Capítulo 7- ¿Recuerdos?/El trío de ases

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*Se ve una cabeza rubia asomando por una esquina, mirando todo a su alrededor... El miedo se dibuja en sus ojos azul grisaceo, detrás de unas gafas de montura roja. Engulle con fuerza, temblando.* E-estoy de vu-vuelta, que-queridos sufridores... Sé que he tardado una eternidad en actualizar Hetaoni, pero...*ve como la miran como si tuvieran que descuartizarla.* Ejem... Vale, vale... Sin excusas... Pero, al fin, estoy de vuelta... ¡Y con capítulo largo! Espero, como siempre, que os guste, que lo disfrutéis, que saludeis y comenteis, si os viene en gana, y que voteis si os ha gustado...
Sin más, os dejo con el capítulo...

Sehen sie!
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Después de mucho debatir, a pesar de que Japón hubiera perdido el hilo de la conversación, embutido en sus propios pensamientos, bajaron al sótano. Tan absorto iba el japonés en buscar soluciones que no se percató de que los ojos amabarinos de Italia lo controlaban.

Cuando Alemania abrió la puerta, fueron entrando, mirando con recelo aquella nueva sala, vacia; enfrente de ellos, dos puertas, una elección a hacer pues ambas, después de comprobarlas, abrían. Inglaterra y Alemania se miraron, no sabiendo que hacer exactamente: juntos avanzaban muy despacio y, después de la experiencia, separados era exponerse, a ello debían sumarle los tres heridos, siendo justamente los tres más efectivos en combate contra aquel ser. Ambos suspiraron, abatidos, cuando Japón se aproximó a ellos.

-La habitación parece segura.-dijo con calma.-Le echaré un vistazo a ver que encuentro y ustedes quédense aquí...-propuso.-

A ninguno de los dos rubios les hizo mucha gracia, pero, a falta de más ideas, aceptaron.

-¿Puedo ir contigo, Japón?-preguntó Italia, sonriendo.-

-Será un placer que me acompañes, Itaria-kun.-

Japón entró primero, con la mano en la empuñadura de su katana, encendiendo la luz, encontrando ante sí una estancia parca en mobiliario y accesorios: una mesa baja sobre una clara alfombra y una cajonera en un rincón. Al verlo todo tranquilo, dejó entrar al italiano.

Los dos se dirigieron a los cajones, sin decirse ni media palabra, habiendo entre ellos un silencio incómodo. El oriental lo miraba de vez en cuando, con un enorme desasosiego, pero en una de esas veces, se encontró con la mirada de Italia, el cual estaba apoyado en la cajonera, dejando la búsqueda de lado. Tan sorprendido se quedó el japonés, que el objeto que tenía en la mano, se le cayó al suelo, pero antes que pudiera agacharse a recuperarlo, Italia ya lo tenía en sus manos.

-¿En qué estás pensando, Japón?-quiso saber Italia, entornando los párpados.-Se te ve muy intranquilo y preocupado desde que rompimos el último reloj.-

¿Tanto se estaba notando su desasosiego? Aquello era un problema, pues siempre había logrado mantener a raya sus emociones y sentimientos, pero, la verdad era, que desde que el alemán y el italiano se habían cruzado en su camino, aquello le había sido cada vez más complicado, siendo ellos tan claros, directos y honestos con sus ideas, expectativas y emociones que se contagiaba.

-No te inquietes, Itaria-kun. Estoy bien.-mintió nuevamente, dándose cuenta entonces que, desde que habían pisado aquella casa, se las había pasado mintiendo a todo el mundo para que no se preocuparan. Miró al joven castaño, estudiando su rostro.-Pero tu no luces nada bien... Se te ve pálido.-comentó, preocupado, apoyando una mano en uno de los brazos de Italia, quedando los dos sorprendidos: Japón retiró la mano, mirándolo con los ojos muy abiertos, e Italia dio un paso atrás, alejándose de él.-¡Estás temblando! Itaria-kun... ¿Te encuentras mal, a caso?-preguntó consternado.-

HetaoniWhere stories live. Discover now