Japón regresaba con la cabeza agachada, suspirando, pensando en todo lo que estaba aconteciendo a su alrededor. Aquella situación le pareció desesperante: Italia se había perdido de alguna manera que no llegaban a comprender en una niebla de recuerdos. Despacio, se cubrió el rostro con ambas manos, haciendo una leve presión con las palmas en sus cansados ojos.
En ese momento, evocó a Romano, el cual había ordenado que nadie se acercará a su hermano menor, llegando a enfrentar a España, Francia y Prusia, enzarzándose los cuatro en una fuerte discusión, finalizándola Alemania, interponiéndose entre el trío y el sur italiano, rogando a este último que se llevará a Italia y lo atendiera. Después de eso, el germano se apartó del grupo, permaneciendo a la espera en silencio.
Cuando entró en el espacio del salón, todas las miradas recayeron en el nipón, levantándose algunos de ellos de sus sillas. La mirada de Japón recorrió cada uno de los rostros, encogiendo sus hombros, abatido. Sin abrir la boca, se dejó caer en una silla que había junto a China, bajando la cabeza.
-Sigue sin mejoría aparente... Por ahora, Romano-kun se hará cargo de él.-
-¿Amnesia?-preguntó Canadá, sabiendo que aquello era poca información.-
-En un principio pensé en ello, joven Canada-san, pero... Da la sensación que está perdido en sus memoria, como, si esta estuviera desorganizada. Se asemeja más a la desorientación que sufrimos cuando rompemos un reloj.-
-Perdón si te corto, kollege, pero no te estoy pillando.-intervino el albino, echándose hacia adelante en su asiento, pareciendo escéptico con aquella explicación.-
-Ya sabes como funcionan esos cacharros, mon amie...-
-Nein... Si lo supiera, no lo preguntaría. Me lo han explicado, pero no sé como funciona... ¿ Te recuerdo que ni España, ni tu, ni yo hemos pasado aún por esos cachivaches?-recriminó molesto.-
-Pero, usted mismo está diciendo que se lo han explicado, Prussia-san.-
-Ja... Pero quiero que me expliques la sensación que tiene Ita... Quiero poder entender que le sucede... Quiero saber como ayudar...-
Japón suspiró de nuevo, pues era consciente de hasta que límite se preocupaba el teutón del joven italiano, siendo una de las personas que más lo conocían. Lo curioso era, que justamente quienes sabían más de él, eran las que no habían pasado por los efectos devastadores de los relojes. ¿Coincidencia?
-Diríamos que Itaria-kun se encuentra a la deriva de sus recuerdos y vivencias, mezclando pasado y presente, no teniendo un orden lógico en su mente... Esa falta de orden lo a llevado al límite, físico y mental, colapsando. Por decirlo así, Itaria-kun se ha visto sobrepasado, saturado, rechazando los nuevos recuerdos que le llegan.-explicó el japonés como mejor pudo.-
Comprobó como todos lo miraban entre asombrados y extrañados. Entendía que aquello era más complicado de entender y asimilar que el funcionamiento de los relojes. Pero había una cuestión que le extrañaba al japonés, sobretodo desde la llegada de Romano, algo que en realidad había dejado caer el español y que muy bien había sabido expresar el británico: ¿cuántas veces veces habían entrado en aquella casa?
-¿Y cómo puede rechazar un recuerdo, aru?-
"Los recuerdos... Rechaza los recuerdos...", se repetía el oriental, no encontrando respuesta. Lentamente, miró la puerta del fondo de la sala, la que llevaba al baño y, tras la cual, se encontraban los dos italianos. No pudo evitar fruncir el ceño, sintiéndose engañado."¿Qué es lo que no sabemos aún, Itaria-kun?"
-Entonces... ¿También está rechazando los recuerdos que ya albergaba en su memoria?-cuestionó América, acercándose a la mesa, sentándose con esfuerzo en una de las sillas, sintiendo molestia por la pierna herida.-Si es así, si como tu dices, su mente ha entrado en conflicto con sus recuerdos, la línea que representaría la memoria de Italia, en estos precisos momentos, sería una línea de puntos...-
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Hetaoni
FanfictionUna mansión en medio de la montaña, rodeada de un oscuro y profundo bosque, a tres horas a pie de la civilización. Nadie sabe cuanto lleva allí y si alguna vez estuvo habitada por alguien... Pero se dice que todo aquel que se atreve a cruzar el umbr...