I. EL COMIENZO

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Louis levantó los ojos de su plato y codeó a su amigo Liam, sentado a su lado en el pequeño comedor de la academia Wilson.

―¡Mira! ¡Ahí está Harry! -musitó.

―¡Vaya! Le llamas Harry y todo. Cuánta confianza.

―No te burles, envidioso. No me dirás que no es atractivo, ¿no?

―No está mal, nada mal -respondió Liam, mirando con disimulo al profesor de varios años mayor que él quien miraba los platos del buffet en ese momento.

Se trataba de un hombre atlético, con el pelo bien arreglado. Sus rasgos parecían cincelados en bronce, con una mandíbula agresiva y una boca recta y viril.

―¿Sólo eso? ¡No me importaría hacerle un favor! -bromeó Louis.

―No esperes que se fije en ti. No seas tonto.

―Oh, ya lo sé. No me imagino nada. Además, me resultaría muy violento. Una cosa es comentar y otra cosa es pasar a la acción. No sirvo para eso -dijo Louis con un suspiro. Paseó uno de sus dedos por el filo de su plato de plástico-. Lo que ocurre es que me trata muy bien y no puedo dejar de admirarle. Es un gran actor, ¿sabes?

―Por supuesto. Por eso mismo, nos da clases.

―No te lo he dicho antes, pero mi nombre figura entre los candidatos para la obra del primer curso.

―¿Para actor principal? -se asombró Liam.

―Sí.

―¿Cómo lo has conseguido?

―Bueno, todo ocurrió a raíz de leer unos textos en el escenario. Harry... esto, el profesor Styles alabó mi entonación y mi gesticulación.

―¡Vaya suerte!

―Bueno, veremos a ver qué pasa.

Sin embargo, para Louis no existía duda alguna de que su vida estaba destinada a ser actor, tarde o temprano. Para ello, a sus dieciocho años, había convencido a su familia para tomar clases de arte dramático en una academia durante el verano. Su intención era seguir con esas clases, incluso cuando empezara el curso escolar. Podría llevar ambas cosas adelante pues era bueno en los estudios.

Louis era un castaño estilizado, de piel no muy blanca y cabellera despeinada. Estaba muy orgulloso de su cuerpo, rebosante de juventud. Piernas no tan largas ni cortas, cintura estrecha, vientre plano y duro, un trasero respingón no muy dado en hombres y un rostro angelical. Lo que más le encantaba de sus rasgos eran sus hermosos ojos azules, a los cuales acompañaban unas largas y lindas pestañas lacias. Poseía una nariz estrecha, fina y algo respingona, que su padre denominaba de pura irlandesa, que remataba con una boca pequeña, de labios finos y jugosos.

Liam sabía que su amigo, a pesar de ser inteligente y voluntarioso, era algo ingenuo. No había dedicado tiempo alguno a conocer otros chicos ni a relacionarse. Sólo estudios y películas. Ahora, abordaba un mundo nuevo y deslumbrante y podía resultar decepcionado. Era cierto que Liam envidiaba a su amigo, pero se decía, a él mismo, que era una envidia sana. Louis poseía una innata belleza que atraía todas las miradas, pero no se aprovechaba de ella. Liam hubiera querido esa belleza para él, para disfrutar mucho más de su vida, pero las cosas eran como eran y debía aguantarse.

Sonrió de nuevo al mirar al profesor Styles. Louis estaba pasando por lo mismo que él había pasado a los trece años; se había enamorado de su profesor.

Louis sintió como su corazón saltaba en el pecho cuando, al final de la clase de interpretación, Harry lo llamó. Disimuló su nerviosismo recogiendo sus apuntes.

El arte de manipular Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz