Rosa con espinas (capítulo cuatro)

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Capítulo cuatro.

Rosa con espinas.

"Te odio" las palabras de Choromatsu al desaparecer de la sala fueran aquellas, los cuatros hermanos habían quedado impactados, blancos y dirigiendo sus miradas curiosas al hermano mayor. Sus ojos parecían preguntarle: "¿A que vino eso?". Pero Osomatsu no dijo nada, desapareció al momento de la sala con una forzada sonrisa en sus labios; no volvió a aparecer en los demás días, solo su presencia se mostraba cuando su mamá les daba la comida o algunas tardes, luego se encerraba de vuelta en un mundo que no dejaba que nadie ingrese.

Pero la tensión entre Choromatsu y Osomatsu se podía percibir cuando estaban juntos. Tanto que articular una palabra con los dos en el mismo ambiente era como tener una soga en el cuello, es por eso que todos preferían quedarse callados y observar disimuladamente a los dos sujetos peleados, preguntándose qué podrían hacer. Osomatsu siempre estaba leyendo revistas diferentes frente al ventilador, pero era obvio que estaba enojado porque les daba la espalda a todos, además de no hablar mucho últimamente. En cambio, Choromatsu era el que estaba en la mesa del centro de la sala leyendo un libro, pero no aportaba, se mantenía con una expresión neutral e indiferente. Salía a la tarde a leer y volvía por la noche cuando la cena estaba ya en la mesa.

Era claro que ninguno de los dos quería perdonarse en esos momentos. Pero los restantes hermanos estaban hartos de ver esa situación, ¿Qué culpa tenían ellos de que el tercer y primer hermano se hayan peleado? Ninguna.

Pero se preocupaban, porque a pesar de las peleas que tenían, las diferencias y tener problemas, todos eran hermanos a pesar de todo. Nacieron el mismo día, tenían el mismo rostro y poseen los mismos padres. Obviamente detestaban ver como estaban enojados entre sí mismos, sabían que no era una pelea casual y pasajero, no, era una de esas en que los dos no se hablarían hasta que uno de ellos deje el orgullo de lado y vaya con el rabo entre las patas a disculparse.

Y los dos eran muy, pero muy orgullosos. Es porque eso que decidieron meterse en ese círculo que habían creado Choromatsu y Osomatsu.

Utilizaron muchos métodos para atraer la atención de los hermanos, como ir a un parque, al shopping nuevo, al mar, etc. Pero ninguna de ellas había triunfado.

Solo había excusas de parte del tercero. Choro, con un libro en manos y la ceja alzada, solamente negaba respondiendo un: "No, gracias. Estoy ocupado ahora mismo".

En cambio, Osomatsu, era el que negaba sin alguna excusa puesta. Solamente le regala a sus hermanos una sonrisa pequeña y desaparecía en el cuarto. Todos se preocuparon por la repentina actitud del hermano mayor, siendo que era el más despreocupado y normal entre todos, pero ahora actuaba como un muerto andante. Comía de a pocos, se quedaba mirando algún punto fijo perdido y dormía toda la tarde. Cuando le preguntaron qué le pasaba, no les contestó en ningún momento y repetía todo de vuelta.

Ya en el quinto día decidieron rendirse, Choromatsu no mostraba signos de querer perdonarlo, y Osomatsu ni siquiera intentaba hablarle. Una pared invisible se había levantado entre los dos. Los cuatros hermanos intentaron lo que pudieron a su alcance, pero nada había dado con éxito.

Decidieron seguir con lo suyo, como si aquella situación nunca hubiese pasado en esos momentos, en algún momento se perdonarían aunque fuesen días o semanas. No es que se odiaran para siempre, ¿verdad?

Lo que no sabía ninguno es que, las grietas del espejo ya habían iniciado a quebrarse y el reloj estaba contando los minutos.

****

— ¿No vas a comer, Osomatsu? —Matsuyo se paró en el umbral de las escaleras, viendo como su primer hijo subía las escaleras a paso lento. Había hecho la cena muy temprano, pero se sorprendió cuando Osomatsu se había levantado de ahí sin decir nada. Ya no podía evitar quedarse callada con la actitud de su hijo, como una madre estaba preocupada.

𝓦𝓱𝓪𝓽 𝔂𝓸𝓾 𝓼𝓸𝔀 𝓲𝓷 𝓶𝒆Onde histórias criam vida. Descubra agora