II. DESEOS CUMPLIDOS

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Louis oteó el largo pasillo de la academia, pero no le vio. Hacía ya dos días desde que se habían declarado mutuamente y no le había visto desde entonces. Ansiaba su compañía; la necesitaba, sobre todo para reafirmar su compromiso, para escucharle decir de nuevo que lo quería. Ni siquiera había dormido bien desde entonces y tuvo que obligarse a calmarse ya que sus padres sospechaban que algo ocurría al verle tan agitado.

Quería que lo abrazara, que lo mimara, que lo besara tiernamente y le susurrara su amor al oído. Quería hacer todas aquellas ñoñerías que siempre había despreciado en las películas románticas.

No fue capaz de aguantar más de media mañana y salió a buscarle. Finalmente, le encontró preparando la obra entre bambalinas, a solas. Harry lo escuchó llegar. Sus zapatos planos rompieron el silencio de la sala de actos.

―Louis... -murmuró él.

―Quería verte -susurró, aún más bajo.

Harry miró hacia la puerta y agitó una mano en su dirección.

―Ven, deprisa. No has debido venir, puede entrar cualquiera.

―Necesitaba verte -repitió Louis.

Lo condujo detrás del telón y lo abrazó entre dos decorados verticales. Allí estaban a salvo de cualquier mirada.

―Lo siento, no quería regañarte. Me alegro tanto de que hayas venido -le dijo, acariciándole el sedoso cabello castaño.

―Oh, Harry, ¿por qué no nos vemos en tu casa?

―Hoy no puede ser. Tengo una reunión con el consejo administrativo -le dijo, atrayéndolo más contra su pecho-. Eres tan bonito, tan perfecto. He soñado contigo. Tenía muchas ganas de ti...

Con aquellas palabras, Harry derribó cualquier posible barrera y se inclinó sobre Louis, besándolo tiernamente. No utilizó la lengua en un primer momento, sino que dejó que sólo los labios aspiraran la fresca boca. Louis gimió y se pegó a su cuerpo todo lo que pudo. Le echó los brazos al cuello y fue él mismo el que introdujo su lengua en la boca del hombre. Harry se dio cuenta que Louis no era ningún experto besando y eso le gustó aún más. Él se encargaría de educarlo.

Louis notó la erección del hombre contra su vientre y se turbó un poco, pero no quiso apartarse. Las manos de Harry recorrieron su espalda hasta llegar a sus nalgas, las cuales acarició suavemente a través de la tela del pantalón. Louis jadeó en su boca. Aquellas manos lo enloquecían. Fuertes, cálidas, amorosas.

―Oh, Louis, no puedo resistirlo más... -susurró Harry, besándole en el cuello.

Una de sus manos abandonó el trasero y ascendió lentamente por el costado del chico, hasta acariciar su pecho. Louis sintió como sus pezones se erguían ante la caricia. Nunca le habían tocado de esa manera y lo estaba deseando.

―Harry, Harry... Aquí no... -jadeó, sin voluntad alguna.

―Sueño con acariciarte, con gozarte, una y otra vez. Cenar y reírnos a la luz de las velas, bañarnos juntos en agua caliente, viajar...

Las palabras lo desarmaban, anulaban su mente. Bajó su mano a lo largo de su vientre y se apoyó contra su zona erógena, tocando el elástico de su prenda interior. Sin querer, lanzó su pubis hacia delante, gozoso.

Sin dejar de susurrarle palabras de amor, Harry le fue bajando lentamente el cierre del pantalón hasta dejar salir el miembro de Louis, palpitante y ansioso por ser tocado.

Lo apoyó contra el cartón piedra del decorado que tenía a la espalda. Louis abrió un poco más las piernas al notar la presión de la mano que se coló por encima de su grueso miembro. Harry jugueteó con uno de sus dedos la rojiza cabeza, con movimientos suaves y agonizantes. Finalmente, al notar que Louis estaba dispuesto y abierto para él, empezó a masturbar al más pequeño, moviendo su mano arriba y abajo; agitándolo y acariciándolo.

El arte de manipular Where stories live. Discover now