Una gran familia feliz

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2 semanas después.

[Fue – Soda Stereo]

El tren marchaba atravesando las montañas que dividían a la gran nación uruguaya en varios pedazos. Las carreteras serpenteaban en los grandes ventanales de la cabina metálica del vagón. En el asiento 5G se encontraba una chica, normal, castaña, con un pequeño gorro en la cabeza de color blanco y negro. En sus manos cargaba con un pequeño Walkman, que reproducía hermosas melodías.

Ella cerraba sus ojos constantemente, parecía ir sintiendo la música.

De frente a ella, un chico rubio, alto, de ojos azules, miraba fijamente la escena. Con una leve sonrisa en su rostro. Él sabía que el sonido de sus audífonos no eran iguales, pero también sabía que esa pequeña chica no era normal. Y eso los hacía muy parecidos.

Malentendidos por sus padres, por sus amigos, incluso mal juzgados. La castaña y pequeña le recordaba tanto a él cuando, de más pequeño, solo quería imponer su voluntad, un egocéntrico. Le recordaba todo el lastre que había tenido que dejar. Y que aún le faltaba más por tirar.

Ella abrió los ojos, sorprendiendo al chico mientras él mismo la miraba. Él no desvió la mirada, como otros hacían antes de él. La chica se quitó los cascos y se paró de su asiento con cuidado. Se sentó a un costado de su compañero de viaje y acunó su cabeza en el hombro de este.

—Y bueno... —decía el chico, poniendo pausa al sonido que emergía tibiamente de sus cascos.

—Uhm –balbuceó la chica, que ya estaba a punto de quedarse dormida sobre su compañero.

El chico sonrió y casi sintió pena de tener que despertarla, pero insistió. —¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—¿A qué te refieres? –dijo la chica, mordiéndose un dedo.

—Pues a donde estamos ahora... —miró alrededor. El vagón estaba prácticamente vacío. No era una ruta muy turística en esta época del año.

—Uhm, pues sinceramente fueron las malas calificaciones... —dijo ella lanzando su mano sobre la de él. Apretándola fuerte.

—¿Solo eso?

Ella sonrió. —¿Qué quieres de mí, guapo?

—Pues... la verdad –dijo él de forma seria.

Ella suspiró profundamente y abrazó fuertemente el brazo del chico. —Creo que estamos en un punto de aceptación; además será un buen momento para revivir viejas aventuras...

—¿Y lo de tu madre y su hija? –preguntó el rubio.

—Su hija soy yo... —espetó notoriamente molesta.

—Sabes a lo que me refiero.

—En algún momento tengo que conocerla, ¿no?

El rubio sonrió; tomó la cabeza de su chica y la abrazó dulcemente. —Eres una cabeza dura, peque.

Suspiró abrazándolo por la cintura fuertemente. –Así me quieres.

Él se alejó un poco, le miró los dulces ojos color miel que ella poseía y le sonrió sinceramente.

—Sí –se inclinó para plantarle un dulce beso en los labios que ella encantada aceptó.

[...]

En el fondo del último vagón, con la una bufanda deportiva de color rojo y negro, un pantalón de mezclilla, unas botas desgastadas y una chamarra deportiva negra, se encontraba el pequeño Joao. Admirando todo lo que iba dejando atrás. Su casa, su ciudad, su gente.

Zenit II: Promesas/decepciones.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora