Capítulo 35

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A Christopher le pareció que el corazón quería salírsele del pecho, sintió una renovada pasión, una pasión que creía muerta después de haber visto a Dulce con otro hombre...

¡No podía olvidar eso! ¡No debía sentir nada!

Eso no era pasión, sino venganza. Iba a utilizar el cuerpo de Dulce, iba a castigarla por haberse atrevido a dejarlo. Iba a enseñarle los placeres que podrían haber seguido siendo suyos.
Dulce no sabía lo mucho que lo había atormentado, el sufrimiento que le había causado al dejarlo por otro hombre. Había sido como si le hubiera destrozado el corazón. Había pensado que jamás lo superaría... y así había sido.

Volver a verla en la fiesta había despertado en él, una vez más, sentimientos de ira, desilusión y miedo de que se hubiera casado con él no por amor sino por el estilo de vida que podía proporcionarle.
Ni siquiera eso había satisfecho a Dulce, pensó Christopher con amargura. Realmente, se merecía sufrir tanto como él había sufrido. La venganza iba a ser dulce.

Mientras se desnudaba con impaciencia, se preguntó si no estaba precipitando los acontecimientos. Era su primera noche allí y no había tenido intención de ir tan rápido. No quería asustar a Dulce.
Pero tampoco había esperado que Dul se le entregara con tanta facilidad.

Ella estaba tumbada en la cama, mirándolo. Su aspecto era inocente y vulnerable.
Y él era un sinvergüenza por aprovecharse de esa manera.

Sacudiendo la cabeza con enfado, Chris agarró su ropa y salió de la habitación. No podía hacerlo. Todavía no.

Sí, quería hacerle el amor y quería que Dulce volviera a enamorarse de él, pero no era el momento. Ella estaba más vulnerable por la caída. Si se acostaban, a la mañana siguiente Dul recuperaría el sentido común y lo odiaría por haberla seducido.

¡Lo odiaría más de lo que ya lo odiaba!

Y conquistarla de nuevo le resultaría más difícil de lo que ya era.

Dulce se sintió confusa. Sabía que Christopher quería hacerle el amor; en ese caso, ¿por qué se había marchado?

¿Remordimiento? No podía creerlo.
Tenía que tratarse de otra cosa.

Era consciente de que debía sentir alivio; sin embargo, se sentía violada. Con esos ojos cafes y esa boca, Christopher había despertado en ella emociones que mejor era no despertar. Sentimientos que deberían haber permanecido reprimidos.

••••••••••

Ése era el día que iban a ir a Sevilla, recordó Dul apesadumbrada mientras se duchaba.
Otro día en compañía de Chris...
Se vistió con unos pantalones cortos de color blanco y una camiseta sin mangas amarilla, y cuando se reunió con Ucker en la terraza, le dedicó una falsa sonrisa.

Dulce: Buenos días —dijo en tono animado.

Chris levantó los ojos del periódico que estaba leyendo, un periódico español, y también sonrió.

Christopher: Buenos días, Dul. ¿Qué tal las heridas?

Dulce: Muchísimo mejor, gracias —Le mostró las palmas de las manos, ya que se había quitado las vendas.

Christopher: Estupendo. Me alegro de que no nos impidan la excursión.

Dulce: No, en absoluto. Me apetece ir a Sevilla.

Después del desayuno, montaron en el Aston Martin descapotable de Chris.

Dulce: ¿Vamos a ir en este coche? —preguntó casi sin respiración.

Christopher: Claro. ¿Te gusta?

Dulce: Es precioso —respondió con admiración, acomodándose en el asiento y dispuesta a disfrutar del trayecto desde Málaga a Sevilla.

El campo era montañoso y espectacular, aunque Dul era más consciente de Chris a su lado que del paisaje. Cruzaron kilómetros de campos de olivos, de cereales y, por fin, llegaron a Sevilla.

Christopher: Según una leyenda, Hércules fundó Sevilla —le informó al salir del coche en el aparcamiento de la oficina.

Dul arqueó las cejas, pero no hizo comentarios al respecto.
Pasaron una hora en el lugar de trabajo. Dulce recibió miradas de curiosidad y se sintió incómoda por ello; no obstante, le impresionó aquel entorno. Las oficinas eran modernas y se hallaban dentro de un edificio nuevo de mármol en el que no parecía haberse reparado en gastos.

Una vez que hubieron terminado con el trabajo, Christopher la invitó a comer en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, y después fueron a dar una vuelta por calles que a Dulce se le antojaron, sensuales y románticas. Sí, era una ciudad que le gustaría conocer bien. Preferiblemente a solas. Al menos, no con Chris. Él la estaba tratando como si fuera especial. La llevaba de la mano, le sonreía e incluso, de vez en cuando, la abrazaba. Era como volver a empezar a salir juntos.

Y con el transcurso del día, Dulce fue recordando días felices en compañía de Christopher. Y, en cierto modo, le entristeció que él no hiciera ningún intento de besarla.

Lo que era una estupidez, ya que sabía a dónde conducirían sus besos.

¡Como descubrió al volver a la casa!

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora