SUSURROS Y ALGO MÁS

108 35 77
                                    

Al parecer mi siesta no duró mucho, pero recuerdo el sueño. En él no hay ruido, la serenidad de los árboles que me rodean me inquieta. Se que deberían agitarse al menos, pero nada. Vislumbro a lo lejos algo que brilla muy tenuemente, pero lo suficiente para gritarme que me acerque.

Mis pies iban lentos y calculados, no quería dar un mal paso, hacer un ruido y destruir la tranquilidad de aquel momento. Pero más que eso, me asustaba llamar la atención, pues sentía que mi nuca se erizaba y la sensación escurría hacia mis omóplatos.

Mis pies caminaron como si tuvieran cerebro propio, y los respeto, pues a esas alturas ya debería haber tropezado con la raíz que dejé atrás unos segundos antes.

Cuando por fin me encontré frente al destello, descubrí que se trataba de una placa antigua cuya inscripción estaba asediada por el tiempo. Los relieves eran muy imperceptibles, pero aún se podía leer con un poco de dificultad. Entorné mis ojos:

"Si conoces la palabra pide,

si te parece el precio susurra,

si no hay opción paga,

que el tiempo apresura"

Estaba tan absorto en la lectura que el corazón casi se me sale del pecho al oír las palabras provenientes de aquella anciana. Estaba algo inclinada, quizás muy propio de la edad, y sus manos reposaban juntas en una posición poco relajada tras su espalda.

—Siempre es inquietante ver a alguien leer esta placa y tirar la moneda en la fuente. Yo digo que lo más sensato sería dar media vuelta. —La mujer tenía en su voz el tono de aquella que ha vivido mucho, pero plagada de una sabiduría innegable. No era melodiosa y temblaba con cada frase que articulaba.

Mis ojos buscaron de inmediato la fuente, era tan enorme que no entendía como podía haberla ignorado. Rápidamente volví la vista pero la anciana ya no estaba.

Comencé a sentir el rugir de un sonido metálico. ¡TIN! ¡TON! ¡TIN! , una pausa y luego otra vez ¡TIN! ¡TON! ¡TIN!, y otra ¡TIN! ¡TON! ¡TIN! El ruido se fue acercando a mí como una estampida obligándome a hacer algo, moverme, agitar mi cabeza.

Con el cielo anaranjado, y el sol huyendo como un cobarde, observé la tímida luna una vez más sólo para asegurarme de que ya se acercaba la noche, pero sabiendo que aún estaba a tiempo para buscar una solución a mis asuntos más terrenales. El repicar de las campanas me indicaba el cierre de la mayoría de las tiendas.

El sueño dejó un letargo en mis huesos, mis músculos estaban un tanto atrofiados por la posición en la que me había dormido, pero a pesar de todo, no sentía el frío pues el estío era mi aliado. Corría una brisa suave y sabía que entrada la noche, podría transformarse en un verdadero problema.

Antes de levantarme, medité un poco acerca de mis últimas semanas.

Desde que comencé a huir en Canteras había pasado por alto planificar mi día a día, lo que significaba que no acostumbraba a trazar un plan de lo que haría con mi vida. Hoy no era la excepción, y dado que tenía el dinero que me dio Córsol por las dagas, si no conseguía un trabajo en lo que restaba de día, me tomaría la libertad de comer bien, como no había hecho en mucho tiempo, de darme un baño caliente y de dormir en una cama de suaves plumas.

Cerré mis ojos e inspiré lo más lento que pude.  Por mi nariz se colaba el aroma de las sales en mi baño, los puerros cocidos al vapor y el delicioso aroma que desprende un filete recién tostado por las brazas de alguna parrilla. Ya podía sentir el ejército de suaves plumas atacando mis pantorrillas , deslizando mis piernas buscando el frío en una noche calurosa.

Kaled Donde viven las historias. Descúbrelo ahora