Eglantina (capítulo tres)

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Capítulo tres.

Eglantina.

— ¿Hm...? —Abrió la nevera, removiendo algunas cosas como el queso, la comida de aquel día y demás. Pero no estaba lo que ella quería principalmente. — ¿No quedó sandía...? Qué raro, creí haber comprado lo suficiente para está semana...

Matsuyo, la mamá de los seis mellizos, frotó su frente calurosa. Eran las cuatro de la tarde, tal vez estaría ya abierto un súper mercado cercano para ir a comprar. Pero con aquel calor y a su edad, no podría ni caminar a la esquina sin estar sudando o, que terminara desmayándose ahí mismo. Tendría que obligar sí o sí a que uno de sus hijos vaya, si querían comer sandías aquel día; que ellos se arriesgaran. Matsuyo ya había hecho muchas cosas por ellos, ahora tenían veintitantos y debían reconocer en qué posición estaban.

Salió de la cocina, caminó a la sala. Abrió la puerta corrediza, encontrándose con los seis "ninis" recostados en el piso, echándose vientito con abanicos y frente al ventilador. Cada hermano llevaba pantalones cortos junto con una remera de mangas cortas (obviamente con su respectivo color). Matsuyo se cruzó de brazos, con una expresión seria en su rostro.

—Ninis. —Llamó la mujer de cabellos negros. — Nos hemos quedado sin sandía. Necesito que uno de ustedes vaya al súper mercado más cercano y compré si quiere comer. Y si no, tendrán que esperar hasta la próxima semana.

Ninguno dijo nada. Hicieron oídos sordos, como si su madre nunca estuviese ahí parada al frente de ellos. Pero Matsuyo los conocía, por favor... ¡Eran sus hijos! Y como madre de ellos, sabía dónde picar con un palillo cuando adoptaban esa actitud de no escucharla. Que fuesen mayores no quitaba el hecho de creerse superiores, vivían en su casa, dormían y comían. Deberían sentirse agradecidos por eso y no echarlos.

Ajustó sus lentes. Sin borrar su expresión. — Ya veo. — Murmuró, juró ver como saltaban silenciosamente. — Parece que tendré que elegir yo quien irá...

— ¡Ay, mi estómago, aaah... d-duele tanto...! — El silencio entre los hermanos fue callado por el menor de todos; Todomatsu, quien llevó su mano al estómago y soltó alaridos de dolor. — Esa comida me ha caído mal, q-quiero ir al baño... es una pena, querida madre... perdóname, realmente...

Y el menor se fue corriendo al baño. No sin antes mirar a sus cinco hermanos con una sonrisa socarrona pintada en sus labios.

Matsuyo se lo había creído. "¿Habré puesto algo malo en mi comida de hoy...? Como sea, tengo cinco ninis más... que me falte uno no importa, ni siquiera había pensado en él para que vaya a comprar". Soltó un hondo suspiro, volviendo a mirar a sus hijos.

—Todomatsu, maldito... —Susurró Ichimatsu, apretando sus piernas contra el rincón en que siempre estaba.

—Tan ingenioso... —Ese fue Choromatsu. Quien entre dientes murmuro aquellas palabras de odio al menor, mientras que apretaba el libro entre sus delgados dedos.

Ahora uno de los cinco debía arriesgarse y salir de ahí para comprar las sandias, aunque sean tan deliciosas y jugosas, ninguno quería exponerse al sol de las cuatro. Maldijeron entre pensamiento lo perspicaz que era Todomatsu para actuar, no podían poner una excusa como aquella porque su madre no les creería. No a la segunda vez. Matsuyo era muy inteligente a pesar de los años.

"Que no me elija, que no me elija" Pensaron los cinco.

—Choromatsu...— La voz de la mamá sonó entre el silencio. Causando que los cuatros suspiraran y Choromatsu quedará tieso en donde se encontraba sentado. — Ven, busca las bolsas y ve a comprar.

𝓦𝓱𝓪𝓽 𝔂𝓸𝓾 𝓼𝓸𝔀 𝓲𝓷 𝓶𝒆Where stories live. Discover now