mi decoradora carta blanca y esto es lo que ha hecho. Debió de considerarme virginal —declaró con una nota irónica en la voz.

Dulce: Debió de ser porque no te conocía —comentó.— ¿Cuál es mi habitación?

Sintió un gran alivio al ver que su dormitorio estaba al otro lado de la casa. Era una habitación mucho más pequeña que la de Chris, blanca y lila. La habitación contaba con un vestidor y un cuarto de baño maravilloso.

Dul se volvió a Ucker con una amplia sonrisa en el rostro.

Dulce: Me encanta. Es maravillosa.

Christopher: Me alegro. Sabía que te gustaría. Abre esa puerta.

Con sorpresa, Dul vio que la puerta que él le había indicado daba a una terraza con mesa y sillas de caña y plantas. Desde la terraza se veía el Mediterráneo, y eso le recordó el hotel en el que Ucker y ella habían pasado su luna de miel.
Rápidamente, se volvió al interior de la habitación.

Dulce: Bueno, ¿dónde está el despacho?

Christopher: Sígueme.

Subieron una escalera de caracol y aparecieron en una habitación que era un cuadrado perfecto, con ventanales en los cuatro lados. A Dul le recordó un observatorio; pero cuando se fijó en el equipo electrónico, vio que era una oficina último modelo.

Dulce: Desde aquí se puede dirigir un imperio económico —comentó.

Había dos escritorios, uno frente al otro. No habría escapatoria. Sin embargo, era una habitación fantástica con maravillosas vistas.

Christopher: ¿Qué te parece?

Dulce: Perfecto —fue lo único que pudo decir.

Christopher: Me alegra que te guste. Y ahora, sugiero que bajemos y tomemos una copa en la terraza. También podríamos comer algo.

Dulce: ¿Y mi equipaje? Tengo que deshacerlo —protestó, sintiendo la súbita necesidad de alejarse de él durante un rato.

Christopher: Alguien lo hará por ti —le informó.— Venga, vamos afuera.

Ella lo siguió con desgana, impresionada por todo lo que había conseguido Chris en sólo tres años. Era milagroso, aunque no sorprendente, dado que él siempre iba por delante de la competencia. Y eso había rendido sus frutos.
Aquello era lujo y, durante los seis meses siguientes, ella iba a disfrutarlo.

Christopher estaba muy satisfecho de sí mismo. Había tenido dudas respecto a la reacción de Dulce al exigirle que fuera con él a España. Ahora estaba entusiasmado con la idea de pasar unos meses en su compañía.

Intencionadamente, le había dado una habitación tan lejos de la suya como era posible en aquella casa que tanto le gustaba, pero no tenía intención de que Dul durmiera allí durante mucho tiempo. No, tenía otras ideas. Quería la compañía de ella en su cama.

Les sirvieron zumo frío y panecillos acompañados de jamón, sardinas y tomates. Le encantó ver que Dulce tenía apetito. Estaba realmente preocupado por la pérdida de peso de ella y esperaba que allí, en aquel precioso lugar de España, su ex mujer recuperara el apetito y el voluptuoso cuerpo que tanto le gustaba.

Christopher: ¿Te encuentras mejor? —preguntó cuando Dul, por fin. se limpió la boca con una servilleta y se recostó en el respaldo de su asiento.

Dulce: No sabía que tenía tanta hambre —respondió, sonriéndole.

A Ucker le complació que Dul ya no pareciera enfadada con él por haberla llevado allí; de hecho, parecía tranquila y relajada.

Dulce: Bueno, ¿cuál es tu plan de acción? —preguntó.— ¿Cuándo empiezo a trabajar?

Christopher: ¡Tranquila, tranquila! Dale tiempo al tiempo.

Dulce: Pero... ¿no hemos venido aquí a trabajar? —preguntó con el ceño fruncido.

Christopher: Sí, así es. Pero nadie trabaja todo el tiempo. Hoy vamos a descansar. Quizá, luego, vayamos a darnos un baño, si quieres. No te he enseñado la piscina, ¿verdad?

Dulce negó con la cabeza, pero Christopher se dio cuenta de que ya no parecía tan contenta con la situación. Dul no quería una relación amistosa con él, sólo una relación de trabajo.
En ese caso, iba a recibir una auténtica sorpresa.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora