II

14 1 0
                                    

Había amanecido, lo que nos dejó como resultado una ceguera momentánea. Cuándo nuestros ojos ya se acostumbraron seguimos corriendo por un rato más. Teníamos que estar seguros que nadie nos perseguía. Estábamos tan asustados y llenos de adrenalina que no nos percatamos del paisaje que nos rodeaba: todo estaba tan verde. Desde la explosión de plantas nucleares la vegetación había tragado todo a su alrededor: edificios, calles, almacenes. Nada construido por el hombre pudo salvarse. Al darnos cuenta que estábamos suficientemente lejos de la reja por la que salimos, nos escondimos detrás de un arbusto y nos tomamos un descanso. Raquel tenía lágrimas en los ojos y su respiración estaba totalmente agitada. Permanecimos en silencio durante un rato y por alguna estúpida razón, no podía acercarme a ella, abrazarla, reconfortarla... puede que la experiencia me hubiese afectado a mí también.

- Gracias por salvarme el pellejo allá adentro...

Había sido ella la primera en hablar, por lo que no me salían palabras. Siquiera sabía que decir.

- Creo que fue lo indicado.

¡Creo! ¿¡Es en serio?! No podía decir "De nada Raquel, que habría hecho sin ti después" o "no tienes porqué agradecérmelo era necesario hacerlo"...

- Sí yo también lo creo...

Agachó la cabeza en símbolo de incomodidad. Bravo Nicolás, la has liado nuevamente.

- Lo si-siento, no supe...

- Ya olvídalo. Deberíamos seguir adelante, quedarnos en un solo lugar es peligroso.

Ella tenía razón. Pero esa era la parte difícil: ¿Dónde iríamos exactamente? No habíamos estado en este "nuevo mundo" antes, ni conocíamos alguien que viviera aquí fuera. Por instinto, caminamos evitando las grandes avenidas. Sabíamos que era peligroso.

Raquel estaba anonadada con el paisaje. Querría entrar a cada tienda, casa u hotel, solo para descubrir "tesoros". A ella le encantaba coleccionar cosas que le hicieran recordar el pasado, e idealizar situaciones con su familia. La añoraba tanto. Sin embargo sabía que no podía sobrecargar su maleta. Cuando intentaba recoger artefactos "más grandes" tan sólo me regresaba a ver y decía en un tono irritado "Sólo lo necesario". Me causaba gracia. Pero yo también tenía mis "clichés": a veces me sentaba a observar cada tipo de planta, y, si nos cruzábamos con un parque lo primero que yo hacía era subirme a un columpio y ver qué tan alto llegaba. Me sentía un crío aún. Pero disfrutaba de esos pequeños placeres. Hace tanto tiempo que no podíamos divertirnos de tal manera.

Habíamos caminado casi todo el día, y al anochecer decidimos armar un pequeño campamento dentro de un edificio. Dormimos cerca de la entrada principal, por sí tendríamos que escapar. Había un sofá y tuve que convencer a Raquel que fuera ella quién se acostará ahí. Para no llamar la atención, decidimos que esa noche comeríamos duraznos en almíbar. Los frijoles debían de esperar.

- Nicolás...

El tono en que Raquel decía eso no era del todo reconfortante.

- ¿Sí?

- ¿Tienes alguna idea de a dónde iremos?

Me hacía la misma pregunta, pero no sabía que responder. Mentir no era la mejor salida, pero era la única que encontré para mantener a Raquel tranquila.

- He escuchado de un campamento de la resistencia. Acogen a los "fugitivos", les brindan comida, ropas nuevas, y sobre todo, les dan dónde vivir – me sentía tan mal por dentro- De lo que tengo entendido este campamento se encontraba al noroeste, así que vamos por buen camino.

Ella sonrió. Sí le había reconfortado la respuesta, pero la mentira me destrozaba por dentro. ¿Qué pasaría si no encontrábamos nada?

- ¿Y dime que conseguiste hoy?

Ella abrió los ojos sorpresivamente. No esperaba esa pregunta.

- Pues...- abrió su mochila- bastantes cosas para ser el primer día.

Sacó de ahí decenas de pequeños objetos, desde una cajetilla de cigarrillos de 2009 hasta un disco de esos negros y grandes que a mí nunca se me ocurrió como se reproducirían. Mientras ella iba sacando sus "tesoros" me explicaba que era cada uno de ellos o me contaba una historia de tal u otro objeto. Lo contaba todo con tanta pasión, y eligiendo con minuciosidad las palabras de acuerdo al artilugio. Transcurrieron así unas dos horas, y quede impactado al darme cuenta de que perdí la noción del tiempo por escucharla. Tenía algo que me volvía loco, no sabría decir si en su habla, en su rostro o simplemente en su actitud, algún día lo iba a descubrir. Raquel cayó dormida después de contarme mil y un historias. Estaba tan agotada que ni se tomó la molestia de taparse, y cabe decir que hacía bastante frío. La tapé con su manta y me quedé vigilando la entrada hasta que estuviera seguro que no correríamos peligro. Me acomodé en el piso y dormí cuál niño cansado.

�V1O�m

Resistencia BWhere stories live. Discover now